Análisis
PSOE: ¿recortes o el cuerno de la abundancia?
El principal problema que arrastra el partido socialista es que ha devenido en socialismo utilitarista, dejando a un lado los principios ideológicos y situándose como un partido de electores con un alto nivel de pragmatismo
Víctor Manuel Muñoz Sánchez 15/06/2016
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En la Universidad de Chicago allá por 1975, Ricoeur –gran experto sobre pensamiento utópico-- glosaba a sus jóvenes alumnos adinerados hippies una conferencia relativa a uno de los más destacados teóricos del socialismo utópico, Fourier, que la fenomenología genética intenta ahondar por debajo de la significación aparente, para llegar a significaciones más fundamentales. Y eso es precisamente lo que vamos a hacer, bucear en lo que hay detrás de las siglas del PSOE. Realizaremos este objetivo a través del PSOE-A, dado que actualmente es lo que representa la quintaesencia del socialismo actual. Obviamente, las argumentaciones vertidas en este artículo descansan sobre lo sucedido, es decir, el pasado, pues, cuando se aventuran a retratar lo que está por venir, ya dejan de ser sociología y se transforman en prognosis.
Algo que podemos vaticinar sin temor a cometer mucho error es que en las elecciones del próximo 26-J, Cataluña y Andalucía serán dos territorios electorales claves para el resultado final, de ahí el interés de analizar Andalucía y sus particularidades.
Andalucía ha sido el único territorio electoral en el que el PSOE mantiene su hegemonía desde el inicio de la democracia. A su vez, en él se ha producido uno de los pocos pactos de unidad de la izquierda a nivel supramunicipal. Es claro también que este “experimento” de pacto no puede ser extrapolable a otros territorios de manera abrupta, puesto que dejaríamos en suspenso las principales particularidades del mismo, es decir, la ausencia de un partido nacionalista andaluz, la pervivencia en las instituciones democráticas de Izquierda Unida y la notable hegemonía del PSOE-A hasta esas elecciones (2012). El trágico final de ese pacto propició el reforzamiento de Susana Díaz como ganadora de los comicios y la pérdida de relevancia política de IU, acentuada por la emergencia de Podemos. El papel de IU en Andalucía es reseñable, porque posibilita la representación parlamentaria, contrastándola con la desaparición producida en otros contextos. Sin embargo, hoy día el panorama es distinto, de tal manera que cabría hablar de Unidos-Podemos como coalición en Andalucía.
El pacto de unidad de la izquierda fue roto debido a los réditos electorales que permitió cosechar al PSOE-A. Díaz, como estratega política, eliminó casi totalmente la relevancia electoral de su exsocio y, de una tacada, se consolidó como bastión político y electoral dentro del PSOE a nivel nacional. El pacto no era imposible, ni las posturas irreconciliables, sino que las ventajas obtenidas tras su ruptura (pillar a pie cambiado a Podemos, ubicarlas previamente a las elecciones generales, aprovechar la fuerte caída del PP, entre otras muchas) superaban con creces a mantenerlo vigente.
Es lugar aquí de cuestionarse por la relación entre PSOE-A y Unidos-Podemos. La respuesta parece bastante obvia, dado que una posible colaboración cordial no es posible, al darse en una situación en la cual los apoyos parlamentarios de Susana Díaz se extraen de Ciudadanos. La presidenta de la Junta de Andalucía muestra una profunda incompatibilidad con las posturas de Podemos y sus coaliciones. Además, Díaz representa una posición mayoritaria dentro de los barones autonómicos del PSOE, puesto que defiende –junto a otros muchos-- la idea de la unidad de España y la posible amenaza que produciría una alianza con Podemos. Para un amplio sector del PSOE-A nuestro territorio se considera como la esencia de España –en términos culturales-- porque lo andaluz es lo español y además siempre ha demostrado ser de izquierda. No en vano, Sevilla –capital de Andalucía-- fue la única provincia que “sobrevivió” a la aplastante mayoría del PP en las elecciones del 20-N.
A nivel autonómico el PSOE puede permitirse pactar con otros partidos porque eso no afecta a su hegemonía
Realizando un esfuerzo de traslación, fundamentamos que en España gobernaría la izquierda si el PSOE pactara con Unidos-Podemos, pero el principal problema lo encontramos en la cuestión nacionalista, de tal forma que el PSOE ocupa un lugar de trascendencia en cuanto a la defensa del nacionalismo español, mientras que Unidos-Podemos se sitúa en una concepción más basada en España como una nación de naciones. Como ejemplo, la propuesta de Iglesias sobre el Ministerio de Plurinacionalidad. Otra muestra serían los apoyos con los que cuenta el gobierno socialista de la Junta de Andalucía, que se encuentran en los parlamentarios miembros de un partido, Ciudadanos, cuyo principio político fundamental es la unidad de España, como bien demostró su líder en su comparecencia tras conocer los resultados del 22-D.
A nivel autonómico el PSOE puede permitirse pactar con otros partidos (Podemos, Ciudadanos, Compromís, etcétera), porque eso no afecta a su hegemonía. Sin embargo, a nivel nacional esa conjunción no es posible, dado que en ese terreno no ostenta hegemonía, al ser el PP el partido mayoritario en las dos últimas contiendas.
El PSOE despliega una similar estrategia política en otras comunidades, es decir, si pacta con la izquierda o el centro-derecha conserva la hegemonía, pero si pacta con la derecha corre el riesgo de convertirse en un partido bisagra del PP. La constatación palmaria del peligro que encierran los partidos bisagra, que pactan tanto con la derecha como con la izquierda, es su ineluctable destino hacia la desaparición, y si no que le pregunten a los antiguos responsables del recientemente extinguido Partido Andalucista.
Si pacta con la izquierda o el centro-derecha conserva la hegemonía, pero si pacta con la derecha corre el riesgo de convertirse en un partido bisagra del PP
No obstante, sostenemos que el PSOE-A, y el federal por añadidura, es un partido de gobierno, es decir, está concebido desde la segunda restauración para ocupar tareas gubernativas periódicamente, por tanto, no soportaría un lugar en la oposición durante muchas legislaturas. De facto, el PSOE-A preferiría –sin lugar a dudas-- ser gobierno en la oposición, que oposición sin gobierno. No en vano, los socialistas andaluces han pactado en todos los contextos políticos posibles con todos, salvo con el PP. En Andalucía ya lo han demostrado y actualmente ostentan un gobierno apoyado puntualmente por Ciudadanos, situación muy cómoda, de tal manera que los dirigentes del PSOE-A no consideran peligroso a este partido, al no posicionarse como alternativa política viable en estos momentos.
Harina de otro costal sería el ámbito nacional, puesto que ahí existe de facto un pacto tácito a través del cual unas veces gobiernan unos y en otras ocasiones otros. Hace unos meses, se lanzaron globos sonda a la opinión pública para pulsar la facticidad de una posible gran coalición (o concentración nacional, más adecuado nuestro caso) en el gobierno de España entre el PSOE y el PP tras las elecciones. El principal problema que arrastra el PSOE, a todos los niveles, es que fruto de su pragmatismo, auspiciado por su esencia de partido de gobierno, ha devenido en lo que denominamos socialismo utilitarista, dejando a un lado los principios ideológicos y situándose como un partido de electores con un alto nivel de pragmatismo. De ahí que en el futuro ha de enfrentarse a una disyuntiva que marcará lo que será: convertirse en cola de dragón (pactando con la derecha), legitimando con su apoyo las políticas públicas restrictivas, basadas en el recorte del gasto presupuestario, y haciendo suyo el argumentario neoliberal, o acercarse a una posición de cabeza de león (pactando con la izquierda), posibilitando que se hagan viables las utopías románticas de la izquierda en base a la aplicación de pragmática y principios utilitaristas. Todo desemboca en una compleja cuestión: ¿qué hará el PSOE, se plegará a los recortes y la política neoliberal de la derecha o se erigirá en elemento atemperador de la izquierda que aspira a un nuevo orden social? Reconocemos que la izquierda tiene el deber moral de aliarse para llevar a cabo su programa político de lucha contra la desigualdad, pero la respuesta es que el PSOE hará lo que le permita mantener la hegemonía.
En la Universidad de Chicago allá por 1975, Ricoeur –gran experto sobre pensamiento utópico-- glosaba a sus jóvenes alumnos adinerados hippies una conferencia relativa a uno de los más destacados teóricos del socialismo utópico, Fourier, que la fenomenología genética intenta ahondar por debajo...
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Víctor Manuel Muñoz Sánchez
es sociólogo y profesor de la Universidad Pablo de Olavide.
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