ANÁLISIS
China: ¿el gato sigue cazando ratones?
Javier Santacruz Cano 20/01/2016
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El comienzo de 2016 difícilmente hubiera podido ser peor para los mercados financieros, asolados por continuos episodios de volatilidad que han dado lugar al peor arranque de año desde 2009. A la luz de estos hechos, muchos analistas se han lanzado a su deporte favorito: intentar buscar una explicación a lo sucedido, echando la culpa a algún fenómeno extraño (y a ser posible, lejano).
En este caso, lo “extraño” ha resultado ser la unión entre el petróleo y China como factores decisivos para explicar por qué los inversores venden como si no hubiera un mañana y entre los brókeres, la conducta generalizada es la de “ponerse corto” (tomar acciones a crédito para venderlas y recomprarlas a un precio más bajo). Por un lado, el desplome del precio del “oro negro” interesa (y mucho) a los países consumidores y que tienen una alta dependencia energética, como es el caso de España. Sin embargo, casi el 60% de la riqueza mundial la producen países cuya única fuente de ingresos es la explotación del petróleo y otras materias primas.
Por otro lado, China se sitúa como “la gran incógnita”, en palabras de los medios económicos internacionales, que parecen no acabar de entender un proceso de reforma económica sin precedentes, que ha catapultado al consumo como principal fuente de riqueza en la segunda mayor economía del mundo.
Muchos de estos medios (censurados, por cierto, por el Gobierno chino) aluden a la falta de libertad de información, la opacidad y la supuesta intención de engañar por parte de las autoridades, sobre el crecimiento real del país. Si bien las libertades, en todos los aspectos, siguen restringidas en China, es cierto también que la sociedad y las instituciones políticas y económicas han experimentado grandes transformaciones y enormes avances en los últimos años.
Uno de los hitos más importantes del último siglo ha sido la transformación radical de China, un viejo Imperio atacado por las grandes potencias durante más de dos siglos. El siglo XX ha sido para este país la oportunidad histórica que buscaba para sentar las bases de su expansión por el mundo, rememorando la “época dorada” de los siglos XVI y XVII, donde dinastías como los Ming dieron un gran empuje a la formación de China tal como la conocemos territorialmente hoy.
El cambio fundamental (a diferencia del Gran Salto Adelante de Mao o la Revolución Cultural) de China ocurrió en los años ochenta delsiglo pasado, y “empieza con el reconocimiento de la persona como ser creativo, capaz de organizarse por sí solo”, como recuerda el economista Luis Torras en su libro El Despertar de China.
Deng Xiaoping, sucesor de Mao y encarcelado en los tiempos de la Revolución Cultural, se da cuenta de que para que China evolucione, tiene que haber una liberalización progresiva de la economía con apertura hacia el exterior, dejando a la ideología aparcada para poder generar crecimiento y sacar a la población de la situación en la que se encontraba en 1979.
A partir de Deng Xiaoping, los gobiernos sucesivos fueron estableciendo políticas cada vez más inclusivas. Estas primeras reformas pasaron por el abandono del sistema comunal (que había demostrado su ineficiencia durante el mandato de Mao), una progresiva extensión de la propiedad privada o la concesión de autogobierno a las localidades que durante la etapa de Mao no tenían libertad para fijar impuestos ni establecer leyes. Ese autogobierno se convirtió enseguida en una forma de atraer capital ofreciendo un marco favorable a la inversión extranjera y a “la generación de confianza y amistad entre China y la comunidad internacional”, recuerda el diplomático Eugenio Bregolat, embajador de España en China en dos ocasiones y miembro del Consejo de Asesores del presidente chino.
El reconocimiento de la propiedad privada fue una auténtica revolución, dando el primer paso para convertirse en una economía en la que coexistiera el capitalismo en lo económico y el comunismo en lo social. A partir de aquel momento, los campesinos podían tener un excedente y venderlo; generando un incentivo a ser productivos, a buscar nuevas formas de cultivo, nuevas herramientas… Precisamente, Deng intentó solucionar la precaria situación en la que se encontraba el campo tras la bajada de precios y salarios por parte de Mao, con la consecuencia directa de millones de muertes, subiendo los precios de los alimentos en un primer momento y tratando así de dar un poco de aire a zonas más castigadas, para posteriormente implantar un incipiente sistema de mercado ligado a la oferta y la demanda.
Por esta misma senda han transcurrido tanto la última década del siglo XX como la primera del siglo XXI. La evolución de China tenía ya marcado un camino: por un lado aumentar la presencia del sector privado frente al sector público y, por otro, favorecer la apertura al exterior. De esta forma, se consiguieron ritmos de crecimiento de dos dígitos durante más de tres décadas apoyados en un crecimiento masivo del sector industrial combinado con la apertura hacia el exterior.
Todo este proceso de reforma económica ha experimentado un importante empuje desde la llegada al poder del presidente actual, Xi Jinping, en 2012, cediendo cada vez más protagonismo al sector privado. A pesar de eso, el Estado sigue muy presente en la economía y controla a través de diversas instituciones los diferentes negocios con el exterior, unas veces agilizando y otras dificultando el comercio (lentitud en los trámites burocráticos, impuestos, intervención, barreras arancelarias y no arancelarias, entre otros).
En materia de organización social, los avances han sido también notables, aunque con notables “puntos negros” como la corrupción de los mandarines y miembros del Partido Comunista, frecuentes oleadas de detenciones de disidentes y el estricto control de los medios de comunicación y las redes sociales. En este sentido, en la política de comunicación es donde falla estrepitosamente el empresariado chino cuando sale al exterior, acostumbrado a que con una llamada de teléfono o la intervención de un comisario de prensa, el mensaje que quieren transmitir llega de forma rápida y eficaz. No extraña que entidades como Wanda (el mayor grupo inversor del mundo de capital chino) no hayan sabido enfrentarse a severas campañas hostiles hacia su presencia en países como España.
Hasta 2012, la reforma económica cabe resumirse en los siguientes dos puntos:
a) Un sistema de precios que de verdad refleja la oferta y la demanda. Durante la etapa de Mao había sido una de las cosas que había motivado el fracaso económico ya que los precios no reflejaban la realidad económica, y fue uno de los principales escollos que tuvo que superar Deng. Junto con la inflación fue una de las causas de los graves sucesos que se produjeron en Tiananmen.
b) La Administración ha dejado de interferir en la dirección de las empresas, separándose la propiedad de la empresa de la gestión. Es en la década de los noventa cuando el gobierno decide que se produzca la separación entre empresas y Estado, y que las empresas tengan una gestión profesional. La Junta de Accionistas de la empresa nombraría al Consejo de Administración y éste designaría y controlaría a los ejecutivos. En el antiguo sistema vigente desde la etapa de Mao, los representantes del Estado y de la empresa solían ser los mismos, de modo que no había control alguno por parte de los directivos profesionales. Por ello, este movimiento es un giro hacia la profesionalización de la gestión empresarial.
Después de 2012, las reformas se han acelerado conforme China se ha convertido en la segunda mayor economía del mundo, empezando por el comercio exterior. En un primer momento, el plan de acción se basó en la apertura de las diferentes Zonas Económicas Especiales (ZEE) en las zonas más prósperas, liberalizándose los negocios para que estas pudieran competir con el resto del mundo. “Es fundamental para estas zonas el autogobierno que había dado Deng a las localidades, lo que hizo que las ZEE tuvieran un éxito aún más notable”, subraya la presidenta de China Club Spain, Margaret Chen.
Los factores que diferenciaban a estas regiones más prósperas, además de su localización, fueron un marco favorable para la entrada de capital extranjero (con leyes e impuestos más bajos), más flexibilidad y facilidades para el establecimiento de empresas, entre otras. Además, al contrario de lo que pasaba con Mao, al descentralizar Deng el poder, las localidades eran capaces de entender mejor las dificultades de su territorio y atajar los problemas que pudieran surgir de una manera más rápida y efectiva.
Puede verse en el siguiente gráfico el cambio radical en torno al comercio exterior en la primera parte del mandato de Xi en 2013.
[Gráfico 1: Total de exportaciones e importaciones de China]
Fuente: Chinese State Administration of Foreign Exchange, Rhodium Group estimates.
Esa primera etapa ha dado lugar a la actual: un cambio estructural para pasar de una economía industrial y exportadora a otra más volcada en el consumo y la demanda interna. Es frecuente oír que la fuerza de trabajo y sus precarias condiciones laborales son las causas del crecimiento chino. A pesar de que es un factor importante en, no es el único; si así fuera, algunos países africanos con menores salarios estarían creciendo más que China.
China es un país enorme, con gran cantidad de recursos naturales. Al mismo tiempo, está expandiendo sus vías de comunicación terrestres (carreteras, trenes, tranvía…) para comunicar los diferentes territorios. Sin ir más lejos, recientemente ha aprobado una nueva inversión ferroviaria por valor de medio billón de dólares.
Si partiéramos de esta base, es decir, que son los recursos naturales y la gran población los factores que explican el crecimiento de China hasta la actualidad, estaríamos obviando las causas esenciales del desarrollo del gigante asiático. Como en cualquier modelo económico, las condiciones iniciales son importantes, pero no son la causa del desarrollo económico y social. La extensión de la propiedad privada y las reglas de mercado que se han dado en los últimos años han favorecido las mejoras tecnológicas, la apertura al exterior y la descentralización (con el consecuente aumento de la productividad y la eficiencia).
Son la capacidad de mejora, de innovación, de adaptabilidad y flexibilidad las que diferencian a China, además de unos precios bajos que se explican no sólo por los salarios bajos, sino por el incremento de la productividad y las facilidades al transporte. Precisamente, como muestra el siguiente gráfico, los costes laborales ya no son tan atractivos, dada la escalada vertiginosa que han tenido en los últimos años.
[Gráfico 2: Evolución del coste laboral unitario. Fuente: National Bureau of Statistics]
Y en la cuestión de la productividad, puede verse en el siguiente gráfico. Este muestra una serie de países relacionando salarios y productividad mediante una puntuación. A mayor puntuación, mayor relación entre el coste salarial y la productividad.
[Gráfico 3: Relación salarios-productividad entre distintos países]
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Global Competitiveness Report 2011-2012
La productividad del trabajo depende fundamentalmente del nivel de cualificación de los trabajadores (formación y experiencia) y de la tecnología utilizada (bienes de capital y organización productiva). Si el salario es muy bajo, la empresa ahorra en costes, pero también puede ser que se resienta su productividad debido a que los trabajadores están desmotivados, al no encontrar un incentivo económico que recompense su esfuerzo. El mismo fenómeno puede ocurrir si las condiciones de trabajo no llegan al mínimo aceptable o si los trabajadores no se sienten valorados por la empresa.
Un factor muy importante es el I+D (gasto en investigación y desarrollo) en China, que ya ha alcanzado a la suma de los 28 países de la UE con un 1,98% de su PIB, según los últimos datos de la OCDE correspondientes a 2012. Además, el gasto del gigante asiático en I+D lleva una progresión notable y se ha triplicado desde 1995, alcanzando los 223.000 millones si se mide por paridad de poder de compra, según un informe publicado en la revista Science. Con esta cifra, China sigue muy por detrás de EE.UU. (344.000 millones) y la UE (259.000 millones), pero está ya por delante de Japón (115.000 millones).
¿Qué conclusión cabe extraerse de esto? Que no es sólo fuerza de trabajo lo que determina el dominio del gigante chino ni sus bajos costes salariales, sino que es su forma de hacer las cosas lo que está haciendo que destaque por encima de los demás estos últimos años, aunque queda mucho camino por recorrer, ya que las diferencias entre el que campo y la ciudad son notables y aún vive una inmensa cantidad de población alejada de las grandes ciudades.
Para ver esta diferencia claramente, la siguiente tabla refleja los “dos mundos” existentes en China, entendiéndose esto como la diferencia entre los entornos urbanos y los rurales en términos de PIB per cápita incluyendo Taiwán (uno de los territorios en vieja disputa):
Región |
Capital |
Área |
PIB (mill USD) |
Población (mill) |
PIB per cápita (USD) |
Hong Kong |
Hong Kong |
1.108 |
351.966 |
7 |
49.137 |
Macao |
Macao |
30 |
21.700 |
1 |
39.800 |
Taiwán |
Taipéi |
36.192 |
876.035 |
23 |
20.100 |
Tianjin |
Tianjin |
11.760 |
177.267 |
13 |
13.058 |
Shanghái |
Shanghái |
6.340 |
297.202 |
23 |
12.784 |
Guizhou |
Guiyang |
176.100 |
90.580 |
35 |
1.938 |
Tíbet |
Lhasa |
1.228.000 |
9.380 |
3 |
2.558 |
Guangxi |
Nanning |
236.700 |
185.370 |
46 |
2.987 |
Qinghai |
Xining |
721.000 |
25.910 |
6 |
3.562 |
Hainan |
Haikou |
33.920 |
39.944 |
9 |
3.520 |
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de del FMI y del Censo nacional 2010
Ésta es una muestra representativa de regiones que refleja la clara diferencia que existe en China entre las regiones más “pobres” y más “ricas”. Gráficamente puede mostrarse la tabla de la siguiente forma:
[Gráfico 4: Diferencias en PIB per cápita entre regiones de China]
Fuente: Elaboración propia a partir de FMI y Censo Nacional 2010
Como se puede ver, hay ciertas regiones cuyo factor común es no tener una buena situación geográfica, además de las políticas que dificultaron su desarrollo. Estos extremos podrían explicar (aunque sólo en parte) la distribución de los datos del PIB per cápita: se nota una falta de integración económica plena que permita, entre otras cosas, la redistribución de la renta.
Su posicionamiento cerca del mar y de vías de comercio y comunicación ha favorecido a regiones como Hong Kong o Macao, pero no solo es esto lo que ha fomentado su desarrollo. La facilidad para hacer negocios en sus territorios, sus bajos impuestos y otras medidas expansivas han fomentado el desarrollo de esas regiones hasta los niveles de PIB per cápita de países desarrollados como Noruega, Francia o Alemania.
A la luz de estos avances de las principales variables económicas, el futuro depara grandes retos. Dentro del amplio catálogo de medidas de reforma institucional se incluye un “sistema de evaluación” de la clase política, en el que se puntuará la integridad política, capacidad de liderazgo y de gobierno, la actitud y los resultados.
Este sistema puede incentivar a los funcionarios de las diferentes localidades, ya que los más capaces serán promocionados a puestos de más responsabilidad dentro del Gobierno.
Uno de los desafíos fundamentales para el Gobierno chino era y sigue siendo luchar contra la corrupción. Es notorio que las medidas descentralizadoras favorecieron en buena medida el desarrollo en las administraciones locales; pero eso hizo más difícil controlar la corrupción. La creación de “oficinas anticorrupción” en cada una de las administraciones locales combate el cohecho y el tráfico de influencias.
La corrupción es también uno de los elementos clave de la “segunda etapa” de la reforma económica. Teniendo en cuenta que China se ha convertido en la segunda mayor economía del mundo, los cambios que se producen en su estructura productiva tienen un impacto muy significativo sobre el resto del mundo, especialmente de aquellos países cuyo crecimiento dependen del gigante asiático.
Por ese motivo las reformas económicas chinas tiene repercusiones sonadas en los mercados financieros. La intención del Gobierno chino de quitar poder a la banca para dárselo a los mercados de capitales está provocando turbulencias en la Bolsa, con un peso todavía muy pequeño dentro del mercado de financiación (menos del 20%), según asegura el economista y director del único programa de radio en lengua hispana que se emite en directo desde Beijing, Alberto Lebrón.
Bolsa cerrada
Cada día, 20 brókeres se ponen de acuerdo para comprar y vender valores en China, en una Bolsa en la que no pueden operar inversores extranjeros salvo con un permiso especial (acciones que en ningún caso tienen los mismos derechos políticos que las que manejan los operadores chinos). Recientemente, una entidad española (Renta 4) ha obtenido el permiso para poder operar en acciones chinas aunque con menores derechos políticos que para un chino residente (dividendos, voz y voto en el Consejo).
Por si fuera poco, la mayor parte de la Bolsa se compone de empresas industriales, mineras y del sector agrario, precisamente los sectores “perdedores” en la reforma económica. Uniendo estos elementos se observa que la Bolsa no es representativa de lo que está ocurriendo en China, por mucho que se empeñen los medios de comunicación occidentales, la mayoría de ellos carentes de fuentes directas de información. Al igual que no se repara en que la Bolsa china subió un 150% en un año.
Como comenta la economista jefe del grupo financiero Caijing, Eva Ma, los niveles a los que llegará la Bolsa de Shanghái estarán más cerca de los 2.500 puntos que de los 3.000, justo el punto de partida de la gran subida que experimentó esta Bolsa hace un año. En el caso de Hong Kong, las cosas no parecen tan sencillas, a juicio de Santiago Vázquez, responsable para Europa de Quam Asset Management: “La pérdida del soporte de los 19.000 puntos hace muy difícil la vuelta al mercado alcista”.
El problema para el crecimiento mundial no reside en China: está en aquellos países que no han diversificado sus estructuras productivas y que dependen en exclusiva de la provisión de materias primas a China. En el nuevo modelo económico, mucho más basado en los servicios, China no necesita tantas commodities para desarrollarse. Por ello, ha ralentizado los ritmos de demanda de materias primas perjudicando a los llamados “emergentes”, cuyo peso en la economía mundial supera el 50% mencionado anteriormente y que absorben el 37,5% de la renta per cápita global.
La “bomba de relojería”, en suma, está en naciones de Suramérica como Brasil, en países mineros como Canadá o Australia y en otros con severos problemas de balanza de pagos como Rusia y, dentro de nada, Arabia Saudí si sigue sosteniendo la carrera suicida de desplome de los precios del petróleo. Mientras tanto, China continúa un proceso de internacionalización empresarial que poco a poco se van instalando en todo el planeta, popularizando el uso del yuan como moneda de referencia (aunque no todavía de reserva) y con una capacidad de influencia cada vez mayor.
En suma, 35 años después de la famosa frase atribuida a Deng (“Mientras cace ratones, lo mismo da gato negro que gato blanco”), el gato no sólo sigue cazando ratones sino que continúa aniquilando lo viejo y dando paso a lo nuevo. Como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la Historia, los “perdedores” intentan resistirse.
Javier Santacruz Cano es economista socio de China Capital y profesor de IEB.
El comienzo de 2016 difícilmente hubiera podido ser peor para los mercados financieros, asolados por continuos episodios de volatilidad que han dado lugar al peor arranque de año desde 2009. A la luz de estos hechos, muchos analistas se han lanzado a su deporte favorito: intentar buscar una explicación...
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Javier Santacruz Cano
Es economista y socio de China Capital.
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