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Ignacio García Bercero.
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Ignacio García Bercero (Madrid, 1958) es el negociador jefe de la UE para el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) que Bruselas comenzó a discutir con Estados Unidos en 2013. Desde que en 1987 se uniera a la Comisión Europea, Bercero ha participado en varias negociaciones multilaterales tales como la Ronda Uruguay. En el periodo previo a la puesta en marcha de la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio, desempeñó las labores de coordinación y dirigió negociaciones sobre comercio y competencia. Según explica su excolega Pierre Defrainge, una de las voces más críticas con el TTIP, García Bercero es “uno de los mejores negociadores que podría tener la Unión Europea”.
El abogado recibe a CTXT en su despacho de la planta quinta del edificio Charlemagne de la Comisión Europea el 4 de mayo, dos días después de que la organización Greenpeace filtrara textos de la negociación transatlántica en los que se mostraba la posición de Estados Unidos en algunos aspectos del tratado. García Bercero se muestra alegre, como la mayoría de las veces que aparece en público, pero deja traslucir muestras del hastío que ha supuesto lidiar con la cantidad de conclusiones “sesgadas” que muchas partes han tomado. A pesar de que le parece “un buen momento para hablar sobre el TTIP”, Berceo se excusa a los 45 minutos de comenzar la conversación. Deja en el tintero cuestiones sobre el final de las negociaciones y sobre la oposición del Gobierno de Hollande a firmar el tratado en su actual forma.
¿Contribuye a la credibilidad de la Comisión Europea que los estudios usados para hablar de los beneficios del TTIP sean los mismos modelos económicos que fallaron al predecir la crisis de 2008?
Nosotros sólo hemos pretendido hacer una predicción sobre los empleos que se pueden crear en un acuerdo que, sólo en materia comercial, involucra a siete millones de puestos de trabajo en Europa. El crecimiento depende del comercio entre ambas partes, pero nosotros tratamos de no dar datos concretos.
La comisaria de Comercio dijo la última vez que acudió a España que se crearían 330.000 empleos. Se hace esa afirmación sobre la base del informe que habla además de un incremento del 0,5 por ciento del PIB. ¿Es suficiente para darle a la economía el impulso que necesita?
El TTIP no es la panacea para solucionar el problema del desempleo [23 millones en la Unión Europea], pero contribuye a que se generen más empleos. De eso no hay duda. La política comercial es una más entre otras actuaciones que se están ejecutando. El problema es que si no conseguimos llegar a un buen acuerdo, Europa quedará marginada en el contexto internacional. Y eso es lo que desemboca en menos empleos. Por eso no tenemos tiempos para acabar este tratado. Queremos que sea ambicioso.
Pollos clorados, carne hormonada… y toda una serie de aspectos que están fuera de la mesa, pero que están en algunos medios de forma reiterada. ¿La falta de un debate público de calidad les complica la negociación?
El debate público tiene mucha influencia, por supuesto. La opinión pública tiene que saber que en temas tan sensibles como la reducción del nivel de protección o la seguridad alimentaria, los americanos saben que no nos moveremos ni un ápice de nuestra postura. También es cierto que no hemos comenzado a negociar en temas sensibles como el de la ganadería. Y no lo haremos hasta que todo el tratado esté en un nivel elevado de madurez. Con las posiciones sobre la mesa, veremos en cuáles de los temas podemos hacer reservas y en cuáles no.
La mayoría de estándares internacionales son menores que los europeos. En lo que respecta al capítulo de sosteniblidad ambiental, según las filtraciones, Estados Unidos presiona para que se acepten esos estándares internacionales porque son más bajos.
Si tenemos un estándar superior al internacional, lo mantenemos y no prevemos el diálogo transatlántico. En principio, sólo cooperaremos cuando podamos aumentar o mantener el nivel de protección. Eso debe de ser acordado por los reguladores de ambas partes. Al final será el Consejo Europeo [Estados miembros], el Parlamento Europeo o quien tenga la competencia, el encargado de decidir si toma una medida legislativa o no.
Eso no elimina el hecho de que una empresa estadounidense pueda acogerse al mecanismo de cooperación reglamentaria y ejercer presión al nivel más bajo de la toma de decisiones, previo a que se consulte al Parlamento Europeo.
Como en cualquier tipo de cooperación, se consulta a los distintos stakeholders que toman parte dentro de un proceso legislativo. Cualquier grupo de interés puede expresar su opinión, discutirlo y alzar una evaluación del impacto que tendría esa medida. Eso va a ser igual con el TTIP. La cooperación regulatoria, además, sólo se va a dar en ámbitos donde se pueda cooperar. En algunos ámbitos habrá muy poca cooperación. En el sector químico nuestro sistema legislativo es muy distinto y la cooperación será limitada. En otros sectores, como el automóvil, los fármacos, los instrumentos médicos, o como esperamos, en la ingeniería, la cooperación reglamentaria puede ir más lejos. Y sólo puede producirse de forma totalmente transparente si los reguladores de ambas partes tienen el interés para cooperar.
Hay ejemplos, como la relación entre la industria del tabaco y la Comisión Europea, en los que la cooperación no se ha hecho pública, o se ha hecho con muchas partes del texto borradas.
No voy a entrar en comentarios sobre el caso particular al que te refieres. En los procesos reglamentarios en Europa, todo grupo de interés puede expresar su opinión, pero luego es la Comisión quien decide, hace una propuesta y la decisión la tiene el Parlamento. Después de que el TTIP se haya firmado, cualquier iniciativa tendrá que seguir los procesos que contempla la legislación europea.
Según las filtraciones, la Comisión Europea pide que algunos nombres de vinos europeos sean preservados. En cambio, la postura de Estados Unidos al respecto es oponerse de manera frontal
Si algo hay que dejar claro es que no se van a tocar vinos como el Burdeos o el Rioja. Están protegidos por el Acuerdo de Vinos de 2006 y no vamos a volver atrás desde el punto de vista jurídico. Lo que se está discutiendo es ampliar la protección de los vinos de Mosela y Málaga o el Chablis, por ejemplo, que aún no lo están. Esta es una de nuestras prioridades.
Respecto al tema de las pequeñas y medias empresas, en Europa hay 23 millones de pymes que representan el 99% del número total de empresas. Al ser más vulnerables que las grandes corporaciones, los Estados aprobaron regulaciones para proteger la actividad de las pymes y el empleo que generan. Si esas desaparecen, ¿en qué situación quedan?
El de las pymes es uno de los capítulos más avanzados del tratado. Pero de entre las medidas que se han desarrollado, ninguna les afecta de forma negativa. Se trata de ver qué podemos hacer para que las pymes a ambos lados del Atlántico puedan entrar a los respectivos mercados. Y para ello exigimos transparencia. El americano es un mercado muy complejo y queremos facilitar el acceso a la información de nuestras empresas. No todas pueden permitirse abogados especializados que les digan dónde están las ventajas.
El último punto: los tribunales de arbitraje que plantea el TTIP a través de los que un inversor puede demandar a un Estado por una decisión política. ¿Hay alguna evidencia real de un fallo sistemático de la justicia europea o americana que justifique la inclusión de este mecanismo en el tratado?
Si bien es cierto que en Estados Unidos el sistema doméstico proporciona una respuesta adecuada a los problemas de protección del inversor, hay casos tanto allí como en la Unión Europea en los que se aceptan medidas que discriminan a una empresa extranjera y para los cuales no tienes un medio adecuado en el sistema jurídico nacional. Hace unos años, Airbus trató de ganar un contrato de licitación pública en Estados Unidos para proporcionar un avión al Ejército americano y hubo todo tipo de presiones para que el contrato fuese finalmente para Boing. No digo que fuera un caso que se produzca de forma habitual, sino que hay ciertas circunstancias.
Y para cuestiones tan puntuales, ¿no es suficiente la justicia ordinaria?
No, francamente. Si el Congreso adopta una medida discriminatoria no hay ninguna base jurídica en los tribunales americanos para ponerlo en cuestión porque no pueden aplicar el derecho internacional, sólo la legislación americana. Estoy de acuerdo en que los casos de discriminación y expropiación son relativamente raros pero no quiere decir que no existan. No tener este mecanismo en el TTIP implicaría que las empresas de la Unión Europea estén discriminadas.
Eso son derechos, ¿a qué obligaciones tienen que acogerse las empresas cuando usan uno de estos tribunales?
Ese es otro debate. Cualquier empresa tiene que cumplir con la legislación doméstica y solamente si lo hace puede actuar en la Unión Europea o Estados Unidos.
Como critican distintos expertos internacionales, ¿por qué no aparece redactado de forma clara y sin lagunas en el tratado con Estados Unidos que el derecho a regular de un Estado quede completamente preservado?
En el texto que tenemos acordado con Canadá [CETA], la capacidad de regular está reconocida. No sólo en el preámbulo sino en el resto del tratado. Creo que hemos definido de forma precisa los estándares que eran más ambiguos. Pensamos que solamente conductas discriminatorias o arbitrarias pueden considerarse como una violación hacia los inversores y que eso puede dar lugar a una compensación.
El pasado 29 de abril se culminó en Nueva York la decimotercera ronda de encuentros de negociación del TTIP. ¿Cómo se prepara un negociador para negociar un tratado internacional que representa el 60 por ciento del PIB mundial?
Como cualquier negociación, necesita tiempo. En la Unión Europea hay 50 funcionarios de distintas direcciones generales (Comercio, Medio Ambiente, Salud, Mercado Interno…) trabajando en nuestras posiciones. Antes de realizar la propuesta que le llevamos a Estados Unidos, se la enviamos a los Estados miembros y nos reunimos de forma periódica con los consejeros, donde hay representantes de los intereses privados y de la sociedad civil. Después lo publicamos casi todo en la web.
Dicen que en el lenguaje está el diablo…
Uno de los puntos clave es la forma en la que se redacta la propuesta, claro. Hay mucho trabajo previo para reducir las divergencias antes de llegar a la mesa.
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Ekaitz Cancela publicará un libro sobre el TTIP a finales de verano.
Ignacio García Bercero (Madrid, 1958) es el negociador jefe de la UE para el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) que Bruselas comenzó a discutir con Estados Unidos en 2013. Desde que en 1987 se uniera a la Comisión Europea, Bercero ha participado en varias negociaciones multilaterales tales como...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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