El PNV tantea a Podemos
La primera fuerza política en Euskadi siempre ha recurrido a estímulos nuevos. Y a seis meses de las elecciones autonómicas, las encuestas vaticinan que ya no podrá gobernar con los socialistas a partir de otoño
Gorka Castillo 30/03/2016
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El PNV ya no es lo que era. Algo ha cambiado en el nacionalismo institucional vasco para que desvele los misterios insondables de su política durante la solemne ceremonia del Aberri Eguna. En los viejos tiempos era el día para que tipos como Xabier Arzalluz, al que las malas pulgas y sus mensajes de serrucho le convirtieron en un virtuoso del exabrupto mediático, proclamaran aquello de que Euskadi es su única patria. Ahora ya no. El lehendakari Iñigo Urkullu es más discreto. Aguarda con educación salesiana su turno de palabra en el acto central y anuncia que el PNV no es como CiU porque busca el acuerdo para transformar el marco estatutario actual “en una Confederación de Estados vascos, en la nación foral”, junto a Navarra. Lo hizo sin subir excesivamente el tono de voz ante su sólida militancia, que sólo entonces se sintió liberada.
La primera fuerza política en Euskadi siempre ha recurrido a estímulos nuevos para evitar la relajación de su tropa. Y a seis meses de las elecciones autonómicas, las encuestas le dibujan un panorama que se complica a medida que se descuelgan los días en el calendario. Podría decirse que el PNV trata de disimular su brote de ansiedad con proclamas sobre cambios estatutarios. No le queda otra que agitar su adormilado jardín porque de seguir en el estado actual puede pasar de gestionar la mayor cota de poder de toda su historia a compartir un escenario tan fragmentado que le impida gobernar. Ahí descansa la cordialidad y el buenrollismo mostrado en los debates de investidura con Pedro Sánchez. Cierto es que de no mediar un cataclismo bíblico, Urkullu volverá a ganar las elecciones al Parlamento vasco, pero con Podemos cuestionando su hegemonía y situado como árbitro de la situación. Tanto es así que si los comicios previstos para el próximo otoño se celebraran hoy la imbatible coalición que suelen conformar nacionalistas y socialistas sería derrotada por una hipotética alianza entre Podemos y Bildu. No es de extrañar que el calculador temple negociador del PNV haya empezado a convertirse en gelatina.
La primera invitación de tanteo preelectoral realizada por los jeltzalesha sido con la formación de Pablo Iglesias. Pero la reunión sólo ha servido para constatar lo que ya sabían: que para la nueva secretaria general en Euskadi, Nagua Alba, el cambio pasa por desalojar a los nacionalistas del Gobierno vasco. Poco más pudieron escuchar. El problema para las aspiraciones de la formación morada es que la legislación vasca facilita mucho más la investidura de un candidato que la que mantiene reunido a Pedro Sánchez hasta altas horas de la madrugada. En Euskadi, cada grupo parlamentario puede presentar su propio candidato y se impone el que que logre más apoyos en una Cámara con 75 escaños. Hace cuatro años, Íñigo Urkullu sólo necesitó el respaldo de los 27 parlamentarios de su partido en la segunda votación, frente a los 21 que obtuvo su rival, la abertzale Laura Mintegi, para ser elegido lehendakari.
Hay quien asegura que al PNV podría penalizarle la corrupción que comienza a brotar por las verdes praderas. El último caso afecta a 26 personas ligadas al partido de Andoni Ortuzar (algunas con cargos en la Administración) acusadas de diez presuntos delitos de negocios sucios para quienes la Fiscalía ha solicitado un total de 442 años de cárcel. Luego está por ver el impacto que tendrá el “efecto Otegi” sobre el sector más agotado del electorado abertzale que en las últimas elecciones votó a Podemos.
En la formación morada no esconden que han entrado de lleno en los caladeros tradicionales de la izquierda abertzale, con un discurso muy focalizado en las intrincadas redes clientelares del PNV, en los efectos devastadores de la crisis económica, en el derecho a decidir y en el acercamiento de los presos de ETA. El Bildu que deberá pilotar Arnaldo Otegi, por el contrario, está sumamente debilitado tras sufrir una severa derrota en las elecciones municipales y forales de mayo y que se desplomó sin paliativos en las generales de diciembre ante el empuje arrollador de Podemos. Sirva como muestra el botón del municipio guipuzcoano de Mondragon, un feudo histórico de la izquierda abertzale, que hoy es gobernado por la formación morada. Y no es el único.
Fuentes de Bildu reconocen en privado que viven un momento crucial. La decisión que han tomado para frenar la sangría de votos pasa “por girar el discurso hacia lo social sin solapar el independentismo y el proceso de paz”. Estos portavoces creen que el carisma de Otegi será suficiente para lograrlo en los comicios de otoño. Todo parece indicar que competirá contra una mujer, la jueza Garbiñe Biurrun, a la que los dirigentes de Podemos intentan convencer contrarreloj para que acceda a convertirse en su candidata en Euskadi.
Del resto de partidos pocas novedades existen salvo que el PSE sigue con su encefalograma electoral plano y el PP camina de manera inexorable hacia una lenta extinción. En el País Vasco, Ciudadanos no existe o, mejor dicho, es una escisión quirúrgica de los populares con una extraña tendencia a pegarse tiros en el pie con su hostigamiento al tótem que todos, y especialmente el PNV, adoran como al becerro de oro, es decir, al Concierto Económico.
El PNV ya no es lo que era. Algo ha cambiado en el nacionalismo institucional vasco para que desvele los misterios insondables de su política durante la solemne ceremonia del Aberri Eguna. En los viejos tiempos era el día para que tipos como Xabier Arzalluz, al que las malas pulgas y sus mensajes...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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