Tribuna
La sombra de Argelia, Siria y la venta de armas a Arabia Saudí
Tres naciones cuya historia, acción –e inacción– ayudan a entender la carnicería cometida por el Isis han escapado en gran medida a la atención mediática y política
Robert Fisk (Sinpermiso) 25/11/2015
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No sólo uno de los atacantes se esfumó después de la matanza en París. Tres naciones cuya historia, acción –e inacción– ayudan a entender la carnicería cometida por el Isis han escapado en gran medida a la atención entre la casi histérica respuesta a los crímenes de lesa humanidad en la capital francesa: Argelia, Arabia Saudita y Siria.
La identidad franco-argelina de uno de los atacantes demuestra de qué modo la salvaje guerra francesa de 1956-1962 en Argelia continúa infectando las atrocidades de hoy. La absoluta negativa a contemplar el papel de Arabia Saudí como proveedora de la forma más extrema del islam, la wahabita suní, en la que cree el Isis, muestra de qué manera nuestros líderes aún rehúsan reconocer los vínculos entre el reino y la organización que atacó París. Y nuestra falta total de voluntad de aceptar que la única fuerza militar regular en combate constante con el Isis es el Ejército sirio –que lucha por el régimen que Francia desea destruir– nos impide aliarnos con los inmisericordes soldados que están en acción contra el Isis con mayor ferocidad aún que los kurdos.
Siempre que Occidente es atacado y nuestros inocentes perecen, caemos en borrar el banco de memoria. Por tanto, cuando los reporteros nos dijeron que los 129 muertos en París representaron la peor atrocidad perpetrada en Francia desde la Segunda Guerra Mundial, omitieron mencionar la masacre en París de hasta 200 argelinos que participaban en una marcha ilegal contra la salvaje guerra colonial francesa en Argelia, en 1961. La mayoría fueron asesinados por la policía francesa; muchos fueron torturados en el Palais des Sports y sus cuerpos arrojados al Sena. Los franceses sólo reconocieron 40 muertos. El oficial de policía a cargo era Maurice Papon, quien trabajó para la policía colaboracionista de Petain en Vichy en la Segunda Guerra Mundial y deportó a más de mil judíos hacia su muerte.
Omar Ismail Mostafai, uno de los atacantes suicidas en París, era de origen argelino, y acaso también lo eran los otros sospechosos identificados. Said y Cherif Kouachi, los hermanos que asesinaron a los periodistas de Charlie Hebdo, eran descendientes de argelinos. Procedían de la comunidad argelina en Francia, integrada por más de cinco millones de personas, para muchas de los cuales la guerra en Argelia nunca terminó, y que hoy viven en los barrios bajos de Saint-Denis y otros enclaves argelinos en París. Sin embargo, el origen de los asesinos del 13 de noviembre –y la historia de la nación de la que proceden sus padres– ha sido casi borrado de la narrativa de los horribles sucesos del viernes. Un pasaporte sirio con un sello griego es más emocionante, por razones obvias.
Una guerra colonial de hace medio siglo no justifica un asesinato en masa, pero ofrece un contexto sin el cual cualquier explicación de por qué hoy Francia ha sido tomada como blanco tiene poco sentido
Una guerra colonial de hace medio siglo no justifica un asesinato en masa, pero ofrece un contexto sin el cual cualquier explicación de por qué hoy Francia ha sido tomada como blanco tiene poco sentido. Al igual que la fe suní-wahabita saudita, que es fundamento del califato islámico y sus asesinos, presuntos practicantes de ese culto.
Mohammed ibn Abdel al Wahab fue el clérigo y filósofo purista cuyo implacable deseo de purgar a los chiíes y otros infieles de Medio Oriente condujo a las masacres del siglo XVIII, en las que la dinastía original al Saud estuvo profundamente involucrada.
El actual reino saudita, que con regularidad decapita a supuestos criminales tras someterlos a juicios injustos, construye un museo en Riad dedicado a las enseñanzas de al Wahab, y la furia del viejo prelado hacia los idólatras y la inmoralidad ha encontrado expresión en la acusación del Isis contra París como centro de prostitución. Gran parte de la financiación del Isis proviene de los saudíes, aunque, una vez más, este hecho ha sido borrado de la historia terrible de la matanza del viernes.
Y luego viene Siria, cuyo régimen Francia demanda destruir desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el Ejército de Assad, rebasado en número y armamento –aunque ha recapturado algún territorio con ayuda de los ataques aéreos rusos–, es la única fuerza militar entrenada que combate al Isis. Durante años, estadounidenses, británicos y franceses han dicho que los sirios no combaten al Isis. Pero esta es una falsedad palpable: las fuerzas sirias fueron echadas de Palmira cuando intentaban evitar que los convoyes suicidas del Isis se abrieran paso hacia la ciudad... convoyes que podían haber sido atacados por aviones estadounidenses o franceses. Unos 60.000 soldados sirios han perecido en Siria, muchos a manos de islamistas del Isis y de Al Nusra, pero nuestro deseo de destruir el régimen de Assad tiene prioridad sobre nuestra necesidad de aplastar al Isis. Ahora los franceses alardean de haber golpeado 20 veces la capital del Isis en Siria, Raqqa: un ataque de venganza por donde se le mire. Porque, si fue un asalto militar serio para liquidar la maquinaria del Isis en Siria, ¿por qué los franceses no lo hicieron hace dos semanas? ¿O dos meses? Una vez más, por desgracia, Occidente –y Francia en especial– responde al Isis con la emoción, más que con la razón, sin ningún contexto histórico, sin reconocer el sombrío papel que nuestros moderados y decapitadores hermanos saudíes representan en esta historia de horror. Y así creemos que vamos a destruir al Isis...
Gran parte de la financiación del Isis proviene de los saudíes, aunque, una vez más, este hecho ha sido borrado de la historia terrible de la matanza del viernes
Francia ataca al Isis, pero vende armas a sus mentores
El país que le prestó su credo suní wahabita a los asesinos del Isis en París no dará la más mínima importancia al hecho de que François Hollande sople y resople sobre la guerra. Arabia Saudí ya ha escuchado todo esto antes, todo lo del Nuevo Orden Mundial desde 1991, cuando George Bush padre soñaba con una expresión subhitleriana de Medio Oriente en la que podría existir un oasis de paz, un lugar sin armas, y la riqueza que de ellas proviene, en que las espadas se convirtieran en arados, o al menos en buques petroleros más grandes y oleoductos más largos.
Los saudíes están demasiado ocupados haciendo volar en pedazos Yemen en su enloquecida guerra contra los hutíes chiíes como para preocuparse de los locos suníes wahabitas del Isis.
Su enemigo sigue siendo el nuevo mejor amigo de Estados Unidos, el Irán chií, y están tan empecinados como siempre en destronar al presidente alawita chií de Siria, aun si el Isis está en la primera fila de los enemigos de Bashar al Assad.
Arabia Saudí también sabe que la política exterior francesa ha favorecido el comercio tan fervientemente como alguna vez se opuso a un acuerdo nuclear con Irán, y miles de millones de dólares en armamento estadounidense seguirán fluyendo hacia el reino, a pesar de los nexos de este con el culto que destruyó 129 vidas en París.
Si alguien cree que Barack Obama va a disciplinar a la democracia teocrática de los árabes saudíes, debería echar un vistazo a la propuesta de vender armas estadounidenses por valor de 1.029 millones de dólares (966 millones de euros) al rey Salman, de 79 años de edad, para darse cuenta de que a Washington no le interesa controlar la ferocidad del reino.
Si alguien cree que Barack Obama va a disciplinar a la democracia teocrática de los árabes saudíes, debería echar un vistazo a la propuesta de vender armas estadounidenses por valor de 1.029 millones de dólares al rey Salman
Riad ha dejado de bombardear al Isis en gran medida (¡sorpresa, sorpresa!), pero necesita armas desesperadamente después de quemar todos sus arsenales atacando a los yemeníes, hundidos en la pobreza. El contrato de venta de armas a Arabia Saudí ya fue aprobado por el Departamento de Estado estadounidense e incluye municiones de ataque directo fabricadas por la compañía Boeing y bombas guiadas por láser tipo Paveway, construidas por la firma Raytheon.
Los hutíes, huelga decir, aún controlan la mayor parte de Yemen, incluida la capital, Saná, pese a que es pura mitología de Riad la supuesta asistencia militar que el grupo yemenita recibió de Irán.
Grupos de defensa de los derechos humanos han acusado durante mucho tiempo a los saudíes de lanzar ataques aéreos y de asesinar indiscriminadamente a civiles. Según cifras de la Organización de Naciones Unidas, estas muertes ascienden a 2.355 [La ONU ha aumentado recientemente la cifra hasta los 5.700 muertos por el conflicto]. Cada una de estas vidas es tan preciosa como las 129 a las que se puso fin el pasado viernes 13 de noviembre.
Los estadounidenses y franceses presumiblemente querrían que los saudíes mataran a 2.355 miembros del Isis, pero esto no sucederá. El Congreso estadunidense ya autorizó a Obama a vender otros 600 misiles antiaéreos Patriot PAC-3, lo que aporta 5.400 millones de libras esterlinas (7.700 millones de euros) a los bolsillos de Lockheed, a pesar de que los hutíes no tienen un solo avión.
Supuestamente estos misiles están destinados a proteger a los saudíes de un ataque aéreo iraní, que nadie en toda la región del Golfo cree que tendrá lugar.
En cuanto a las nuevas leyes de emergencia de Francia, ninguna de éstas afectará a los saudíes ni a ninguna otra nación árabe. En Medio Oriente, donde los dictadores locales, reyes y emires –casi en su totalidad aliados de Occidente– regularmente espían a sus ciudadanos, intervienen sus teléfonos y torturan a su pueblo, a nadie le importa si las nuevas leyes de Hollande restringen la egalité o la liberté de los franceses.
Para los saudíes, la batalla familiar entre el príncipe heredero, el ministro del Interior Mohammed bin Nayef, y el ministro de Defensa, Mohammed bin Salman bin Saud, de 30 años de edad y siguiente en la línea de sucesión, quien ha encabezado el bombardeo saudita a Yemen, es mucho más interesante que el futuro del EI.
Y algo que interesa mucho más a Francia son sus propios y lucrativos acuerdos de venta de armas con Arabia Saudí, donde Hollande aún tiene esperanzas, algo lastimeras, cabe agregar, de suplantar a Estados Unidos y al Reino Unido como un proveedor de armas del máximo nivel. Tal vez crea que está en guerra con Isis, pero los mentores espirituales del así llamado califato permanecerán intactos.
Traducción: Gabriela Fonseca y Jorge Anaya.
Robert Fisk es corresponsal del diario británico The Independent en Oriente Próximo.
Este artículo fue publicado en Sinpermiso. Anteriormente había aparecido en La Jornada en forma de dos artículos, uno el 17 de noviembre y otro el 18 de noviembre de 2015.
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Robert Fisk (Sinpermiso)
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