Pactando con logos
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Contra el pacto del botellín, el sistema ha pensado que mejor un quinto.
El estado de pánico en el que vive el establishment desde que hace dos años y medio nació Podemos lleva a veces a los intelectuales públicos y concertados a intentar vendernos marcos que parecen diseñados por el enemigo. Una de las últimas ocurrencias es la del quinto presidente, es decir, el tecnócrata/sabio sin nombre que generaría el consenso entre PP, PSOE y C’s para evitar a cada uno de ellos el trago de negociar y pactar con sus presuntos adversarios. La idea, gran coalición por arriba y cierra España, es muy italiana, pero resulta bizantino que regrese en plena campaña electoral, cuando los tres candidatos de la GC3 (Gran Coalición a Tres) buscan el apoyo de los votantes, y desde sus propias huestes salen voces haciéndoles la cama (véase Jordi Sevilla).
¿Qué tipo de estafa democrática es esa de que se presenten cuatro candidatos para intentar presidir el país y que los poderes sin rostro conspiren en la sombra para que gobierne un quinto tipo no votado en las urnas? ¿Será una idea de Schäuble o de Merkel? ¿Quieren decirnos los marcólogos del quinto que ninguno de sus tres cabezas de lista da la talla o reúne las condiciones para presidir el país?
Sabemos que la apuesta por el dignatario super partes satisface a Esperanza Aguirre (a la vejez, felipista), a Albert Rivera, y, probablemente, dado el sarcasmo de sus carcajadas, incluso a Pedro Sánchez. El problema es cómo hacer pasar ese trágala antidemocrático a los millones de electores que irán a votar de buena fe el 26J pensando que, si gana, su candidato debería presidir el país.
Lo cierto es que, pensándolo bien, ninguno de los tres aspirantes a encabezar la coalición antiPodemos –esa que se le cayó de la boca a Rivera durante el debate, y que según la encuesta de MyWord solo satisface a 2 de cada 10 votantes-- parece capacitado para gobernar el país.
Mariano Rajoy es el presidente del PP que dejó salir a la luz las vergüenzas y miserias del partido más corrupto de Europa. Como ha dicho Rivera, está cogido por los (piiiiiiii) por su extesorero Luis Bárcenas, aquel que le entregó durante años –según confesó ante Ruz-- los sobres en B y que de paso pagó la reforma de la sede genovesa con dinero igualmente negro.
Como le pasaba a Berlusconi con las velinas que grababan las orgías en vídeo, Rajoy sería un presidente frágil, desacreditado como regenerador, y para colmo chantajeable.
Ello no obsta para que el líder popular haya superado sin una sola crítica interna estos meses de afasia, agenda muy vacía y lecturas del Marca. El PP es incapaz de quitárselo de en medio pues, pese a todo, fue el más votado el 20D. La ironía es que Rajoy, otra vez como Berlusconi, sigue siendo el favorito para ganar una vez más. Y que, como el exCavaliere, solo podría dar el paso atrás con un salvoconducto que le asegure que no será procesado cuando deje el poder. El problema es: ¿puede el Gran Poder garantizar la inmunidad al líder de un partido tan putrefacto?
Rivera, que goza como un niño en el papel de segundón que le diseñaron Bono y Zaplana al darle la bienvenida al Club Siglo XXI y a la política estatal (Celestina, pinza, bisagra y tapón de la hemorragia bipartidista), ya ha dicho que preferiría a Pablo Casado o a la socia madrileña de C's, Cristina Cifuentes (y suponemos que también a Feijoó), pero como sabe que Rajoy es de corcho, tampoco desdeña la idea del quinto de consenso. Su único objetivo en la vida es frenar a Podemos, y verá que la cosa es más presentable así. O más disimulada.
El segundo candidato centrista, Pedro Sánchez, tiene todavía menos opciones de ser presidente, a la vista de los sondeos y de la cara que puso cuando Iglesias le impelió a decidir con quién pactará el 27J. La vida de Sánchez, que hoy sería dulce si le hubiera echado agallas para pactar a la portuguesa con Podemos, IU y algún secesionista de pacotilla (véase Guillem Martínez), se ha convertido en un calvario de incierto destino: si, como parece, llega tercero, será carne picada en manos de Susana Díaz & Sus Barones. Todo indica que será obligado a suicidar al partido sumando fuerzas con el PP y C’s, y que unas semanas después lo desbancarán de la secretaría general. A no ser que se tire al monte y pacte con su amigo Iglesias...
Así las cosas, y a falta de 9 días para el voto, el pánico en las élites no deja de crecer ante el avance (punto a punto en Cataluña, décima a décima en el resto del país) de Unidos Podemos (a cuatro del PP, y subiendo). Y nadie quiere ya ni imaginar una improbable victoria del demonio, que haría casi imposible la GC3 y podría acabar levantando las alfombras que cubren años de corrupción, pactos opacos, extorsiones cruzadas y publicidad institucional en modo barra libre.
Desconcertado por la energía y la ilusión que ha generado la imprevista coalición de izquierdas, el Sistema tiembla y busca marcos nuevos donde colgar los clavos de la falta de ideas, el pavor al cambio, la desesperación.
Nos espera una recta final llena de venezueling. Mientras tanto, los próceres de la patria cocinarán a fuego lento el quinto bueno destinado a librar a la nación del populismo-coletismo.
Abróchense los cinturones, y luego voten ustedes con alegría, que la democracia es de tod@s y el miedo es de cobardes. Y después ya veremos si se llama quinto o botellín.
Contra el pacto del botellín, el sistema ha pensado que mejor un quinto.
El estado de pánico en el que vive el establishment desde que hace dos años y medio nació Podemos lleva a veces a los intelectuales públicos y concertados a intentar vendernos marcos que parecen diseñados...
Autor >
Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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