En este amor mío por los discretos y la campechanía, cómo no tener en mi lista de venerables a García-Margallo. “Nos hemos pasado cuatro pueblos con el tema de la austeridad”, ha dicho en una entrevista con Susana Grisso, y los expertos (AY) han tardado segundos en abrazarse a la excusa de que estas cosas se dicen porque el ministro está en funciones. Sólo algunos, como el periodista Miguel Ángel Belloso, incorrecto y navarro, han tirado de ironía y han argumentado que “se ha tomado unas Coca-Colas”. Y otros, fíjense qué cosas, tiran de datos: más de 78.000 millones de euros en recortes entre 2009 y 2014, según un estudio de Comisiones Obreras. Vaya por Dios. Para que luego digan que no se nos está desmontando el Estado de Bienestar. ¿Cuatro pueblos? El ministro se ha quedado corto.

Lástima que apenas unas horas después, y tras recibir la llamada de un señor de Pontevedra, haya dicho que el Gobierno “ha rozado la santidad” con los recortes. Maldita sea, José Manuel, con lo bien que lo pasamos contigo y la carrera que llevas.

Yo creo que estas cosas del ministro y sus margalladas (Losantos dixit) responden más bien al hecho de que es un hombre libre. Como si antes del 20 de diciembre no le hubiera dado rienda suelta al verbo. Sólo así se entiende que nos haya deleitado con algunas perlas, como aquello de que Merkel siempre llega a las reuniones 15 minutos tarde, compartiendo con el resto de mortales ese tipo de detalles y dando a entender que él, en el fondo, es uno de los nuestros. Y como si quedar con Merkel fuera un planazo (aunque en peores plazas hayamos toreado al ligar, amigos míos).

A mí Margallo me cae bien porque en las ruedas de prensa se nota demasiado que tiene problemas respiratorios y eso empatiza con asmáticas como yo. También porque ha protagonizado momentos especialmente brillantes, como ese mano a mano con Junqueras. “Oriol, se os quiere mucho en España. Os vais a dar una galleta monumental”. Eso no lo dice un ministro, eso lo dice un padre.

Alguien que consiente esa foto con John Kerry, guitarra española en mano, merece todo mi respeto y denota un pasado enclaustrado entre libros. Echen un vistazo a su biografía. La palabra Harvard aparece en al menos dos ocasiones. En casa trabajamos mucho el chascarrillo de que si te has pasado la veintena encerrado con oposiciones a notaría las secuelas pueden ser terribles. Margallo no es notario pero es carne de sobresaliente y cum laude, así que demos las gracias a que sus salidas de tiesto sean verbales.

También ha querido jugar a verso suelto González Pons, que en una entrevista en el Diario de Avisos ha dicho que Pablo Iglesias es muy culto y que se declara su seguidor desde el PP. A ver, Esteban, si no sabes torear pa qué te metes. Aprende de Margallo. O bébete una Mirinda.