1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

ARTE

La luz oscura de El Bosco

El Museo del Prado conmemora el V centenario de la muerte del pintor

Mario S. Arsenal 1/06/2016

<p><em>Visiones del Más Allá</em>, 1502-03. Gallerie dell'Accademia (Venecia).</p>

Visiones del Más Allá, 1502-03. Gallerie dell'Accademia (Venecia).

EL BOSCO

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

En 1951, la revista Life publicó una reseña de un libro de Wilhelm Fränger titulado Hieronymus Bosch. Das tausendjährige Reich. Grundzüge einer Auslegung [El reino milenario de Hyeronimus Bosch: fundamentos de una nueva interpretación] (Winckler 1947). Lanzó Fränger, entonces, una interpretación inusual sobre El Bosco. Sostenía que sus obras no eran hijas de la ortodoxia, como muchos habían creído hasta entonces, sino fruto de un interés pararreligioso, oculto y hermético: sus desnudos eran la evidencia de su adscripción a la secta de los adamitas, que practicaban sus cultos como Dios los trajo al mundo.

Lástima que el libro, que se tradujo al inglés (motivo por el cual apareció en la revista) y una década más tarde al francés, se mantuvo inédito en lengua española. Fränger había diseñado un mecanismo que desmontaba el enigma de El Bosco de un solo plumazo. Automáticamente la historiografía artística frunció el ceño en bloque. La rectitud universitaria no tolera el esoterismo. Y la consecuencia lógica de esta discrepancia fue que el historiador marxista quedó desplazado por la comunidad académica a los márgenes de la bibliografía bosquiana.

Detalle de San Jerónimo en meditación, del Museo Lázaro Galdiano.

Detalle de San Juan Bautista en meditación. / MUSEO LÁZARO GALDIANO

Sin embargo él fue el culpable de la consolidación de El Bosco en la tierra anglosajona. De esta confusión nació un sentimiento renovado de fascinación, también de ignorancia, hacia su pintura. El contratópico del pintor-fenómeno- extraño, que tanto había proliferado en la Europa del siglo XVI, dio paso a la revalorización del pintor-artista, que terminó prevaleciendo con justicia aunque sin consenso.

La exposición que ha organizado el Museo del Prado no desmonta ningún mito, más bien prolonga unos y constriñe otros. Así, el hecho de conmemorar el quinto centenario de la muerte de Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), nombre real del artista, con una muestra extraordinaria que cubre cabalmente el periplo artístico de un pintor escurridizo —apenas veinte años de producción contrastada, a excepción de tres casos aislados— exige una determinación quirúrgica. Pero por fin ha llegado. El Bosco ha salido de las sombras del mismo modo en que entró en ellas: escoltado por la pátina del gran museo, el gran discurso, el gran relato. Decía su comisaria, Pilar Silva, nada más empezar su intervención en rueda de prensa: “El Bosco es mucho más que demonios”. Y tiene más razón que una santa.

La exposición que ha organizado el Prado no desmonta ningún mito, más bien prolonga unos y constriñe otros

De su vida, como decimos, se desconoce prácticamente todo. Lo más reseñable se reduce acaso a un par de documentos, su membresía en el gremio de pintores de su ciudad natal, un feudo brabantino llamado ‘s-Hertogenbosch (de donde tomará su sobrenombre), y su fallecimiento, que será el primer papel que lo inmortalizará como “insignis pintor”. Así y todo, para entenderlo hay que situarse en el oscurantismo religioso de finales del siglo XV: la envidia de los laicos hacia el clero, la decadencia manifiesta de la Curia vaticana o el fracaso en los distintos intentos de reforma de la Iglesia católica. En ese clima intempestivo nació El Bosco. Sin embargo, ¿de dónde demonios —nunca mejor dicho— provienen su imaginería diabólica, esas monjas transformadas en gorrinos, hombres que suenan flautas con el culo, insectos que visten escarpines, zorros enjubonados o mustélidos en hábito monacal?

Lo que propone Eric de Bruyn en su revisión es que las fuentes hay que buscarlas en los “drôleries” (monstruos y criaturas grotescas de los manuscritos iluminados de la Baja Edad Media), en las misericordias y bajorrelieves de las sillerías de finales del XV, donde aparecían frailes borrachos, vicios representados por animales y distintas alegorías extraídas del abultado catálogo de la perfidia humana. También en la medieval Visión de Tundal del monje Marcus o el Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas, 1487) de Heinrich Kramer, el mayor tratado de brujería que se conoce. Lo que no dice De Bruyn es que sobre las figuras esféricas y cilíndricas que hay en toda la obra de El Bosco, especialmente en El jardín de las delicias, se han sopesado varias hipótesis, entre ellas, que pudieron estar inspiradas en los hornos de vidrio que el Bosco pudo frecuentar en ‘s.-Hertogenbosch.

La exposición se abre con un panel que representa la plaza del Mercado de ‘s- Hertogenbosch. Se adivina la que fue residencia del pintor, que todavía hoy existe. Se está celebrando un mercado de paños, y el ambiente es fascinante: perros, gallinas, caballos, niños, locos, mendigos, carreteros que transportan mercancías, amantes que flirtean entre casetas, compradores que discuten por el precio de una tela... Un entorno vivo y cuasi industrial (dirigido y administrado por guildas, los gremios neerlandeses) que probablemente procuró al Bosco una nítida noción profesional del oficio.

Los culpables de que hoy Madrid cobije la que sigue siendo la mayor colección de obras de El Bosco del mundo es la familia Guevara, en especial Diego de Guevara, personaje de enorme relevancia política en la vida cortesana de las casas de Borgoña y Habsburgo, y padre de Felipe, a quien debemos el Comentario de la pintura, donde se recogen los primeros comentarios a la obra de El Bosco. Diego además era coleccionista, pero no cualquiera. Entre sus posesiones se hallaban un retrato nada menos que de Rogier van der Weyden o —atención— el mismísimo Matrimonio Arnolfini, la obra maestra de Jan van Eyck. Es sólo una muestra.

 

Detalle de Cristo camino del Calvario, h. 1500. / PATRIMONIO NACIONAL

Detalle de Cristo camino del Calvario, h. 1500. / PATRIMONIO NACIONAL

Felipe de Guevara continuó la labor de su padre y debió de reunir una colección imponente, a juzgar por la escritura de venta firmada por su viuda, que reveló la existencia de seis obras de El Bosco entre las adquiridas por el rey Felipe II. Éste supo reconocer en el maestro de ‘s-Hertogenbosch un modelo pictórico digno de su corte, por lo que no dudó en agenciarse esta granada muestra de obras y añadir algún tapiz bosquiano al que, casi con toda seguridad, ya había echado el ojo en sus viajes juveniles a Flandes. Todo ello fue a parar al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, un legado del que tanto Patrimonio Nacional como el Museo del Prado son hoy coherederos y beneficiarios.

Ya saben cómo sigue la historia entre dos hermanos cuando una herencia está en juego. Un litigio mal entendido los ha mantenido enfrentados durante meses; sin embargo bien por ellos, porque parece que han retomado el camino de las buenas relaciones y ahora rige la cordialidad. Bien de todos.

Pero ahora volvamos.

De lo que expone el Prado (casi la opera omnia del pintor, 21 cuadros y 8 dibujos originales entre medio centenar de obras) destacaría una docena de ellas por distintos motivos. La Adoración de los Magos del Metropolitan de Nueva York, por ser la primera obra datada de El Bosco, 1475 circa. Después, el Cristo camino del Calvario de El Escorial, cedido por Patrimonio Nacional, símbolo de la necesaria conciliación entre ambas instituciones. Sigue el Tríptico de las tentaciones de san Antonio Abad de Lisboa, en el que aún hoy, gracias a su rica iconografía, los especialistas siguen trabajando. Seguidamente, las Tentaciones de san Antonio Abad del Prado, un cuadro recientemente restaurado que es una joya en sí mismo.

Tras estos, el San Juan Evangelista en Patmos (h. 1500) de Berlín, una obra que merece ser contemplada impúdica y literalmente por detrás, donde el Bosco ensayó un catálogo apenas perceptible de monstruos y bestias que se baten en la sombra de un fondo negro como la noche. No lo parece, pero están ahí, sólo hay que acercarse. Después viene el San Jerónimo en oración de Gante, evidencia definitiva de que el Bosco era capaz de manejar la Biblia con soltura.

Los siguientes, La nave de los necios del Louvre y La muerte y el avaro de Washington, que forman parte del Tríptico del camino de la vida, enigmáticos y arrogantes por su simbología atemporal. Y La ascensión al Empíreo, dentro de las Visiones del Más Allá de Venecia, donde uno puede percatarse del genio de El Bosco en varias pinceladas aisladas, camino del Paraíso. Por último, dos dibujos: El hombre-árbol de la Albertina de Viena y El nido del búho de Róterdam. Incluyendo, por supuesto, las obras estrella de la casa: El jardín de las delicias, el Tríptico del carro de heno y la Mesa de los pecados capitales.

Los cuadros no son sino una sátira pintada de los pecados y desvaríos de los hombres

Sobre las desatribuciones del Bosch Research and Conservation Project no hablaré. Para hacer ruido nos sobran pretextos y en el catálogo se esclarecen todos los argumentos. Lo que sí voy a rogarles encarecidamente es que visiten su página web, que es un prodigio de la tecnología.

Ahora bien, ¿cómo entender al Bosco? ¿Cómo desentrañar el sentido de su obra? ¿Por dónde empezar? Isabel Mateo Gómez, en su libro El Bosco en España (CSIC, 1991), afirma que los hombres del norte de Europa "prefieren los dictados interiores de la conciencia y las preocupaciones morales a las manifestaciones exteriores de la fe". A expensas, se entiende, de que en Wittenberg afloren las 95 tesis de Lutero que darán lugar a la Reforma, la idea puede resumirse en que el hombre del norte se siente apegado a la jugosidad de los placeres carnales y la vida natural, frente al resto que opta por la ingravidez del alma y la trascendencia de la mente. Una historia interminable.

En este sentido, Fray José de Sigüenza, en su famosa Historia de la Orden de San Jerónimo (1605), queriendo rescatar del fuego las obras de El Bosco, cuenta cómo el Monasterio de El Escorial estaba plagado de obras suyas. Frente al malditismo imperante, afirmaba: "Más disparate cometemos nosotros al considerarlas [las escenas] como tales, pues los cuadros no son sino una sátira pintada de los pecados y desvaríos de los hombres". Al hablar de Van Eyck, Van der Weyden, o Gerard David, explicaba que "estos pintan al hombre cual es por fuera y el Bosco cual es por dentro". Piensen que el padre Sigüenza de erasmista no tenía poco. Y es que, en verdad, en el siglo XVII no faltó casi nadie en España por recordar al Bosco: Lope de Vega, Ruiz de Alarcón, el propio Francisco de Quevedo, que no pudo resistirse a lanzar algunas alusiones en Los sueños, o Juan de Butrón, que en sus Discursos apologéticos sobre la liberalidad de la pintura tachó sus escenas con la mancha de la perversión.

Y fuera también.

Ahí tenemos al insigne cronista e historiador florentino Francesco Guicciardini, que en 1567 lo definió como un “noble y admirable inventor de cosas extrañas”; o a Giorgio Vasari, que calificó las invenciones boschianas de “fantastiche e capricciose”; o en 1584 al tratadista Gian Paolo Lomazzo, “que representando extrañas apariciones y aterradores y horribles sueños, fue único y realmente divino”. También Carel van Mander, que glosó su obra como una serie de "truculentas pinturas de espeluznantes y horribles fantasmas del infierno", aunque fue la historiografía holandesa del XVI la encargada de encasillar al Bosco como un "creador de diablos".

El Bosco sigue siendo un enigma, y todo parece indicar que hasta que deje de serlo, será rentable

A finales del XIX y principios del XX se recupera la cordura. Max Friedländer pensó que sus contemporáneos interpretaban sus obras "como sermones moralizantes". Charles de Tolnay, a finales del mismo siglo, advirtió que "los libros místicos de la época, como los de Ruysbroeck, Kempis, e incluso la Biblia, se basaban en símbolos que los hombres comprendían, no sólo en los Países Bajos, sino en toda Europa, hasta bien finalizado el siglo XVI". Y la profesora Mateo Gómez apunta: "Hacia 1906 se le empieza a considerar como un enfermo erótico que [...] dio libre curso a su fantasía".

Visto con esta distancia, el mayor acierto de El Bosco fue una ingenuidad: conciliar la tradición cristiana con el imaginario pagano. Se atrevió a hacerlo porque quizás su creatividad no conocía límites, sabiendo no obstante que algunas de esas mismas inquietudes, aún siendo del interés de su tiempo, seguían estando vetadas para una gran parte de la sociedad.

Una exposición de esta envergadura reafirma al Bosco como uno de los mayores reclamos artísticos del mundo. Nadie puede sustraerse al arcoiris figurativo de sus trípticos; ninguna sala soporta las aglomeraciones que soporta diariamente la Sala 56 del Museo del Prado; su atractivo raya lo hipnótico. Incluso Jim Morrison, tres meses antes de morir, pasó dos días en Madrid para conocer la obra de El Bosco. Según contó Pamela Courson, estuvo más de una hora contemplando El jardín de las delicias.

Aunque lo parezca, no es una casualidad.

El Bosco sigue siendo un enigma, y todo parece indicar que hasta que deje de serlo, será rentable. Por eso se ha producido un ambicioso documental, convocado una cátedra internacional de estudios, programado actividades complementarias para todos los públicos e incluso editado un cómic firmado por Max. Como se suele decir en la industria de los juguetes, éste es un Bosco —en realidad lo ha sido siempre— “de 0 a 99 años”.

Aún así, sapos, serpientes y lagartijas han quedado relegadas esta vez a un papel secundario. Ha prevalecido el Bosco más real, más devoto, más justo tal vez, en detrimento de El Bosco satírico y pastor de animales infernales. Eric de Bruyn dice en el catálogo: "Los expertos del siglo XX no deben tratar de reinventar al Bosco". Y es esa máxima, precisamente, la que ha guiado al Museo del Prado y a su comisaria, Pilar Silva. Un trabajo que culmina 20 años de estudio concienzudo y que pone el broche de oro con una exposición única, que será recordada como aquella ocasión en la que un día nos deleitamos con los fuegos del infierno y el color fantástico de la vida misma.

En 1951, la revista Life publicó una reseña de un libro de Wilhelm Fränger titulado

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Mario S. Arsenal

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí