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Más allá del fatalismo, de la desgracia, del cruel destino, de la historia negra y de las consecuencias del resultado, del éxito de unos y del "fracaso" de otros, en Milán hubo un partido de fútbol del que se ha hablado menos de lo debido. Un partido en el que el Atleti no tuvo tan cerca el triunfo como en Lisboa pero en el que acumuló más méritos para haber alzado La Orejona. Quizá por ello, a muchos atléticos les queda un punto de amargura mayor que entonces. Porque analizando lo ocurrido en el césped de San Siro, hubo momentos donde lo pasó mal, es cierto, pero otros en los que lo podía haber ganado antes de llegar a la lotería de los penaltis.
¿Dónde se les escapó a los rojiblancos la final? Para empezar, en el mal inicio de partido. Si algo ha caracterizado a los de Simeone en muchas citas importantes de los últimos años ha sido tener un fuerte arranque para intentar jugar desde muy pronto a favor de resultado. Pero en los primeros minutos les faltó intensidad y seguridad con el balón. Pareció poderles la responsabilidad, presos de la tensión. Eso llevó a forzar faltas innecesarias con las que el Madrid empezó a generar peligro. En una de ellas llegó el gol de Ramos, en fuera de juego, no lo olvidemos.
Pero esa jugada y una anterior en la que Benzema casi hace el primero tras una falta lanzada por Bale obligan a hablar de otro factor en el que el Atleti no estuvo tan brillante como en otras ocasiones. Las jugadas a balón parado en las dos áreas. En la propia permitió que el Real Madrid le rematara casi siempre, y sólo una pizca de fortuna evitó que encajara más goles de esa forma. En ataque no logró rematar ni una sola vez con peligro a la portería de Keylor. Excepto en momentos puntuales, la eficacia en ese aspecto ha bajado mucho esta temporada.
Tras encajar el gol, se encontró con la obligación de llevar el mando del encuentro, pero le faltaron ideas para superar a un Madrid replegado. Eso hizo su juego muy lento y previsible, fácil de neutralizar. Carecía de atrevimiento y desborde. Tuvo el balón pero apenas consiguió disparar en un par de ocasiones y sólo una entre los tres palos sin demasiado peligro. No ha sido la primera ocasión en la que Simeone ha tenido que rectificar su plan inicial de poner a Augusto por Carrasco.
Eso nos lleva a reconocer que no fue la mejor noche de Torres y Griezmann. El partido se puso complicado para que brillaran sus mejores cualidades al encontrarse sin espacios, es cierto, pero les faltó movilidad, ofrecerse más, sobre todo a Fernando, y ganar los duelos individuales. Pese a ello, El Niño forzó la jugada del penalti que desperdició Griezmann, el segundo lanzamiento que marraba esta temporada desde los 11 metros ante Keylor.
Conseguido el gol del empate por Carrasco en el minuto 79, el Atleti tuvo más de diez minutos para haber aprovechado el momento psicológico favorable, pero quitando una jugada que remató mal Torres, apenas volvió a generar peligro y dejó que fuera el Madrid el que acabara los primeros 90 minutos de la final en el área rojiblanca. Faltó algo de determinación y sobró conformismo.
Algo parecido ocurrió en la prórroga, donde no se explotó lo suficiente la superioridad de Carrasco ante un Danilo que ya tenía amarilla. Con un Madrid mermado en lo físico, con Cristiano y Bale sin apenas poder correr, el Atleti tuvo el partido en sus manos pero faltó meter una marcha más, especialmente en los primeros 15 minutos del tiempo extra. Muchos echaron en falta que Simeone no diera entrada a Correa de inicio en la prórroga. Y cuando parecía que lo iba a hacer, la lesión de Filipe le obligó a utilizar un cambio. El argentino habría sido una gran opción en ataque, pero si hubiera hecho antes la sustitución el Atleti podría haber acabado el partido jugando con uno menos tras tener que retirarse Koke.
Y se llegó a los penaltis y ahí llamó la atención la actuación de Oblak, muy estático en la mayoría de los lanzamientos. Todos se los tiraron por su izquierda y él sólo se lanzó tímidamente hacia ese lado en el que marcó Marcelo. Ya fuera la estrategia prevista o su intuición, no dio resultado. Una pena después del buen sabor de boca que dejó su paradón en el lanzamiento del penalti de Muller en la semifinal ante el Bayern.
El partido también dejó aspectos positivos del Atleti que merecen ser destacados. Para empezar, el gol encajado tan pronto le obligó a tomar una actitud más ofensiva de la inicialmente prevista, pudiendo demostrar que el equipo es capaz de tomar la iniciativa ofensiva en un partido. Los rojiblancos ganaron la posesión del balón a su rival --54% por 46% del Madrid--, dieron 46 pases más, llegaron 30 veces al área contraria, dos más que su rival, robaron más balones y perdieron menos, corrieron casi 12 kilómetros más que los merengues... Datos positivos que no valieron para ganar el partido pero que hablan de que en muchas facetas fueron superiores.
La actuación de Gabi fue de las que se recordarán durante mucho tiempo. Sólo la costumbre de que el trofeo al mejor jugador de la final debe ser para alguien del equipo vencedor explica que se lo dieran a Sergio Ramos y no al capitán rojiblanco. Hizo muchas cosas y todas bien. Defendió, cortó, regateó, combinó, inició la jugada del gol del empate… Fue, sin lugar alguno a la duda, el mejor de sus compañeros. Hasta ejecutó a la perfección el penalti. Se tomó el partido como si fuera su última oportunidad de levantar la Champions League. Sus lágrimas al final lo explicaban todo.
Carrasco volvió a demostrar que está llamado a ser uno de los baluartes del Atleti en el futuro. Tiene algo muy codiciado hoy en un día en un fútbol cada vez más atado a la pizarra. La improvisación, el desborde, la fantasía. Desde que salió se convirtió en la principal arma ofensiva del Atleti, siendo un quebradero de cabeza para Danilo y los demás defensas blancos, que muchas veces no pudieron pararle más que con faltas. Oportuno y preciso en la jugada del gol, le van los grandes escenarios y las grandes citas. Está para ser mucho más que el revulsivo que sale desde el banquillo a revolucionar los partidos. Es uno de los principales generadores de ilusión para los atléticos de cara al futuro.
Oblak también merece salir entre los aspectos positivos de la final. Es cierto que no estuvo acertado en los penaltis, una faceta que quizá deba ensayar más, pero si el Atleti llegó hasta ahí fue también gracias a él. A lo largo del partido y de la prórroga fue uno de los más destacados, teniendo tres intervenciones decisivas para impedir más goles del Madrid. Su categoría está fuera de toda duda. En Múnich y en Milán demostró que es uno de los mejores porteros del mundo y que puede marcar una época en el club. ¿Alguien se acuerda ya de lo que costó? ¿Quién echa de menos a Courtois?
Sería injusto no mencionar a Juanfran Torres. La historia dirá que él falló el penalti decisivo, pero durante el encuentro demostró un grandísimo nivel, provocando mucho peligro por su banda, como bien se demostró en la jugada del gol del empate con su gran pase al primer toque. Falló el penalti, sí. Pero es imposible olvidar que él marcó el decisivo para que el sueño de la Champions siguiera vivo en aquella tanda interminable ante el PSV.
Al final queda el resultado. Y el dolor amargo de la derrota. Pero, más allá de un lanzamiento a la madera, este equipo ha hecho historia. Con sus virtudes y sus defectos. Y si no deja de creer en el sueño, seguro que el destino, ese que ahora parece tan cruel, le estará esperando para darle una nueva oportunidad en el futuro.
Más allá del fatalismo, de la desgracia, del cruel destino, de la historia negra y de las consecuencias del resultado, del éxito de unos y del "fracaso" de otros, en Milán hubo un partido de fútbol del que se ha hablado menos de lo debido. Un partido en el que el Atleti no tuvo tan cerca el triunfo como en Lisboa...
Autor >
Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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