Fondo de armario
Cerebros de silicio
Ray Kurzweil calcula que en pocas décadas habrá máquinas más inteligentes que nosotros y que podrán existir mentes conscientes no biológicas
Raúl Gay 9/03/2016
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Ray Kurzweil
Prólogo de José Luis Cordeiro
Traducción de Carlos García Hernández
Lola Books 2013
321 páginas
Ray Kurzweil puede ser uno de los mejores científicos e inventores de la actualidad. Puede ser un buen escritor de ciencia ficción. O puede ser el hombre que profetiza y nos lleva al transhumanismo, un mundo en el que conviven humanos y máquinas inteligentes.
A los cinco años decidió que quería ser inventor y lo ha conseguido. Sus empresas han diseñado ordenadores que componen música, reconocedores de voz (Siri se basa en sus tecnologías), escáner de ordenador, programas que leen texto escrito (útil para ciegos), sintetizadores… Posee una fortuna de 27 millones de dólares, toma 150 pastillas al día para retrasar el envejecimiento y en sus libros ha predicho avances tecnológicos que parecían imposibles en su momento: la popularización de Internet, las revueltas ciudadanas apoyadas por la tecnología, Deep Blue ganando la ajedrez, los coches sin conductor, el ebook…
Para ello, trabaja con la Ley de Rendimientos Acelerados, bautizada por él mismo, que explica la evolución exponencial de las tecnologías de la información (una ampliación de la conocida Ley de Moore sobre la capacidad de los chips). Su trabajo reciente se centra en la Inteligencia Artificial y Google lo ha contratado para construir un sistema de inteligencia artificial. Calcula que en pocas décadas habrá máquinas más inteligentes que nosotros (la llamada Singularidad) y podrán existir mentes conscientes no biológicas. De esto último trata su libro Cómo crear una mente, publicado en España (muy mal editado, por cierto) por Lola Books.
Kurzweil comienza con un repaso a la evolución del ser humano y su cerebro, recordando que somos información, ni más ni menos. Somos cadenas de ADN que contienen información genética transmitida, modificada y ampliada generación tras generación. Nuestros cerebros crean y contienen información y hemos diseñado tecnologías que se basan, precisamente, en unos y ceros. Esta tecnología es cada vez más compleja y se crea más rápido: costó miles de años descubrir la máquina a vapor, pero pocas décadas pasar de ella a Internet. El siguiente paso es nuestro cerebro: saber exactamente cómo funciona, cómo repararlo y cómo crear máquinas que lo imiten.
Para ello, es necesario saber cómo funciona el pensamiento. En resumidas cuentas: con patrones. El clásico ejemplo de una palabra mal escrita o a la que le faltan letras y todos la entendemos. El cerebro ve señales, las enlaza con otras anteriores, busca un patrón y rellena los huecos. Esto es gracias al neocórtex, lo que realmente nos diferencia de otros seres vivos.
Una especie sin neocórtex puede tardar una enorme cantidad de generaciones en aprender nuevos comportamientos de importancia. La ventaja fundamental que conllevó el neocórtex en lo que se refiere a la supervivencia fue que podía aprender en cuestión de días. Si una especie se encuentra en circunstancias que han cambiado drásticamente y un miembro de dicha especie inventa, descubre o simplemente se topa con una manera de adaptarse a dicho cambio, otros individuos se darán cuenta de ello, procediendo aprender y copiar dicho método, que rápidamente se es partida como una plaga por toda la población.
¿Qué estructura tiene este neocórtex? Pues después de muchos estudios, se ha descubierto que se parece mucho a la de un chip. Es una de las claves de la teoría de Kurzweil: si, como se dice popularmente, el cerebro es un ordenador, un ordenador puede llegar a ser como un cerebro. Y sugiere que en un futuro podremos tener un neocórtex compartido, igual que hoy compartimos documentos, fotos y música en la nube.
Algunas personas se muestran preocupadas sobre lo que le pasará a aquellos que opten por rechazar una expansión de la mente de estas características. Al respecto yo señalaría que esta inteligencia adicional residirá fundamentalmente en la nube, donde la mayor parte de la inteligencia de nuestras máquinas ya está almacenada. Cuando utilizamos un buscador, usamos un sistema de reconocimiento del habla en nuestro teléfono móvil, consultamos un asistente virtual como Siri o usamos nuestro teléfono móvil para traducir un signo en otra lengua, la inteligencia no reside en el propio dispositivo, sino en la nube. Ahí también se hospedará nuestro neocórtex expandido. El que accedamos a dicha inteligencia a través de la conexión neuronal directa o de la forma que lo hacemos ahora es una distinción arbitraria. Ya hemos estado organizando en la nube gran parte de nuestra memoria personal, social, histórica y cultural, y en último término lo haremos también con nuestro pensamiento jerárquico.
Kurzweil repasa los proyectos en marcha para replicar cerebro de animales en forma digital. Se calcula que en menos de una década existirá un simulador de cerebro humano construido con microchips. Entre los proyectos de inteligencia artificial exitosos, cita sus programas de reconocimiento de voz (que han dado paso a Siri y Google Voice), Deep Blue y la partida de ajedrez y Watson ganando a Jeopardy! Estos proyectos de inteligencia artificial en diferentes campos no hacen más que crecer: asistentes virtuales, coches sin conductor, la web semántica, los programas de reconocimiento de voz...
Estamos rodeados de inteligencia artificial y ya no tenemos la mano puesta sobre el enchufe. El simple hecho de contactar con alguien a través de un mensaje de texto, de un email o de una llamada de teléfono móvil implica el uso de algoritmos inteligentes que enrutan la información. Casi todos los productos a nuestro alcance están originariamente diseñados mediante la colaboración entre la inteligencia humana y la artificial, y después son construidos en fábricas automatizadas. (...) Si mañana todos los sistemas de inteligencia artificial decidieran hacer huelga, nuestra civilización se vería incapacitada. Por fortuna, nuestras inteligentes máquinas no son todavía lo suficientemente inteligentes como para organizar una conspiración así.
Kurzweil escribe sobre la frontera entre biología y filosofía. Se pregunta si la clave para la inteligencia artificial no será la inteligencia en sí (velocidad, memoria…), sino la consciencia. ¿Y qué es la consciencia? Difícil definirla... Científicos y filósofos debaten desde hace décadas y no hay una respuesta clara, sólo metáforas y circunloquios. Kurzweil argumenta que la ciencia busca lo objetivo y la consciencia es lo más subjetivo que existe. Por eso escapa a la definición. ¿Cómo saber si algo es consciente? Kurzweil ofrece un concepto: qualia. Wikipedia lo define como “las cualidades subjetivas de las experiencias individuales. Por ejemplo, la rojez de lo rojo, o lo doloroso del dolor”. Así, avanza que en un futuro este concepto será capital para diferenciar una máquina normal de una máquina consciente.
Imagínese que usted se encuentra con una entidad futura (un robot o un avatar), que es absolutamente convincente lo que se refiere a sus reacciones emocionales. Se ríe convincentemente de sus chistes y además le hace reír y llorar. Le convence de su sinceridad al hablar de sus miedos y anhelos. Parece consciente en todas sus formas. De hecho, tiene el aspecto de una persona. ¿Aceptaría usted a esta entidad como si fuera una persona consciente?
Si en un futuro hay máquinas conscientes, ¿tendrán derechos, como los animales? ¿Por qué un perro tiene mas derechos que una hormiga? Porque vemos consciencia en él. ¿Habrá máquinas con derechos y máquinas sin derechos? ¿Seguiremos considerándolas máquinas?
Faltan muchos años para que algunas de las ideas propuestas en este libro se cumplan. Pero lo cierto es que las tecnologías de la información avanzan cada vez más rápido y la última frontera de la ciencia, como suele decirse, es nuestro cerebro.
Cómo crear una mente es un libro fascinante (aunque a veces difícil de seguir para los que no somos expertos en la materia) que ofrece preguntas y lanza hipótesis muy interesantes sobre la mente y la posibilidad de tener máquinas inteligentes en un futuro. Blade Runner puede no estar muy lejos.
Ray Kurzweil
Prólogo de José Luis Cordeiro
Traducción de Carlos García Hernández
Lola Books 2013
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Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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