Norma Brutal
Jaimolas, quédate en Sotogrande: la pisci del Club de Campo ya no ape
Ángeles Caballero 15/06/2016
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- Oye, Palo, ¿y tu marido?.
- Está en Sotogrande jugando al golf, y yo aquí con los tres niños.
- ¿Sabéis que tengo entradas para ir a ver a Toquinho y María Creuza? Vamos con mis padres porque a mi padre le gusta mucho la bossa nova. No me digáis que no es un plan súper apete.
- “Por cierto, ¿habéis visto la nevera de Cloti? Es del chino pero parece súper pro.
- Nata, ¿has visto que llevas el mismo bañador que Tirso?
- ¡Hombre, Jaimolas! ¿Qué taaaaalllll?
Son las doce de la mañana y ya tengo unas ganas locas de beber en esta hora feliz de la piscina. Llego con mi nevera de Hipercor, las dos criaturas y el santo varón con el que convivo y ya hay pocos huecos en el césped del Club de Campo. Pillamos una especie de sombrilla de paja (una de las novedades de este año) y en cuanto volvemos del primer baño hay un grupazo de treintañeros acomodados con su inmensa prole.
Ya saben lo que opino de las pijas madrileñas tras años de observación. Por lo general tienen poco pecho, siempre tienen frío y sus cortes de pelo nunca pasarán a la historia de la transgresión del peinado. Mientras a otros les causaría estupor semejante escenario, yo sé que me bastarán unos minutos de escuchar conversaciones ajenas (uno de mis pasatiempos favoritos aparte de beber vino y comer jamón) para escribir esta columna. Quizá, y sin forzar demasiado, podría escribir una tesis doctoral. Al tiempo.
El diálogo del inicio es absolutamente verídico. Desordenado pero real como la vida misma. La vida pija misma. Los pijos acortan los nombres y yo me planteo, mientras disimulo leyendo el periódico con la oreja puesta, empezar a llamarme Ange a partir de hora. O Nor (por Norma). También me pregunto por qué un tipo con barba y pasados los 30 que llega sudado después de jugar al golf se sigue haciendo llamar Jaimolas. Se lo llaman no una, sino dos veces.
Este año el grupo de Facebook del Club de Campo Villa de Madrid (recordemos, 51% propiedad del Ayuntamiento sóviet de Madrid) está animadísimo. De repente hay unas canalizaciones de ira muy profundas y enervamientos supremos ante fallos garrafales; curiosamente, son errores que se repiten desde hace más de una década pero, bueno, debo ser yo, que el verano me baja aún más la tensión y estoy deseando taparme con manta de nuevo.
Este año hay dos confluencias tremendas en la piscina. Para empezar, se han talado bastantes árboles y eso hace que la sombra cotice al alza. Y claro, dile tú a Palo y Jaimolas que para ir a la pisci hay que madrugar. Eso sólo lo hacen los jubilados y horteras en busca de la primera línea de playa en Alicante. No los que se trasladan desde esta piscina a veranear en Sancti Petri. Veranear, qué gran palabra.
También hay una gran tensión social por los nuevos socios a los que se les ha dado de alta. “¡A saber lo que ha entrado!”, comentan dos amables señoras que no llegan a los 50 años. Cualquiera que hable con uno de los nuevos sabe que llevan en la lista de espera desde hace años. Es más, puede que por aquel entonces Errejón ni hubiera nacido. Pero nada, parece que toda la nueva hornada es podemita (ojalá espías de la KGB enviados por Manuela Carmena en los ratos libres entre plenos y magdalenas). Así, una observa la proliferación de ropa de Decathlon y bolsas de Mercadona, cuando hace años lo trendy era la bolsa roja de Mallorca. Bolsas de Mercadona que por cierto también llevan mis vecinos del tendido sombra. Será del Mercadona de Serrano, claro, no del de Embajadores como la mía.
Cabría añadir que esto no es el Club Puerta de Hierro, 100% privado y el lugar donde chapotean los pata negra. También conviene recordar que lo pro, Palo, es tener pisci propia en casa y un jardín suficientemente grande como para invitar a los amigos de clase, con sus familias de bien y sus conversaciones sobre lo mal que está todo, en especial el servicio.
De momento este año hay nuevas especies en la piscina y ya no soy la única mujer con pelo corto y sin reflejos dorados. Para empezar, hay más de un tatuaje, he visto a un tipo con rastas hasta el final de la espalda y a una mujer negra con un cuerpo de infarto a la que se dirigen miradas masculinas y femeninas a su paso. Las de ellos, de deseo contenido; las de ellas, de deseo contenido también.
Ojalá olvidarnos de caravanas electorales y retransmitirlo todo desde este césped tan cotizado. Ojalá cinco minutos al día en los que alternemos nombres propios acortados y diminutivos. Porque el marido de Palo la ha dejado sola con los tres niños por irse a jugar al golf y ella está enfadadita. Porque les toca llevar una nevera del chino, cosa que jamás hicieron sus progenitores. “Esos sí que tenían dinero”, comenta un camarero. Va a ser verdad que esta generación vive peor que sus padres. Qué dra (ma).
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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