El gol del haitiano desaparecido
Joe Gaetjens, hijo de un alemán y una criolla, firmó ante Inglaterra en el Mundial de 1950 el gol más importante en la historia del 'soccer' estadounidense
Toni Cruz 3/02/2016
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“Apareció como de la nada, remató de cabeza y superó al portero inglés”. No hay ninguna toma del momento justo del remate que supuso el gol más célebre de Joe Gaetjens, porque la mayoría de las cámaras se habían ubicado en la otra meta esperando un encuentro unidireccional. Aquel tanto también se puede considerar el más importante de la historia del fútbol –soccer-- norteamericano. El testimonio que inicia esta historia es de su hijo mayor, Lesly, a la BBC, porque Joe ya no lo puede contar.
Estamos en 1950. La selección norteamericana de fútbol se prepara para el Mundial que se ha de disputar en Brasil en ese mismo año. El técnico escocés Bill Jeffrey afronta una tarea muy complicada. En quince años los norteamericanos apenas habían conseguido vencer en un encuentro (3-2 a Cuba, el que les valió para acceder al torneo) y la poca tradición futbolera de ese vasto país le había obligado a contar en sus filas con un conductor de coche fúnebre, un cartero… y un lavaplatos como el haitiano Joe Gaetjens.
Gaetjens era hijo de un alemán y de una criolla. Su abuelo había llegado a la isla como embajador comercial del rey de Prusia Federico Guillermo III. Amaba desde niño al fútbol y llevaba marcando goles con la cabeza en su país desde los 14 años en el Etoile Haïtienne, pero su talento no le generaba ingresos suficientes para vivir. Así que sus padres decidieron enviarle en 1947 a la Universidad de Columbia para que se labrara un porvenir estudiando contabilidad. Pero Joe no renunció a su gran pasión y pronto llamó la atención jugando en los parques de Nueva York. En ese año 1950 militaba en el Brookhattan mientras lavaba platos en el restaurante del presidente de ese mismo equipo para ir tirando. Cuando le propusieron formar parte de esa selección por cien dólares a la semana más dietas, no se lo pensó.
La columna vertebral de aquella selección estaba formada por italoamericanos de Saint Louis como Frank Borghi, Yogi Berra y Joe Garagiola. Todos habían jugado más al béisbol en sus vidas que al fútbol. Por eso, mientras emprendían el viaje en barco hasta Brasil The Belfast Telegraph les apodó “la banda de desesperanzados”. Gaetjens partió con esa expedición a pesar de no tener pasaporte americano. Bastó con su declaración de intenciones de nacionalizarse para que se admitiera su ficha. Luego, como veremos, se retractó.
Los temores iniciales se confirmaron en el primer partido. España, aunque con más problemas de los previstos, les venció en Curitiba 3-1 (con goles Igoa, Basora y Zarra en los últimos diez minutos de partido). Pero el tanto inicial de Pariagi les hizo ver que quizá no eran tan malos como pensaban.
El 29 de junio de 1950 les tocaba jugar en Belo Horizonte contra los ingleses. Era la primera participación de una selección británica en un Mundial. La expectación era máxima, tanta como la arrogancia de los pross. Su técnico Walter Winterbottom, después de vencer en la primera jornada del torneo con comodidad a Chile (2-0), decidió reservar a su gran estrella Sir Stanley Matthews para el encuentro decisivo ante España. Aun con todo, en la alineación figuraban leyendas como el portero Bert Williams, Alf Ramsey o el petulante Stan Mortensen.
Las apuestas para ser campeones del torneo eran 3 a 1 para los ingleses y 500 a 1 para los estadounidenses. Nada hacía indicar a los 15.000 espectadores que acudieron al estadio de la Independencia lo que iba a pasar. Menos cuando nada más pitar el árbitro el inicio del choque el equipo de los tres leones se lanzó en tromba para liquidar cuanto antes el encuentro. El defensa Walter Bahr le contó a The New York Times que en ese tramo de encuentro “jugaban para salvar sus vidas”. Sin embargo, sobrevivieron y el empuje inglés no se concretó en ningún gol. Eso les dio ciertas esperanzas que se materializaron en el minuto 38.
En ese instante, un centro lejano desde la derecha del propio Walter Bahr fue desviado por la cabeza de Joe Gaetjens –hay quien dice que con la oreja--. El rápido movimiento de desmarque y remate del haitiano burló a su defensor Laurie Hughes y pilló a contrapié al cancerbero Bert Williams. La pelota se le coló por el lado izquierdo de su portería. 1-0.
El resultado no se movería en la segunda parte a pesar de los desesperados intentos de los incrédulos británicos. La gran actuación del zaguero Charlie Colombo –tan rudo que jugaba con unos guantes que parecían de púgil-- fue clave. Al término del choque, el único periodista norteamericano presente (se pagó su propio viaje) no sabía cómo explicarlo. Menos capaces eran los representantes de los vencidos. La agencia United Press International envió un télex que todos tomaron por erróneo en Londres: “USA 1-England 0”. Tal fue así que hubo periódicos en las Islas que titularon con un “USA 1-England 10”.
Los americanos no pudieron completar su machada, perdieron ante Chile (2-5) y fueron eliminados. No volvieron a una Copa del Mundo hasta 1990. Nadie, salvo sus familias, esperó a los héroes a su regreso. Los medios nacionales apenas prestaron atención al desarrollo del torneo, pero Joe Gaetjens vio su oportunidad para vivir de su auténtica pasión. Nunca más trabajaría lavando platos (ni jugaría con la selección norteamericana, puesto que renunció a la posibilidad de nacionalizarse). Su familia, por cierto, no supo que estaba jugando ese torneo hasta que escuchó el nombre de Gaetjens por la radio.
El gol catapultó al delantero haitiano a la liga francesa. Allí jugó durante cuatro años primero en el Racing de París y luego en el Olympique Alès, sin mucho éxito. Sin embargo, su gol seguía siendo recordado en su isla. Cuando regresó en 1954 a Haití nunca imaginó su celebridad. Todos los jugadores de la isla fueron a recibirle al aeropuerto y no tuvo ningún problema para volver a ser la estrella de su Etoile Haïtienne. El día que volvió a vestirse de corto en su tierra todo el país se paralizó.
Parecía que el goleador de Belo Horizonte iba a vivir un retiro dorado en un entorno paradisíaco, pero el destino le tenía previsto un radical cambio de planes. Una lesión truncó prematuramente su trayectoria futbolística y decidió centrarse en sus negocios. Montó una cadena de lavanderías y se dedicó, según cuentan quienes le conocieron, a hacer proselitismo del fútbol ayudando a niños pobres, construyendo terrenos de juego y regalando balones.
Todo cambió definitivamente en 1957. Ese año se hizo con el poder en Haití Papa Doc Duvalier. Gaetjens llevaba una vida tranquila al margen de la política, pero sus hermanos Jean y Freddie se habían exiliado en la vecina República Dominicana y habían confesado su animadversión por el régimen sustentado por los Estados Unidos.
Unos años más tarde, en 1964, Duvalier decidió declararse presidente perpetuo y el resto de la familia de Gaetjens abandonó La Española para evitar cualquier tipo de represalia. Joe no, porque pensaba que su falta de implicación política y su condición de celebridad deportiva le hacía inmune. Se equivocaba.
El 8 de julio de 1964 un grupo de Tonton Macoutes –la sanguinaria policía secreta del régimen-- visitó su domicilio y se lo llevó apuntándole con un arma en la sien. Nunca más se supo de Joe Gaetjens. Se dice que le llevaron a Fort Dimanche, un lugar tristemente célebre por ser centro de tortura y ejecución. Se cuenta, igualmente, que el propio Duvalier fue en persona a darle el tiro de gracia. Su cadáver nunca fue encontrado.
Joe Gaetjens, el haitiano que marcó el gol más importante de la historia de los Estados Unidos, tuvo varios reconocimientos póstumos. El Estado que le mató lanzó una tirada de sellos que plasmaban su histórico gol. Incluso se rodó una película sobre aquella selección en 2005 –El partido de sus vidas, de David Anspaugh, en la que pintan a un Gaetjens titiritero y practicante de vudú cuando era cristiano practicante--.
Pero el reconocimiento indeleble a ese héroe lo plasmó su hijo en un canal de Historia de Haití. Durante un reportaje sobre la figura de su padre, Lesly Gaetjens trataba de acceder al Estadio Nacional de Haití –sitio a pocos metros del lugar donde acabaron con la vida de Joe--. No tenía credenciales y las puertas estaban cerradas. En el vídeo se explica que bastó con decirle al responsable del recinto el nombre de Gaetjens para que pusiera una gran sonrisa y les franqueara el paso. Las lágrimas de Lesly cayeron sobre el verde casi instantáneamente: “Es bueno saber que aún se le recuerda así”. Por un gol que nadie filmó. Por una vida que nadie supo tampoco exactamente dónde terminó ni por qué.
“Apareció como de la nada, remató de cabeza y superó al portero inglés”. No hay ninguna toma del momento justo del remate que supuso el gol más célebre de Joe Gaetjens, porque la...
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