Los ‘españoles’ que forjaron el fútbol ‘champagne’ francés
En el tosco fútbol europeo de los ochenta, Francia pobló su centro del campo con cuatro 'dieces'. Dos de ellos eran, como el entrenador Michel Hidalgo, de origen español
Toni Cruz 19/04/2016
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En los años ochenta Francia ideó el llamado fútbol champagne, amparándose en un cuadrado mágico (le Carré Magicque) en el centro del campo cuyo ideólogo tenía sangre española corriendo por sus venas. Dos de sus cuatro lados, también.
Son tiempos de Michel Hidalgo al mando de la selección del gallo, con Luis Fernández y Giresse (las otras dos burbujas eran Tigana y Platini). Es la época en la que una segunda generación de exiliados españoles, tan franceses ya como la Marianne, daba lo mejor de sí por la tricolor. Y no fueron ni dos ni tres.
El fútbol champagne nace de la cabeza de Hidalgo, hijo de un trabajador metalúrgico español que se asentó en el norte de Francia en los años treinta y al que la guerra quitó de la cabeza un posible retorno a su madre patria. Hidalgo puso en práctica el cuadrado mágico por primera vez en el Mundial de 1978 de Argentina: un 4-3-3 que se transformó en 4-4-2. La clave de ese sistema radicaba, más que en la formación inicial, en la cantidad de talento que acumulaba en el centro del campo, con hasta cuatro “dieces” jugando al mismo tiempo. Algo impensable en aquel, en general, tosco fútbol de los ochenta.
Hidalgo llevó a Francia a la formidable semifinal mundialista del Sánchez Pizjuán en la que el alemán Schumacher atropelló --y casi mata-- a Battiston, y en cuya prórroga los galos llegaron a tener un 3-1 a su favor. Los franceses, sin embargo, acabarían siendo derrotados, pero a pesar de ello su seleccionador lo tenía claro: “Francia no cambiará su estilo de juego. Así hemos llegado hasta aquí, donde nunca habíamos llegado. No nos estamos equivocando”.
Y así siguieron durante la preparación de la Eurocopa de 1984 que disputarían como anfitriones. El más conocido y el mejor de esa formidable generación era Platini. No era mucho peor un pelotero de 163 centímetros, exquisito y letal, llamado Alain Giresse, que jugaba en el Girondins y cuya madre era salmantina. En 2010, en una entrevista de Vincent Machenaud para El País era preguntado por las similitudes entre su Francia y la España bautizada como la del tiki-taka: “Si se miran los detalles hay muchos parecidos: la construcción del juego, el trato del balón, los movimientos ofensivos… Es decir, la manera de dar valor al juego. España no hace cualquier cosa con el balón”. Por cierto, cuando le buscaron similitud con Xavi o Iniesta, explicó: “morfológicamente, me parecía más a Xavi, con un centro de gravedad bajo y unos muslos musculados (…). Pero yo era bastante más ofensivo, igual que Iniesta. Jugaba más adelantado y metía goles”.
Muchos goles coló aquella Francia achampanada y cuadrada del 84 hasta llegar a la final de París. Uno a Dinamarca, cinco a Bélgica, tres a Yugoslavia y otros tres a Portugal en una semifinal trepidante. El último encuentro, la final frente a España, fue el que peor jugó. Los españoles de Miguel Muñoz dominaron sorprendentemente el choque y, de no ser por aquel fallo de Arconada y por la discutida actuación del árbitro checo Christov, podrían haber dado la campanada en el Parque de los Príncipes de París. Platini, merced a aquella falta inexistente, marcó su noveno gol del campeonato –tres con la derecha, tres con la izquierda y tres de cabeza-- y llevó el delirio a un país que hasta entonces nunca había ganado nada en el fútbol. Pero todo pudo haber cambiado si no hubiera mediado la cabeza de un tipo de Tarifa… que jugaba para Francia.
Luis Fernández salvó con su cabeza un remate de Santillana que se colaba por la misma escuadra en la primera parte de ese partido del Parque de los Príncipes que tal vez hubiera cambiado la historia. Fernández, luego conocido como “el machote”, tuvo que marchar con su madre desde Cádiz hasta Lyon tras quedarse sin padre a los seis años. En Francia forjó su particular figura, primero como futbolista utilísimo en el centro del campo y luego como entrenador polémico y gamberro. Cuando tenía 23 años se sumó al proyecto de Hidalgo y su concurso resultaría fundamental tras quitarle la titularidad a Genghini.
Francia ganó aquella final del 84, pero Mitterrand lo pasó tan mal en la grada que tuvo que improvisar un discurso en el descanso, con 0-0 en el marcador: “Francia juega más científicamente, pero con lentitud; España, por el contrario, es más rápida y, de seguir así, quizá será la que marque en primer lugar. Felipe González dice ¡viva España!; yo digo ¡viva Francia.' y, al final, hay que decir ¡viva el ganador!". Con este señor un pacto de gobierno se antojaría bastante sencillo.
Hidalgo, Giresse y Fernández fueron los más conocidos, pero no los únicos oriundos españoles que dieron lustre al fútbol galo en esos años esplendorosos de juego y resultados. En esa misma Euro disputó dos partidos Manuel Amorós, un lateral derecho de padres valencianos, que llegaría a defender el escudo del gallo en 82 ocasiones. Ya por aquel entonces lo tenía claro: “Nací en Francia, me sentía francés y tenía todo un futuro en el Mónaco”. No dudó ni un segundo qué nacionalidad elegir, a pesar de que hablaba, según una entrevista de 1986 en El País, “un castellano casi perfecto (…) la única palabra que se le atragantó fue albañil, cuando explicó que su padre emigró a Francia hace algo más de 24 años para trabajar de... ‘bueno, esos que hacen las casas’”.
Antes de ellos llegó el portero Castaneda –sin eñe, aunque el apellido le delata igual--, que fue titular con les bleus hasta la llegada de Ettori primero y Bats después. También su compañero en el Saint Ettiene y capitán en el Mundial del 82 Christian López. O los delanteros “pieds-noirs” hispanoargelinos Gerard Soler (origen claramente catalán) y Jean François Larios (a éste le defenestró Platini porque el diario Libération publicó que tenía un affaire con su mujer Christelle en plena concentración mundialista. Por cierto, Larios fichó por el Atlético en 1983, pero nunca llegó a vestir la rojiblanca).
Y mucho antes de todos ellos, la mayor leyenda goleadora francesa de todos los tiempos, Just Fontaine (13 goles en el Mundial del 58) nació en Marrakech cuando aún era una ciudad colonial. Su padre era normando y su madre… sí, su madre también fue española. Había quien le llamaba Justo. C’est la vie!
En los años ochenta Francia ideó el llamado fútbol champagne, amparándose en un cuadrado mágico (le Carré Magicque) en el centro del campo cuyo ideólogo tenía sangre española corriendo por sus venas. Dos de sus cuatro lados, también.
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Toni Cruz
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