Las inyecciones de liquidez de Draghi enfurecen a Schäuble
El ministro de Finanzas acusa al banquero de fomentar el ascenso del partido de extrema derecha. Weidman y el SPD censuran la injerencia en la independencia del BCE
Laura Alzola Kirschgens 19/04/2016
Wolfgang Schäuble.
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La cúpula del partido de Angela Merkel, la CDU, se reunió el domingo 10 de abril en Berlín. La agenda oficial decía que para analizar el resultado de las elecciones regionales celebradas el pasado 13 de marzo. Un eufemismo para nombrar el asunto que lleva semanas sobre la mesa de todas las formaciones alemanas: cómo lidiar con la AfD, Alternativa para Alemania, el partido de la extrema derecha cuyo ascenso hizo saltar las alarmas. De momento, entre los conservadores, ya parece haber una línea de actuación: señalar a chivos expiatorios. Concretamente, al jefe del BCE, Mario Draghi, y a su política monetaria expansionista, que lleva tiempo levantando ampollas en Alemania.
Entre bambalinas, se escuchaban las quejas desde hacía tiempo. Pero ahora, el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha tenido que negar que esté estudiando emprender acciones legales contra la política monetaria expansiva de Draghi, tal y como afirmaba el semanal Der Spiegel. El 8 de abril, en una entrega de premios, Schäuble había dicho incluso que la culpa del ascenso de la AfD en Alemania corresponde al cincuenta por ciento a la política del jefe el BCE. Así lo apuntó al menos el reportero de la agencia de noticias Dow Jones.
El banquero italiano Mario Draghi ha sido puesto en la diana en Alemania por quienes dirigen la mirada hacia las elecciones generales de 2017 y no están seguros de cómo ganarle el pulso a un partido recién nacido, sin nada que perder, que bebe del miedo de los ciudadanos.
Junto al rechazo explícito hacia los refugiados, las críticas a los bajos tipos de interés del BCE han sido utilizadas por la extrema derecha alemana para azuzar y aprovechar el malestar de quienes argumentan que esa política monetaria fomenta la expropiación del ahorrador. Argumentan que las tasas de interés cerca de cero representan una transferencia de riqueza desde la clase media hacia los adinerados y desde los trabajadores alemanes hacia las economías del sur de Europa. Una idea sensible en Alemania, donde muchos ciudadanos equiparan la inversión en acciones con la especulación y consideran el ahorro un bien moral.
El pasado 10 de marzo, Draghi anunciaba nuevas medidas que confirman su intención de llevar hasta el final su estrategia para reactivar el mercado europeo. Volvió a bajar la tasa de interés preferencial, aquella que determina a qué precio pueden pedir los bancos europeos dinero prestado al BCE. Del 0,05% al 0,00%. Solo un pequeño paso, significativo, sin embargo, en lo simbólico. Las entidades financieras reciben ahora los créditos a interés cero, y en las cantidades que quieran.
No solo eso: desde junio, los créditos a largo plazo también podrán ser pedidos a cambio de nada. El BCE comenzará a repartirlos a cuatro años. Y cuanto más dinero distribuya el banco receptor a empresas y consumidores, más podrá tomar prestado del BCE: si alcanza un determinado umbral en la distribución, lo recibirá del BCE a interés cero.
Además, el banco central ampliará notablemente su programa de compra de deuda. Si hasta ahora adquiría 60.000 millones al mes, sobre todo de bonos del estado, desde abril ha aumentado esta cifra a 80.000 millones. Así, para marzo de 2017 habrá comprado un volumen de 1,7 billones de deuda. Otra novedad es que el BCE comprará deuda directamente a empresas privadas, lo que supone una intervención masiva del regulador en la actividad económica.
Con estas medidas, Draghi y sus compañeros del BCE quieren incentivar a los bancos a dar más crédito, con la esperanza de ver la economía europea crecer a mayor ritmo y aumentar la inflación. La meta es evitar la deflación, en la que los precios y los sueldos bajan, paralizando el mercado. El objetivo óptimo está fijado en una inflación de algo menos que el 2%. Pero, en febrero, ésta aún se encontraba en el 0,2%, más baja que un año antes. Una señal de alerta y razón suficiente para actuar con mayor determinación, dice el BCE.
Sin embargo, el propio pronóstico del banco central para este año, con un anémico crecimiento de la economía europea del 1,4% (después del 1,6% de 2015), ha avivado el debate sobre si es suficiente esta política monetaria expansiva que bordea la llamada trampa de liquidez, por la que, aunque aumenta la masa monetaria, el dinero no llega a la economía real, es decir a empresarios y consumidores.
A escala académica, el debate se ha plasmado en la resurrección de la idea del helicóptero del dinero, una teoría planteada en 1969 por el nobel Milton Friedman que consiste en unir la política monetaria y fiscal: los Gobiernos, necesitados de liquidez, emiten deuda a corto plazo que compra directamente el banco central con dinero nuevo impreso por él mismo. Esos fondos obtenidos por el Gobierno se inyectan entonces directamente en la economía real a través del aumento del gasto público o de la reducción de impuestos, según cual sea la situación del país.
Unas declaraciones de Mario Draghi afirmando que no se está considerando esta medida pero calificando “el concepto” de “muy interesante”, han colmado el vaso, o así lo han querido hacer ver en la CDU y su socio de la CSU. Lo cierto es que la subida de tono de las críticas de los democristianos en este debate durante estas últimas semanas no parece casual: desde las elecciones regionales del pasado 13 de marzo hay un sector de los conservadores que presionan a la cúpula del partido para que se posicione con claridad y recupere los votos que se les están escapando por la derecha.
Ha salido al paso de las declaraciones de Schäuble el presidente del Bundesbank (banco federal alemán) y también miembro del consejo del BCE, Jenns Weidman. En una entrevista con el diario Financial Times, afirma que aunque “no es inusual que los políticos tengan opiniones sobre política monetaria, somos independientes”. Asimismo, Schäuble ha sido duramente criticado por el partido socialdemócrata alemán por ir demasiado lejos en sus afirmaciones. “El debate unilateral acerca el BCE por parte de Alemania daña la reputación de esta institución, que ha demostrado ser la única capaz de actuar en la crisis”, afirmó Carsten Schneider, vicepresidente del grupo parlamentario de la SPD.
Hundimiento del SPD
Mientras tanto, el socio de coalición de los conservadores, el partido socialdemócrata, SPD, no sale del abismo en las encuestas. Según los últimos datos de la encuesta mensual de la ARD, el ente público audiovisual alemán, los socialdemócratas se encuentra en el nivel más bajo medido hasta ahora en los sondeos. Si las elecciones generales de 2017 se adelantaran a este domingo, un 21% votaría por la SPD, dejándola solo 7 puntos por encima de la extrema derecha AfD, que crecería otros 3 puntos desde los comicios regionales. La Unión Cristianodemócrata de Merkel también caería dos puntos, hasta el 34% de los votos.
Las tácticas para lidiar con la AfD estarán sobre la mesa en la reunión de la cúpula de los conservadores. Los intentos de redirigir el tono del debate público a toda prisa se vislumbran desde hace semanas. Merkel y su socio de coalición, Sigmar Gabriel, mostraron la semana pasada una armonía inusitada a la hora de afirmar que, tras la llegada de un millón de refugiados y el “descenso del flujo”, llegaba el momento de normalizar el clima político y de “emprender otros proyectos”. Falta por ver si en las discusiones internas de los partidos se está trazando una estrategia real que pase por la autocrítica y la revitalización, a tiempo, de sus formaciones y les permita el distanciamiento de los electores.
La cúpula del partido de Angela Merkel, la CDU, se reunió el domingo 10 de abril en Berlín. La agenda oficial decía que para analizar el resultado de las elecciones regionales celebradas el pasado 13 de marzo. Un eufemismo para nombrar el asunto que lleva semanas sobre la mesa de todas las formaciones alemanas:...
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Laura Alzola Kirschgens
Reportera e investigadora. Migración, educación, discurso y cambio social. Múnich, Hamburgo y ahora, Barcelona. Periodista. Máster en Inmigración por la Pompeu Fabra. Extranjera, como lo son todos en algún lugar
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