Tribuna
Pero Esperanza, ¿qué os está pasando en el PP?
Puede que no estemos asistiendo al fin del Partido Popular, sino a su renovación. Que la purga judicial esté simplemente haciendo la labor que el partido ya era incapaz de hacer desde dentro de sus propias filas
Emmanuel Rodríguez / Isidro López 15/02/2016
Esperanza Aguirre
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Esperanza dimite sí, pero como es su costumbre, a medias. Mantiene el acta de concejal y deja la presidencia de un partido que se cae a pedazos. La fiscalía, la Guardia Civil y un importante puñado de jueces están poniendo en jaque a la organización que hasta hace poco era el sumatorio de todas las derechas, desde la más extrema y castiza hasta la más moderna y centrada. Por tal causa, hay en estos días una gran satisfacción, pero también debiera existir mucha, muchísima perplejidad.
La cuestión no reside en que Esperanza dimita y que lo haga, como siempre, a su modo. Recuerden que esta mujer es especialista en una increíble maniobra contorsionista: la de ponerse de perfil, hasta casi desaparecer, cuando pasa un vendaval, para luego saltar al ruedo con un descarado “Aquí estoy, ¿qué pasa?” Lo que debemos resolver es la naturaleza de aquello que la ha obligado a dimitir. Y esto no es exactamente la sistemática propensión de los populares a la corrupción, cuanto un huracán que está destrozando, ¡desde dentro!, al principal partido del país.
Algunas preguntas: ¿por qué la judicatura abre esta ofensiva justo en medio de un periodo de inevitables pactos de Estado? ¿Por qué instituciones, que en este país apenas se puede decir que tengan siquiera una mínima tradición de independencia política, se ponen ahora en contra del partido que mejor les ha servido? ¿Es posible que se acumule tamaña cantidad de casos de corrupción contra cargos del PP sin ayuda de “algo” que está dentro del PP? Y sobre todo, ¿por qué Cifuentes se lima las uñas mientras su propio partido se descompone a su alrededor?
Aquí una hipótesis: quizás a lo que estamos asistiendo estos días no es a la liquidación del PP, que como un gigante de piedra corrompida cae ante los mazazos de la justicia (terrena y divina). Quizás el significado del espectáculo sea otro bien distinto y tenga que ver con los particulares modos de regeneración de la derecha española. Puede que el PP se haya tomado una lavativa hecha de imputaciones y purgas internas, y que importe poco que tras este proceso el PP se siga llamando PP.
Un poquito de historia. Desde hace algunos años, mucho antes de Podemos e incluso del 15M, son muchas las voces que desde el ámbito del alto periodismo, de la gran empresa y de la nobleza de Estado ven serios problemas en el estilo y modelo del Partido Popular. Todas ellas apuntan los mismos puntos: la voracidad de las redes clientelares del partido, muchas veces tan degeneradas que ya resultan disfuncionales; la inflexibilidad de cierto estilo retórico de marchamo tardofranquista, incapaz de llegar al “centro” (tengan en mente a Marhuenda e Inda); y ¿cómo no?, el inevitable “envejecimiento del electorado”. En definitiva, hay personas respetables que vienen avisando de que los populares padecen una enfermedad crónica llamada “obsolescencia”, algo por otra parte corriente en todo producto político.
Y sin embargo durante casi una década no se ha dispuesto de un remedio muy claro. En los años de Zapatero se probó una notable y agresiva renovación con epicentro en Madrid. Para ello se importó y se adaptó el estilo neocon / neoliberal estadounidense, al tiempo que se trazaba un nueva articulación virtuosa entre clase política, new media y movimientos sociales (¿se acuerdan de los Peones Negros o de las “marchas de la familia”?). Aguirre en persona fue la mejor y más acabada representación de los spanish neocon. También en esos años se pusieron en marcha los partidos de la “regeneración”: UPyD, que contó con increíbles apoyos, pero que debido a la incapacidad de su staff resultaron siempre insuficientes; y Ciutadans, que tras pasar unos años en el banco de pruebas catalán, se ha convertido en el Ciudadanos que hoy conocemos. Sea como fuere, parece que el tratamiento no ha resultado suficiente. Al fin y al cabo, en esto consiste la actual crisis del régimen político.
Hay otra cuestión que en este vodevil de dimisiones e imputaciones conviene tener en cuenta. La derecha no discute. No resuelve sus diferencias internas a través de un largo y tedioso diálogo. Obviamente, su público no reclama un gran debate sobre estrategia, modalidades de organización y principios fundamentales. De hecho, la gran virtud de la derecha española es que se construye y se define, como realidad política y cultural, a partir de los vacíos de su oponente. Claro está, esto no quiere decir que la izquierda española discuta gran cosa. Pero incluso en este país, los giros estratégicos más oportunistas de los partidos de izquierda se han justificado a través de pantallas de humo teórico. Recuérdense, por ejemplo, los sucesivos abandonos del “marxismo” y el “leninismo” en la Transición, o actualmente toda la literatura juvenil en torno al “populismo” en Podemos.
Volviendo al problema, ¿cómo se renueva un partido que no discute? ¿Cómo se hace un partido nuevo con elementos que parecen del todo gastados? ¿Cómo se levanta con semejante morralla una opción de gobierno creíble, eficaz, funcional a los poderes y a las élites de toda la vida? Pues parece que, hoy por hoy, con la disciplina del “terror judicial”.
Por eso, puede que en estos meses no estemos asistiendo al fin del PP, sino a su renovación. Que la purga judicial esté simplemente haciendo la labor que el PP ya era incapaz de hacer desde dentro de sus propias filas. Que otros poderes del Estado se hayan tomado definitivamente en serio que su gran problema no es sólo el 15M, Podemos o los municipalistas, sino sobre todo el Partido Popular.
Naturalmente, para evitar estar entre los purgados, Aguirre, con más vidas que media docena de gatos, a la que le da igual un accidente de helicóptero que un atentado terrorista, una Púnica que un Granados, se ha echado a un lado. Ahora bien, si como hasta ahora se vuelve a cumplir en esta mujer aquello de que lo “que no mata te hace más fuerte”, parece seguro que dentro de un tiempo volverá para decirnos con su habitual gracejo: “Aquí estoy señores, vuelvo con más energía que antes”.
Esperanza dimite sí, pero como es su costumbre, a medias. Mantiene el acta de concejal y deja la presidencia de un partido que se cae a pedazos. La fiscalía, la Guardia Civil y un importante puñado de jueces están poniendo en jaque a la organización que hasta hace poco era el sumatorio de todas las...
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Emmanuel Rodríguez / Isidro López
Emmanuel Rodríguez es historiador, sociólogo y ensayista. Es editor de Traficantes de Sueños y colaborador de la Fundación de los Comunes. Su último libro es ¿Por qué fracasó la democracia en España? La Transición y el régimen de 1978.
Isidro López es diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid.
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