Tribuna
Sanders, Corbyn y la crisis financiera
Simon Wren-Lewis Traducción: Paloma Farré 3/02/2016
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Poco después de que la verdadera magnitud de la crisis financiera hubiera quedado patente, recuerdo que, en una conferencia, comenté que al menos ahora la postura de los que adoptaban una actitud neoliberal radical (los mercados siempre tienen razón, el Estado sólo obstaculiza el progreso) no volvería a tomarse en serio. No podía haberme equivocado más. Pero, en cierto modo, creo que la “sorprendente” pujanza de la izquierda radical (y me refiero a aquellos que no se sitúan en el centro izquierda) en EE. UU., Gran Bretaña, y quizá algunos países europeos, refleja exactamente esta contradicción.
Basta con reparar en la situación del sector financiero para entender esta contradicción. Este sector ha sido, con mucho, la causa principal de la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, actualmente, se encuentra básicamente en la misma situación en que se hallaba antes de la crisis. Las razones por las que esto es así no son puramente económicas: los economistas saben que es perfectamente posible hacer cambios fundamentales en el sector que podrían reducir, de modo significativo, las posibilidades de que se produzca otra crisis a bajo costo, pero dichas posibilidades simplemente no están en la agenda política. Por ejemplo, Admati y Helwig han expresado, de forma convincente, que el problema con los bancos son los bajísimos requerimientos de capital, pero las reformas reales han sido mínimas.
La razón es muy sencilla: el sector financiero tiene poder político. Muchos de los situados en el centro izquierda parecen demasiado tímidos o demasiado ignorantes para hablar de este poder públicamente y, por consiguiente, no están dispuestos a desafiarlo. La derecha política y su aparato mediático ayudan a distraer a aquellos que apenas se interesan por la política y la economía haciéndoles creer que sus problemas en realidad se deben a la existencia de demasiados migrantes o de unas prestaciones sociales demasiado generosas. Los afiliados o simpatizantes de partidos políticos de izquierdas tienden a comprender mejor lo que está ocurriendo. En pocas palabras, un sector que ha provocado grandes perjuicios y grandes pérdidas a todos ha salido prácticamente indemne, de tal modo que fácilmente podría hacerlo de nuevo.
Sin embargo, la situación es aún peor. La derecha ha logrado transformar la crisis financiera en una crisis imaginaria de financiación del endeudamiento de los gobiernos (o, en la Eurozona, con la ayuda del BCE, en una crisis real) que requería esa reducción de la dimensión del Estado con la que sueñan los neoliberales. La crisis financiera, lejos de poner en evidencia los defectos del neoliberalismo, ha logrado su triunfo. Frente a este extraordinario giro de los acontecimientos, ¡muchos de los situados en el centro izquierda quieren admitir la derrota y aceptar la austeridad!
Esto es un escándalo de marca mayor, y si los líderes reconocidos de la izquierda no lo admiten, no es de extrañar que los afiliados y simpatizantes de los partidos busquen en otra parte quien lo haga. Ahora bien, los entendidos pueden advertir de que la izquierda radical, en muchos casos, no ha captado la naturaleza del problema y simplemente está repitiendo viejas consignas, y, aún peor que votar a líderes radicales, la izquierda puede perder la posibilidad de obtener el poder, pero inevitablemente esto puede sonar simplemente a la transigencia de muchos de los que se sitúan en el centro izquierda. Lo que la victoria de Corbyn muestra a los demócratas de EE. UU. es el poder de la contradicción entre la crisis financiera global y el lugar en que nos encontramos ahora.
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Traducción: Paloma Farré
Este texto se ha publicado en el blog Mainly Macro el 28 de enero.
Poco después de que la verdadera magnitud de la crisis financiera hubiera quedado patente, recuerdo que, en una conferencia, comenté que al menos ahora la postura de los que adoptaban una actitud neoliberal radical (los mercados siempre tienen razón, el Estado sólo obstaculiza el progreso) no volvería a...
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Simon Wren-Lewis
Profesor de Política Económica en la Blavatnik School of Government, de la Universidad de Oxford.
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Traducción: Paloma Farré
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