Fondo de armario
Un sistema para aplastarnos a todos
‘El libro negro del capitalismo’ es una obra dura y necesaria que ofrece un catálogo de horrores y analiza el brazo intelectual del sistema, que no mata pero envenena el cerebro
Raúl Gay 21/10/2015
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El libro negro del capitalismo
Gilles Perrault, Jean Ziegler, Maurice Cury y otros
Traducción de Maite Mujika
Txalaparta, 2001 y 2011
500 páginas
Primero, un chiste:
Hay dos peces jóvenes nadando y se encuentran con un pez más viejo que viene en sentido contrario. Éste les saluda con la cabeza y dice: “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?”. Los dos peces jóvenes nadan un poco más y entonces uno de ellos se vuelve hacia el otro y dice: “¿Qué diablos es el agua?”.
Parecido podría decirse del capitalismo. Es el sistema económico imperante y, sin embargo, pasa desapercibido. Es lo “normal”. Cuando alguien habla de ideología o de sistemas económicos siempre se refiere a otros sistemas, a otras formas de entender el mundo. Es un modo muy efectivo de apuntalarlo.
Por eso durante años se ha hablado de los crímenes del comunismo (que los hubo, a millones) pero pocos se plantean cuántos seres humanos han sido aplastados bajo el yugo del capitalismo. Spoiler: también los ha habido, también han sido millones.
La editorial Txalaparta tradujo en 2001 el Livre noir du capitalisme, escrito por una veintena de autores (historiadores, políticos, escritores) precisamente como reacción a El libro negro del comunismo; ambos fueron publicados a finales de los 90, después de la caída del muro de Berlín y antes de los miles de muertos en Irak o Libia. Esta edición tiene muchas virtudes y un fallo. Cada autor (casi todos franceses, casi todos hombres) se ocupa de un capítulo concreto, de un tema que se supone que domina; en ocasiones, sin embargo, prima la militancia política sobre el objeto del libro y apenas alude al capitalismo. Ocurre en capítulos como los dedicados al nacimiento de Israel o a la Segunda Guerra Mundial. Una selección más rigurosa hubiera mejorado el volumen.
Salvando esto, El libro negro del capitalismo es una vacuna contra toda la propaganda que nos han inoculado a través de los libros de texto y los medios de comunicación. En los primeros capítulos, los autores reflexionan sobre la esencia del capitalismo, que queda definido como el mayor genocida de la historia, un asesino sin rostro ni código genético que opera en los 5 continentes desde hace siglos. Sus crímenes son casi perfectos, pues no hay rastro de premeditación.
¿Buscaría usted los responsables de un terremoto, de un maremoto? El crimen implica la existencia de criminales. En el caso del comunismo, las fichas antropométricas son fáciles de establecer: dos barbudos, uno con perilla, éste con anteojos; un bigotudo, aquél que atraviesa a nado el Yang-Tseu-Kiang; un fumador de puros, etc. Esos rostros se pueden odiar, son de carne y hueso. Tratándose del capitalismo, sólo existen índices: Dow Jones, CAC 40, Nikkei, etc. Pruebe, por ver, a odiar un índice. El Imperio del Mal tiene siempre un marco geográfico, tiene sus capitales. Se puede localizar. El capitalismo está en todos lados y en ninguna parte. ¿A quién dirigir las citaciones para comparecer ante un eventual tribunal de Nuremberg?
Frente a otros sistemas económicos, el capitalismo no anuncia ni promete nada. Ni manifiesto ni declaración. Aplasta, humilla, destripa. Durante las siguientes 350 páginas, el lector conoce la cronología de este aplastamiento. Los autores hacen un repaso histórico del capitalismo, desde sus inicios hasta el final del siglo XX, cuando el FMI obligaba a Latinoamérica a ejecutar reformas económicas a cambio de préstamos que aumentaban su deuda.
Las armas del capitalismo, según este libro, han sido la guerra (siempre ha existido, pero las del capital tienen un carácter distinto), la usura (de esto saben bien los griegos, que viven ahogados por las deudas), la explotación de los trabajadores (desde los niños semiesclavizados en la Inglaterra de Dickens a los niños semiesclavizados por Primark en el sudeste asiático), la represión (¿cuántos huelguistas apaleados?), la propaganda (estamos tan imbuidos en el sistema que ya ni nos damos cuenta) y la corrupción (necesaria para vender un país entero a las multinacionales).
El lector es testigo de los albores del capitalismo en América, África y Asia. El esclavismo en Estados Unidos también tuvo un carácter diferente al esclavismo en la Antigüedad; aquí el sistema económico que daba beneficios con el azúcar o el algodón produjo el asesinato, según algunos cálculos, de 30 millones de seres humanos en 3 siglos. Las descripciones de la caza, el transporte, el trabajo, lo castigos… son un catálogo de horrores que no por desconocidos duelen menos.
Mucho se ha escrito sobre la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil; aquí enfocan a las empresas que se enriquecieron con ellas. En la Gran Guerra (impulsada por el colonialismo y en la que 18 millones de personas perdieron la vida) fabricantes de armas alargaron artificialmente los combates para obtener beneficios; en la española, tras los bombardeos de Gernika, los alemanes aterrizaron en el País Vasco para hacer negocios. La rapiña se aprovecha siempre de las desgracias (“Cuando la sangre corre por las calles, es el momento de comprar”, Rothschild dixit); ahora se aprovechan de la debilidad de España o Grecia.
El libro prosigue con la Segunda Guerra Mundial, las matanzas en Vietnam del Sur, las intervenciones de Estados Unidos en América Latina, las últimas décadas de la colonización... Así hasta llegar a las presiones del Banco Mundial y el FMI sobre países en problemas (con la imprescindible ayuda de sus dirigentes corruptos). Unos capítulos que recuerdan la imprescindible Doctrina del Shock, de Naomi Klein.
Surge una nueva generación de dirigentes africanos, consagrados al capitalismo mundial y local, que no es mejor: son los tecnócratas de bella oratoria formados por el FMI y el Banco Mundial, que no cesan de ensalzar las virtudes del pluripartidismo, que ellos confunden con la democracia y las leyes del sacrosanto mercado mundial.
Los nuevos dirigentes del capitalismo mundial, que sienten cómo el suelo africano se mueve bajo sus pies, están por demás dispuestos a no reparar en medios, a sostener a dirigentes adscritos a ideologías muy variadas, con tal de que aseguren lo esencial, la estabilidad política, la obediencia a las leyes de mercado... y los planes de ajuste estructural. Aquí, un antiguo marxista convertido; allá, un exmiembro de las guerrillas de los años sesenta; en otro sitio un integrista confesado: el FMI es muy "plural", sólo espera de ellos la capacidad de hacer respetar a sus pueblos la necesidad del beneficio capitalista.
Los capítulos finales se centran en consecuencias globales del capitalismo: inmigración, relación con las fábricas de armas, deterioro medioambiental y presencia constante de la publicidad en nuestras vidas. Este brazo intelectual del capitalismo no mata, pero envenena el cerebro. El autor recuerda ejemplos de ordenadores cedidos a escuelas por empresas privadas, de Tampax dando clases de sexualidad a adolescentes... Aquí, también ha llegado esa enfermedad: la línea de metro o centros de conciertos llevan nombres de empresas privadas. Estamos rodeados de propaganda capitalista. Si los anuncios fueran del Gobierno vendiendo sus bondades nos reíamos o enfadaríamos; pero esto nos parece normal.
Al final del libro, un índice de los millones de muertos por el capitalismo (en guerras, matanzas, esclavitud…) termina por helar la sangre.
La conclusión es demoledora: después de tanto sufrimiento, el capitalismo no ha cumplido sus promesas y la riqueza no está repartida. Lo vemos en nuestro país y, a mucha mayor escala, en el mundo, donde el 1% de la población posee tanto dinero como el 99% restante y 2.500 millones de seres humanos no tienen acceso a retretes o letrinas.
Los estragos económicos y sociales son el producto de una recolonización del mundo por las fuerzas dominantes de los países ricos. Para asegurar el confort del 20% de la humanidad, es ya hoy necesario desviar las producciones de cereales del mundo pobre, derribar sus bosques, destruir sus modos de vida tradicionales, deportar a los campesinos expropiados o arruinados hacia las favelas y barrios de América Latina, a los barrios prohibidos del sur de Asia, a los extrarradios de Manila, a los bidonvilles de Dakar; es necesario organizar bajo la forma de rapiña un mercado de materias primas que ha lanzado a la extrema pobreza a mil millones de seres humanos.
Un libro duro. Un libro necesario.
El libro negro del capitalismo
Gilles Perrault, Jean Ziegler, Maurice Cury y otros
Traducción de Maite Mujika
Autor >
Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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