Bariloche, la ciudad que no vio Obama
El turismo genera aproximadamente el 40% del producto bruto anual, unos 1.300 millones de euros, en la "joya de la corona argentina”. Más de un 30% de su población se encuentra por debajo de la línea de pobreza
Santiago Rey Bariloche , 6/04/2016
Vista de una de las barriadas de viviendas precarias que conforman El Alto de Bariloche.
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- ¿Quién?
- Obama, el Presidente de Estados Unidos.
- Ah, sí... acá no vino.
Acá, es el barrio Nahuel Hue. Una ocupación de cientos de casillas precarias donde malvive el sector más olvidado de Bariloche. Junto a otras barriadas conforman lo que en la región se conoce como el Alto. El Alto de Bariloche, a 1.600 kilómetros de Buenos Aires. La zona gana periódicamente la portada de los diarios nacionales. Aquí la Policía de la Provincia de Río Negro asesinó a tres jóvenes en 2010, y también en sus calles se iniciaron los saqueos a supermercados que luego se replicaron en otros puntos del país, en diciembre de 2012.
- ¿Quién?, preguntó Carlos, un trabajador del norte del país que, como tantos otros, llegaron a Bariloche atraídos por la publicidad sobre las bondades que tiene para ofrecer la “Suiza argentina”. La población en la ciudad crece a un ritmo superior al 20 por ciento cada 10 años, según los últimos dos censos nacionales.
A pesar que lleva 5 años en Bariloche, Carlos aún no conoce el paseo Circuito Chico, ni navegó las aguas del lago Nahuel Huapi, y mucho menos se alojó en las lujosas y costosas habitaciones del Hotel Llao Llao en las que Barack Obama y su familia descansaron 7 horas, el pasado 24 de marzo.
Centenares de efectivos de seguridad e inteligencia de Estados Unidos, siete aviones, limusinas, helicópteros, equipos de comunicación de alta tecnología fueron necesarios para cuidar a Obama. El centro de la ciudad se vio alterado: corte de calles y rutas, interrupción de las comunicaciones, y la atención mediática mundial.
Pero Carlos no se enteró, o apenas lo escuchó por la radio. Como cada mañana desde que comenzaron los primeros fríos de un otoño tardío, recorre las polvorientas calles de los barrios populares de la “Joya de la corona Argentina” --como tituló un diario español--, en busca de leña para calefaccionarse y cocinar. Se prepara para las lluvias que anegarán las calles de su barrio y continuarán --intercaladas con nevadas-- hasta entrado el verano. El clima es duro en esta ciudad enclavada en la precordillera de los Andes, en la Patagonia argentina. Y un importante porcentaje --que se estima del 25 al 35 por ciento-- de los 140.000 habitantes aproximadamente no cuenta con provisión de gas natural. Carlos entre ellos.
El turismo genera aproximadamente el 40 por ciento de un producto bruto anual que ronda los 22.000 millones de pesos (unos 1.300 millones de euros). Ese muy importante volumen de dinero se concentra en las pocas manos que manejan el negocio turístico. La pretendida redistribución es escasa. Un regresivo esquema tributario hace el resto: el Estado municipal de Bariloche recaudó en 2015 apenas 350 millones de pesos (20,5 millones de euros) de los más de 22 mil millones de pesos que generó la ciudad.
Y la “joya de la corona argentina” tiene bajo la línea de pobreza a más del 30 por ciento de su población --con un 12 por ciento de indigencia--, de acuerdo con un estudio privado, del año 2013. A este dato debe sumarse el impacto negativo que han generado las políticas neoliberales implementadas por el nuevo presidente, Mauricio Macri. Desde diciembre pasado, la inflación, los despidos y el ajuste han incrementado los niveles de pobreza en todo el país. La Universidad Católica Argentina estimó que en el primer trimestre de 2016 (ya bajo el Gobierno de Macri) 1,4 millónes de personas cayeron en la pobreza.
Bariloche padece de manera directa esa situación por el aumento de precios y la retracción de la actividad económica y el consumo; y de forma indirecta ya que en situaciones de crisis los argentinos vn menos de vacaciones y cae el turismo interno.
El paraíso y los compromisos
"Michelle, las chicas y yo tomamos un desvío en Argentina para ir de excursión por la Patagonia --y quería compartir esta foto que tomé. Caminamos a lo largo de lagos glaciares rodeados por montañas cubiertas de nieve. Fue hermoso --exactamente el tipo de lugar tenemos que proteger para nuestros hijos, y para sus hijos. Estoy agradecido con mis hijas por haberlo visto. Y si queremos que cada nueva generación pueda verlo como lo hicimos nosotros, tenemos que seguir haciendo todo lo que esté en nuestra mano para combatir el cambio climático. Es el único planeta que tenemos, y es espectacular. Así que vamos a cuidar bien de él". Este elogio al paisaje y la apelación al cuidado medioambiental fueron posteados por Obama en su Facebook, luego de la visita a Bariloche.
El sector turístico barilochense se entusiasmó con la publicidad que el presidente estadounidense regaló a la ciudad. Nadie puede mensurar el efecto que en cantidad de turistas tendrá esa propaganda. En cambio, sí es palpable el resultado del reencauzamiento de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos, tras la salida del poder del kirchnerismo --2003/2015-- que tomó distancia de las imposiciones financieras del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las políticas norteamericanas.
Pocas horas después de la partida de Obama, el Gobierno de derecha argentino anunció la salida del país del canal Telesur, emisora financiada por las naciones latinoamericanas que tuvieron, en los últimos años, experiencias progresistas o populistas. Ese canal se había constituido en la Argentina en una de las pocas voces discordantes al coro mediático monopólico que se encolumnó tras el nuevo Gobierno. El país ya no aportará los recursos para sostener la corresponsalía local, y además sacará a Telesur de su grilla de canales en el sistema de Televisión Digital. Los operadores privados de la televisión por cable entendieron el mensaje y dejaron a sus abonados sin la posibilidad de ver la señal generada en Venezuela.
Coincidencia o no, pasaron apenas tres días desde la despedida del presidente norteamericano cuando la gestión de Mauricio Macri --uno de los cinco mandatarios del mundo involucrado en el Panama Papers por formar parte de una sociedad offshore en un paraíso fiscal-- comunicó que no continuará con la construcción del satélite geoestacionario Arsat III. La anterior gestión presidencial activó la industria satelital, y puso en órbita los dos primeras satélites Arsat, con el objetivo de “iluminar” el país y América del Sur con la provisión de servicios de comunicación e internet. La “soberanía espacial”, como lo denominó el kirchnerismo, llegó a su fin bajo el imperio de la lógica de mercado: recién cuando los satélites en órbita generen ingresos por el alquiler de sus servicios, se reactivará la construcción del Arsat III.
Esta medida impacta de forma directa en Bariloche, la ciudad que durante siete horas alojó a Obama. Los satélites se construyen en la empresa estatal INVAP, con sede en la localidad andina. El desmantelamiento del proyecto derivará en despidos y en recortes a los fondos que el INVAP redistribuiría en salarios y compra de servicios.
Pero hay más. El presidente de Estados Unidos arribó a la ciudad en una fecha emblemática: en Argentina se conmemoraba el 40º aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que abrió la puerta a la más sangrienta dictadura cívico-militar-eclesiástica. Un golpe con el que Estados Unidos tuvo mucho que ver. Pocos días antes de la llegada de Obama, Estados Unidos informó de que desclasificaría archivos relacionados con la dictadura. Un gesto para suavizar las críticas por la visita en tan inconveniente fecha. La desclasificación de esos archivos fue durante décadas reclamada por los organismos de derechos humanos, fundamentalmente las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Ya en el país, Obama se lamentó por los muertos y habló de tumbas. Pero en la Argentina son pocas las tumbas y muchos los desaparecidos. Desde el Gobierno norteamericano se mencionó una “guerra sucia”, cuando lo que existió fue un plan sistemático de terrorismo de Estado, y de aniquilamiento de las voces críticas con el plan económico que los militares que tomaron el poder en 1976 pretendían imponer. Algo más que diferencias del lenguaje.
Como frutilla de la torta, se informó de que la celebrada desclasificación tardará más de un año.
El 24 de marzo, una nutrida movilización recorrió las calles de Bariloche para exigir que no haya un retroceso en las políticas de derechos humanos y para volver a repudiar el golpe de Estado. Cuando terminaba esa marcha, un grupo de vecinos se apostó a la vera de la avenida por donde pasó la comitiva de Obama. Insultos, cánticos y gestos desafiantes vistieron el paso del presidente a la altura del conocido Centro Cívico de la ciudad. “Patria sí, colonia no”, fue el grito más escuchado.
Detrás de la postal
Carlos no trabaja en INVAP, ni tiene televisión como para preocuparse por la salida de Telesur, ni reclama “memoria, verdad y justicia” en relación a la última dictadura. Trabaja en el sector de la construcción, hace “changas” de pocos días. Y el de la construcción, justamente, es uno de los grupos más afectados por el parate global de la economía y la reducción al mínimo de la obra pública.
“Estamos mal. Yo quería traer a mi familia a vivir acá conmigo, pero todavía no pude. Extraño a mis hijos”, dice, y piensa en su calurosa provincia del norte del país, donde también escaseaba el trabajo pero “por lo menos estábamos todos juntos”.
Vive en un cuarto de 2,5 por 3 metros, de chapa. Calor en verano, mucho frío en invierno. Una letrina, a 10 metros de su “casa”, sirve como baño. De acuerdo con el último censo --de 2010-- casi el 7 por ciento de la población de Bariloche habita en “ranchos” o “casillas”, es decir, estructuras precarias, sin servicios, y en lotes generalmente ocupados.
Al igual que miles de “hogares”, el de Carlos no está conectado al sistema cloacal. Sin embargo, el lago Nahuel Huapi que navegó y elogió Obama sufre constantes agresiones ambientales. La planta depuradora de líquidos cloacales no da abasto, y derrama agua sin tratar. Ni la Nación ni la Provincia de Río Negro invierten lo necesario para ampliar la capacidad de tratamiento de los líquidos domiciliarios; y el tema ganó lugar en la agenda local: más de seis mil barilochenses firmaron un amparo ante la justicia para que se exija al Estado que realice las obras necesarias y garantice la calidad del agua que es consumida en la ciudad.
La descomposición social en Bariloche mostró en las últimas semanas su cara más penosa: la violencia de género se cobró la vida de una mujer, mientras que otras dos permanecen desaparecidas. Miles de personas se movilizaron por las calles para reclamar al Estado mayor compromiso con la temática. Es que, en los últimos meses, los gobiernos municipal de Bariloche y provincial desarticularon o achicaron sus estructuras para la atención y contención de las mujeres víctimas de violencia.
Carlos no tiene mujer. O la tiene lejos. Ella espera en el norte del país el llamado de su pareja para iniciar el viaje soñado hacia el destino de paisajes inabordables, trabajo, superación. Un llamado que se demora.
La región patagónica en la que está enclavada la ciudad es de una belleza desbordante. Pero detrás de la postal se esconde una realidad social y económica que la llegada de Obama contribuyó a tapar, a fuerza de intereses gubernamentales y empresariales, y complicidades mediáticas que se regodearon en las anécdotas familiares y turísticas de la visita.
- ¿Quién?
- Obama, el Presidente de Estados Unidos.
- Ah, sí... acá no vino.
Acá, es el barrio Nahuel Hue. Una ocupación de cientos de casillas precarias donde malvive el sector más olvidado de Bariloche. Junto a otras barriadas conforman lo que en la región se conoce como el Alto. El Alto...
Autor >
Santiago Rey
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