ESCRITO A CIEGAS
Barral, Borges y la dicha de escribir
José Luis Merino 1/06/2016
Grabadora.
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Antes de viajar a Barcelona a entrevistar al editor y poeta Carlos Barral (1928-1989), me aconsejaron presentarme con una botella de ron y una bolsa de coca-colas. Fui tan estúpido y atolondrado (por ese orden) como para seguir al pie de la letra el consejo.
La entrevista, grabada en cinta magnetofónica, fue animándose en tanto la botella de ron perdía fuerzas. De improviso, mi interlocutor salió como una flecha hasta el lavabo. Uno de los empleados de la editorial dijo que los médicos le tenían prohibido beber alcohol, por su úlcera de estómago.
Cuando volvió Barral le pedí disculpas, y él restó importancia a lo sucedido. De vuelta a casa, a la hora de transcribir lo hablado constaté, no sin estupor, que no se había grabado nada. El sofisticado magnetófono me jugó una mala pasada. La grabación se perdió por algún lugar del cosmos (ron arriba, ron abajo) (solo las botellas en el bar y en el mar soportan bien el oleaje).
Le escribí a Barral contándole la pérdida de nuestra conversación grabada o no grabada. Le mandé quince preguntas por escrito.
A vuelta de correo recibí las respuestas. Valoro el fragante tono de esas respuestas, donde nos recuerda que la dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Ya solo por eso a Barral puede considerársele isómero de Borges.
Antes de viajar a Barcelona a entrevistar al editor y poeta Carlos Barral (1928-1989), me aconsejaron presentarme con una botella de ron y una bolsa de coca-colas. Fui tan estúpido y atolondrado (por ese orden) como para seguir al pie de la letra el consejo.
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José Luis Merino
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