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Era mitad de noviembre. Las elecciones catalanas aún se mantenían calientes gracias a la complejidad para alcanzar acuerdos de gobierno. Los medios, los políticos, los cuñaos… todo el mundo daba vueltas en círculo alrededor de un concepto extraño, que nadie sabía definir muy bien: el derecho a decidir.
En el vídeo que se adjunta, que pretende sintetizar el viaje que hicimos al Parlament, la investigadora y periodista Nuria Alabao dice que el “derecho a decidir” es la cortina tras la que se esconde la mera promesa de independencia, una palabra que suena agresiva y que los partidos independentistas, especialmente Junts pel Sí, necesitaban maquillar con algo más aséptico, más humano: decidir.
Nosotros intentamos precisamente la acción contraria: utilizar el debate sobre la independencia, la oportunidad política que se abría tras las elecciones catalanas, para tomarles la palabra, para ofrecerles una manera legal de hacer real (YA) ese derecho a decidir. Una fórmula, además, que encajaría perfectamente en el marco constitucional actual. No hablamos de consultas o de referéndums. Hablamos del derecho a votar. “Pero si ya votamos”, pensará el lector y estará equivocado. Lo que hacemos cada cuatro años es elegir a quienes luego votarán por nosotros, de ahí que se llamen elecciones, procedimiento electoral, cargos electos, etc.
Así, reclutamos a un equipo audiovisual y nos plantamos en una sala de comisiones del Parlament para explicar a todos los grupos parlamentarios --menos Ciudadanos, que al final no se presentó, a pesar de haber confirmado su asistencia--, cómo podrán dar un paso firme hacia esa cosa rara del derecho a decidir. ¿El problema? Que la fórmula que les presentamos no se limitaba sólo al tema indepe, sino que otorgaría voto --y vinculante-- sobre cualquier proposición o proyecto de ley que se tramitase en el Parlament.
También durante la cena previa --lo pueden ver en el documental--, el catedrático de ciencia política, Joan Subirats, hace una curiosa reflexión, “si las personas legitimadas para llevar a cabo nuestra propuesta son, precisamente, las que más poder perderían de aprobarla, ¿estarán dispuestos a hacerla? Ese, precisamente, era el segundo y temido efecto de nuestra visita, comprobar que son, precisamente, aquéllos que se llenan la boca con el derecho a decidir los que, a la postre, no están dispuestos a facilitarlo, y lo único que hemos tenido que hacer para demostrarlo es ofrecerles la posibilidad real de que cumpliesen lo que llevan años prometiendo.
La primera parte del documental, donde aparecen los comentarios ya señalados de Alabao y Subirats, pretende contextualizar la situación, a través del testimonio de personas implicadas y conocedoras de la realidad política catalana. En otra de las intervenciones destacadas, el periodista Guillem Martínez hace una palmaria sentencia: “La democracia es un periodo histórico y en España ha finalizado”. Se da, entonces, una paradoja: en un contexto político donde hemos retrocedido manifiestamente en términos de calidad democrática, de derechos y garantías, los responsables de esa depauperización son los primeros que blanden el derecho a decidir, que reclaman democracia. Esto se explica y se extrae de la visión que muestran el conjunto de invitados a la cena del documental: estas reivindicaciones no son más que el eslogan --la zanahoria-- que permite a los líderes políticos seguir marcando el paso, guiando el camino, por delante de una sociedad que les sigue ciegamente.
Nuestra intención no era facilitar la independencia de Cataluña. Lo que queríamos comprobar era la fiabilidad de la palabra de los líderes políticos, su compromiso con la gente. A las claras, queríamos aprovechar este tema del derecho a decidir para intentar establecer el derecho al voto real. Un derecho que permitiría frenar todas las reformas legales que han esquilmado la sanidad --en Cataluña y en España--, que han asfixiado la enseñanza --en Cataluña y en España--, que han sometido los recursos públicos al pago de la deuda –en Cataluña y en España-.
Nuestra intención, en última instancia, era dejar en evidencia a un modelo de representación agotado, que mira más por su supervivencia que por la de la gente, que utiliza a la gente para sobrevivir, para luego olvidarse de ella. Porque lo que proponemos es más real que todo el procés junto, es factible, desde ya, y si no lo llevan a cabo es porque no creen de verdad en el derecho a decidir, porque quieren seguir decidiendo sólo ellos.
Era mitad de noviembre. Las elecciones catalanas aún se mantenían calientes gracias a la complejidad para alcanzar acuerdos de gobierno. Los medios, los políticos, los...
Autor >
Francisco Jurado
Es jurista y secretario de la Vicepresidencia III del Parlamento de Andalucía.
Autor >
/
Autor >
Juan Moreno Yagüe
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