Soldaditos de Cataluñá
Sobre los sucesos de Gràcia aparecen en los medios puntos de vista policiales y políticos en los que se crea un anarquista inexistente, y unas nuevas instituciones colapsadas. Tal vez sin la sombra de las elecciones no hubiera ocurrido todo esto
Guillem Martínez 28/05/2016
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Los sucesos de Gràcia han provocado titulares en la prensa que hablan de vacío de poder y de crisis de autoridad en Barcelona. En diarios y canales estatales se habla de violencia organizada, de "cachorros de la CUP", de paralelismos con el País Vasco de hace años. En TV3, se suceden los puntos de vista que ven una violencia acusada en Barcelona, una ausencia catalana de punto medio y sentido común —casticismos de la derecha local que nunca se han demostrado en la historia, por otra parte—, y en los que se equipara lo que está pasando en Gràcia con lo que pasó en Can Vies —barrio de Sants, 2014—, y se responsabiliza de ello al consistorio Barcelonés. En el acto de clausura del Cercle d'Economia, este mismo sábado, en Sitges, Rajoy ha valorado positivamente su gestión política y económica, y la ha contrapuesto a la de los nuevos ayuntamientos.
Centrándose en el de Barcelona, ha equiparado la violencia sucedida en Gràcia con otras acciones municipales —de lo que se deduce que, lo de Gràcia, es también una iniciativa municipal—, como la moratoria hotelera, el límite a las terrazas, la regulación turística, el aplazamiento de obra pública en beneficio de inversión social, o la no persecución del top-manta —inmigrantes africanos que venden productos chinos en Barcelona—. Toda esa emisión sincrónica de puntos de vista —todos publicados o emitidos desde el rol informativo— tiende a asentar una serie de marcos. A saber: ¿los sucesos de Gràcia son una iniciativa, como señala Rajoy y el entorno informativo de CDC, municipal?, ¿Son equiparables a lo sucedido en Can Vies?. Y, más importante aún, ¿indican una crisis en el organismo municipal, una suerte de incapacidad para la gestión cotidiana? ¿Es Barcelona una suerte de municipio fallido? ¿Lo de Gràcia es un broche que explica una incapacidad y una improvisación en la política municipal?
Para responder a todo ello, conviene empezar por el principio. ¿Qué ha pasado en Gràcia? Y, ya puestos y por el mismo precio, ¿qué diablos es Gràcia?
Es imposible gobernar en su contra, ignorando o chuleando al potente-tejido-asociativo. No lo ha hecho ningún ayuntamiento o ningún Govern
Gràcia es uno de los barrios más autosuficientes de Barcelona. Como Sants, es de los últimos municipios en integrarse a la Gran Barcelona, entre el siglo XIX y XX. Conserva un urbanismo propio, cierta idiosincrasia, mucho orgullo propio y un potente tejido asociativo. Siempre que se habla de Barcelona suele caer la alocución potente-tejido-asociativo por medio, por lo que, si les parece, se la amplío y dibujo. Desde pequeñitos, la ciudadanía barcelonesa entra en asociaciones de ocio, fuera del colegio. Comúnmente, se encuentran los sábados. Juegan, hablan, van de excursión, aprenden a asociarse. En la adolescencia y en la edad adulta, esas personas suelen asociarse encima y para todo. Para causas concretas, para fabricar ocio, folclore, cultura o política. Se reúnen una vez por semana. Acostumbra a ser un cenorrio o un tomar algo. Hablan con otras asociaciones, participan en actos sociales, festivos o políticos. El potente-tejido-asociativo no es uniforme, no es homogéneo, no es resumible. Es imposible, no obstante, gobernar en su contra, ignorando o chuleando al potente-tejido-asociativo. No lo ha hecho ningún ayuntamiento o ningún Govern de la Gene. Bueno, creo que eso es el potente-tejido-asociativo. Poca broma con el potente-tejido-asociativo. El Banc Expropiat es parte de ese tejido. Era el local de una Caixa desaparecida en el reajuste financiero posterior al rescate bancario. En él se realizaban reuniones —del potente-tejido-etc—, actos, y actividades sociales. Por lo que vi —soy un chulo y orgulloso ciudadano de la República de Gràcia—, era un punto en el que se intercambiaban ropa y servicios, una herramienta contra la crisis frecuentada por vecinos. A pocos metros de ahí, en la Plaça de la Revolució de 1868, me pareció entender que los mismos ocupantes del Banc habían ocupado un quiosco abandonado, en el que vendían publicaciones anarquistas. Los animadores de la cosa eran extraordinariamente jóvenes, snif.
Sobre el anarquismo. Barcelona —por supuesto, no toda y no en todos los barrios; la transversalidad no siempre existe en la vida; ni siquiera, en el Procés— es una ciudad familiarizada con el palabro anarquismo. Aparece por primera vez —por primera vez de forma positiva, quiero decir; anteriormente, en el XVIII y XIX, era una suerte de insulto— en una obra de teatro posterior a 1835 —es decir, mucho antes, en su acepción positiva en francés, italiano o inglés—, cuando, tras una revolución y la consiguiente quema de conventos, se abrieron en esos solares teatros sin permiso Real, con autores propios y del momento, y se inició con ello la tradición teatral y operística barcelonesa moderna. En los barrios populares, el anarquismo/anarquista es un fenómeno respetado y valorado. Sobre todo cuando la cosa no va acompañada de ruido, sino de cierto servicio social. Como en el XIX y el XX, cuando el anarquismo era dibujado como un objeto único y cerrado, poseedor de una agresividad social suicida con la que era imposible de dialogar, el anarquismo actual son diversos anarquismos. El vertebrado en el consumo, por ejemplo, tiene un gran respeto social. Verbigracia: a pocos metros del Banc está situada otra entidad de servicios, también valorada positivamente por la vecindad. Se trata de la Cooperativa Integral, ubicada en un local no ocupado, que también ofrece servicios a sus asociados, en este caso alimentos a bajo coste y que, en esta crisis, literalmente, ha salvado del hambre a muchas familias en Gràcia.
El Ajuntament no ha participado en la denuncia, no ha participado en el desalojo y no participará en ninguna demanda, como va siendo normal desde las municipales
¿Qué ha pasado? El local, ocupado en la estela de ocupaciones del 15M, fue vendido, durante su ocupación. El consistorio de Xavier Trias —CDC— practicó la Pax Romana y, para evitar un segundo Can Vies, pagó el alquiler y los servicios a su nuevo propietario, en lo que, al parecer, no es un hecho aislado ni secreto, sino tan sólo discreto. El nuevo consistorio de Barcelona en Comú dejó de pagar ese dinero —hasta ese momento, un monto de 60.000 euros—. Por lo que el propietario denunció la ocupación del local, iniciándose el proceso ad-hoc. En ese sentido, la dinámica ha sido diferente que en Can Vies, un edificio municipal, con actividades y servicios para el barrio, valorado también positivamente por el barrio, y que fue desocupado, unilateralmente, por el Ajuntament Trias. El Ajuntament, en esta ocasión, no ha participado en la denuncia, no ha participado en el desalojo y, todo apunta a ello, no participará en ninguna demanda a ningún detenido, como va siendo normal desde las últimas elecciones municipales.
Aun así, ¿tiene algún tipo de responsabilidad el Ajuntament en lo sucedido? El Ajuntament está siendo tolerante con las ocupaciones de locales municipales para uso social. Es decir, pacta con los ocupantes su presencia en el local y, si no hay ningún daño estructural que suponga peligro para sus usuarios, la acepta hasta que el local tenga un uso municipal, si es que está previsto. En el Raval, por ejemplo, se ha ocupado un local para utilizarlo como residencia de estudiantes. Tanto los ocupantes como el Ajuntament han pactado que la ocupación durará hasta que el local empiece a ser utilizado para su uso social previsto: una Escola de Música. Este, lo dicho, no es el caso del Banc, un local privado, no municipal. El Ajuntament, explica, ha intentado mediar con el Banc. Pero el Banc no ha reconocido esa mediación. También les ha ofrecido un local alternativo. Opción también rechazada. En ese sentido, ha sucedido lo que el sociólogo Carlos Delclós dibuja como una especie de sesgo de selección, un concepto, me temo, con el que nos tendremos que familiarizar en todo el Estado conforme se vaya radicalizando, aún mas, esta crisis estructural. Sinopsis: una o varias generaciones de activistas han pasado a ser cargos electos, trabajadores, o técnicos del Ajuntament, por lo que los movimientos tienden a carecer de interlocutores. Los nuevos interlocutores emergentes pertenecen a otra cultura, aún más castigada por la crisis y la precariedad, y con otro enfoque ideológico, o por el rechazo ideológico a la participación con instituciones. Son jóvenes con un entorno más inhóspito, e inmigrantes con una situación aún más precaria y acuciante, por lo que poseen otro lenguaje, que dificultará el contacto. Quizás es eso lo que está pasando. Esta pasando, vamos, un problema político. La oposición municipal ve en ello debilidad, y pide soluciones policiales, que se materializan en la creación de un cargo de Seguridad —en la actualidad, la cosa Seguridad queda englobada en alcaldí. Barcelona en Comú ha rechazado esa idea, y ha propuesto que los ocupantes pacten una solución con los vecinos. Es decir, ha confiado en una solución modulada por el potente-tejido-etc, antes que por la potente policía. Porque, y esto creo que es determinante en estos y otros sucesos en la ciudad, la policía/els mossos parece que viven, de unos años aquí, un momento de potencia llamativa.
¿Es comparable la violencia de Gràcia con la sucedida en Can Vies? En Can Vies hubo dos violencias, y la violencia callejera practicada por la policía fue llamativa y fuera de lugar. Fue el primer detonante, en tanto que el primer detonante de una desocupación es un desalojo, que acostumbra a ser violento. No obstante, la violencia policial en Can Vies se extendió territorialmente y temporalmente más allá de la desocupación. Siempre queda la duda, en esos casos, de si es un problema de incapacidad, de mala planificación, o de determinada decisión. Incluso, queda la duda, en ocasiones, de que la policía catalana antidisturbios no tenga ideas propias en sus actuaciones. Exemplum: en lo de Can Vies, miembros de la Brimo --los antidisturbios de los Mossos— se emplearon de manera contundente y llegaron a asaltar, como sucedía en el XIX, un periódico, La Directa, publicación caracterizada por una amplia cobertura de las actividades policiales —fue el periódico que informó, en solitario, de los sucesos del 4F, que culminaron con el suicidio de una detenida, que no participó en los hechos; informa regularmente de abusos y casos policiales; el conocimiento que tienen sus redactores de dinámicas cotidianas de la Brimo es, sencillamente, espectacular, como el hecho de que no aparezca su información en otros medios—. En un momento álgido, la violencia en torno al local del periódico sólo se detuvo por la presencia de David Fernández —en aquel momento parlamentari de la CUP-- que se encaró con los mossos que, glups, cesaron su ataque. Los medios vinculados a CDC presentaron aquellos sucesos como una lucha del orden y la civilización contra la barbarie anarquista. Ese punto de vista fracasó, por la percepción social de la violencia y desmesura policial, captada a través cientos de teléfonos móviles. Los sucesos de violencia de Gràcia han sido igualmente importantes. Y han despertado la misma desazón. Por una parte, los destrozos —a entidades financieras, pero también a comercio local y mobiliario urbano— han sido grandes --cuantificados en más de 60.000 euros--. Pero la desproporción policial también ha sido notoria, hasta tal punto que se puede dudar sobre cuál es la causa y cuál es el efecto de toda esta violencia. A modo de meditación: el primer día de protestas sin destrozos ni violencia fue el primer día en el que los mossos no hicieron acto de presencia. La información tampoco ha sido muy matizada. Verbigracia: para ilustrar los hechos, TV3 emitió imágenes de los sucesos de Can Vies, más llamativos visualmente, tal vez.
La violencia policial en Can Vies se extendió territorialmente y temporalmente más allá de la desocupación
Los vecinos hablan de que los destrozos son obra de pocas personas que, a su vez, son de fuera del barrio. Mossos y medios especulan con un grupo barcelonés anarquista, tremendamente violento, compuesto por unas 200 personas, que campan a sus anchas por la ciudad. Ese mito, por cierto, es viejo. Tiene dos momentos fundacionales. El segundo es en 1999. El 12-O de ese año, durante un enfrentamiento entre jóvenes anarquistas, o no, y miembros de la ultraderecha, se practicó la detención de un grupo de jóvenes. Policía —en aquellos años, Policía Nacional; lo mossos no estaban desplegados en Barcelona-- y medios los acusaron de terrorismo, de grupo organizado para practicar la violencia e inspirado en la kale borroka. Me tocó cubrir el asunto. Preciosismos: asistí al nacimiento del palabro antisistema, emitido por el entonces Gobierno Civil de la Provincia. Triunfó. Se utiliza desde entonces. Constaté que los jóvenes carecían de, propiamente, una organización, mucho menos de organización militar. Un cuadro de los Mossos —lo dicho, no existían en Barcelona, pero tenían una oficina— me explicó, off the record, que no existía ningún tipo de organización anarquista violenta en Barcelona, y que todo había sido un montaje policial o, al menos, "una exageración". Casi veinte años después, por lo visto, han cambiado de opinión. Por lo que, de alguna manera, han tenido que cambiar muchos hechos. Desde que CDC recuperó la Gene, en 2010, esa organización anarquista que no existía, existe. Se le persigue y se le detiene continuamente. El Caso Pandora —2015— puede ser una ilustración. Se detuvo a varios presuntos integrantes del GAC —Grups Anarquistes Coordinats-, una organización para nada secreta. Es un grupo abierto y publicitado de discusión —los anarquistas, en cualquiera de sus tendencias, y aunque eso rompa mitos, acostumbran a ser tipos y tipas sosos que leen y discuten—. La Comissaria Central d'Informació --ni más ni menos que eso que dice su nombre artístico— presionó a la Audiencia Nacional para esas detenciones. En el momento de practicarlas se sustrajo material sensible de ser utilizado para atentados. Por lo visto, eran libros y libretas. Los medios locales transcribieron las informaciones policiales. The Guardian vinculó los hechos a un golpe contra el bitcoin.
Aparecen en los medios puntos de vista policiales y políticos en los que se crea un anarquista inexistente, y unas nuevas instituciones colapsadas
El primer momento fundacional de una organización violenta anarquista que asuela la ciudad, emitido con tecnología, catalana es, por cierto, de 1931. Durante unos años, tanto Lliga como ERC defienden la existencia de una FAI —menos de 3000 personas en todo el Estado, por lo general, vinculadas a objetos como el naturismo, la cosa vegetariana, el estudio, la no violencia; el grupo Nosotros, el de Ascaso, Durruti, García Oliver, que practicaba atracos y crímenes políticos, no fue nunca, por cierto, de la FAI— culpable de infinidad de atracos. En el fabuloso La Lucha de Barcelona, un libro del historiador Chris Ealham necesario para conocer la historia de Barcelona, se demuestra que el número de atracos y su monto, comunicado diariamente por La Vanguardia, fue imposible de realizar y obtener. No obstante, la información sirvió para elaborar un canon de lo que era la catalanidad y lo que no lo era, de manera que el anarquismo catalán —la tradición política en activo más antigua en Catalunya— quedó fijado como un extranjerismo inmigrante, que amenaza a la nación.
Quizás es eso lo que está volviendo a pasar a través de la frescura informativa sobre Gràcia, gracias a la cual aparecen en los medios puntos de vista policiales y políticos en los que se crea un anarquista inexistente, y unas nuevas instituciones colapsadas, que no saben cómo reaccionar ante él como se debe. Con contundencia y violencia. Este monto de información, por otra parte, suple y suele ocultar información y análisis sobre la violencia. Datos e informaciones como el hecho de que, también esta semana, se ha exculpado a los dos policías acusados de mutilar con una bala de goma a Ester Quintana, en una manifestación durante el pico de protestas post-15M. Si bien el tribunal ha dudado de que fuera mutilada por una bala de goma —es poco probable que fuera otro objeto—, y si bien la Generalitat ha reconocido su responsabilidad y, por tanto su responsabilidad civil, tras negar los hechos durante años, los policías han quedado libres al no poderse identificar, sin sombra de duda, a los autores reales del disparo. Es decir, Interior no ha facilitado ninguna información al respecto al Tribunal. Los miembros del cuerpo de Mossos implicado en los actos celebraron la sentencia, al parecer, con cánticos en los que se alababa la unidad de sus integrantes. Como los marines, son uno y no dejan a nadie detrás. Lamentablemente, no son marines, sino polis, a pesar de comportarse como los soldaditos de Cataluña, imagen de una canción popular castellana del siglo XVII que, en una dimensión tragicómica y cutresalchichera, está tomando actualidad.
Ciertamente, se está creando una policía muy rara en Catalunya. Y en muy poco tiempo. Desde 1999. Al parecer, con ello se está haciendo política. En este caso concreto, electoral. Tal vez, sin la sombra de las elecciones, no hubiera ocurrido todo esto, ni todo esto se hubiera utilizado políticamente de manera tan explícita.
Los sucesos de Gràcia han provocado titulares en la prensa que hablan de vacío de poder y de crisis de autoridad en Barcelona. En diarios y canales estatales se habla de violencia organizada, de "cachorros de la CUP", de paralelismos con el País Vasco de hace años. En TV3, se suceden los puntos de...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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