FUTBOÑISTÁN
'Deposuit potentes'
Lorenzo Silva 4/05/2016
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A quienes no somos nada forofos del fútbol los extraños acontecimientos balompédicos de los últimos tiempos nos están poniendo a prueba. Pareciera como si el viejo juego de patear el balón (al fin y al cabo inocente, nuestra infancia lo atestigua) estuviera empeñado en reivindicarse como algo más digno que el tinglado económico-político-mediático que tiempo ha lo abdujo y se empeña en mantenerlo secuestrado para mejor utilizarlo y exprimirlo en aras de sus propios objetivos y propósitos.
Me refiero a las dos campanadas de la última semana: el acceso del humilde Leicester, entrenado por el sexagenario y desahuciado técnico Claudio Ranieri, a la condición de campeón de la Premier League, superando a equipos multimillonarios como el Chelsea y los dos Manchester; y el desquite del Atleti de Simeone en el imponente Allianz Arena frente a su bestia negra histórica, el Bayern de Múnich, que no está precisamente en su momento más modesto. Con una plantilla que le permitiría formar dos o tres equipos campeones de la Bundesliga, y el entrenador más superferolítico y cotizado del universo, el sofisticado y políglota Pep Guardiola, que venía de ganarlo todo con el Barça y está ya con un pie en otro proyecto de lo más acaudalado.
Aspiraba Guardiola a sumar a su palmarés una Champions con ese Bayern megapotente que le pusieron en las manos, pero ha debido contentarse con apisonar una Bundesliga en la que su Panzerdivision compite con escuadrones de jamelgos. En su última oportunidad, cuando todo parecía irle de cara, se ha venido a cruzar con un general mucho menos intelectual, pero más consciente de las condiciones de la batalla, al mando de una tropa de almogávares que les ha reventado las cadenas a sus tanques del mismo modo que los del siglo XIV desguazaban la caballería pesada de turcos y bizantinos. Ha sido al final la fiel infantería, con un jefe que notoriamente sí marca la diferencia (cosa que el Bayern bien puede cuestionar a Pep), y que se pierde en pocas disquisiciones, la responsable de su derrota.
Debería haber sonado en el Allianz Arena el Magnificat de Bach, y en especial esos dos versos memorables, referidos en él a la divinidad y que aquí podríamos aplicar al espíritu del fútbol, que vuelve inopinadamente por sus fueros: Deposuit potentes de sede /et exaltavit humile. O por citarlo, es la misma idea, pero en romance en lugar de latín, con aquellos versos que nuestro Cervantes incorpora en su Coloquio de los perros: Derribar los soberbios levantados / y alzar a los humildes abatidos.
No puedo ocultar que cuando pasan estas cosas, cuando un puñado de peloteros de provincias, en el caso del Leicester, y un equipo que representa al Madrid currante e ignorado, en el del Atleti, se imponen a la pasta y al disseny, casi tengo la tentación de aceptar que en un estadio puede acontecer la poesía.
A quienes no somos nada forofos del fútbol los extraños acontecimientos balompédicos de los últimos tiempos nos están poniendo a prueba. Pareciera como si el viejo juego de patear el balón (al fin y al cabo inocente, nuestra infancia lo atestigua) estuviera empeñado en reivindicarse como algo más digno...
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Lorenzo Silva
1966. Escritor. Nada mejor que ser y sentirse un poco extranjero doquiera que uno va.
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