Una permanente encrucijada que confunde el camino de Brasil
Carlos Castellanos 22/06/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La Copa América Centenario ha entrado en una emocionante fase definitoria en la que no está la selección de Brasil, eliminada y enviada a casa por la mano del peruano Raúl Ruidíaz que el árbitro Andrés Cunha no vio. Ese resultado convirtió la marejada en torno a la “canarinha” en un maremoto y vino como anillo al dedo a todos los que esperaban un revés semejante para ensañarse con el entrenador brasileño, Dunga. Pocos días después se anunció la destitución del seleccionador y la llegada de Tite.
Brasil arrastra desde 2014 el peso del fiasco que supuso el aplastamiento en la semifinal del Mundial contra Alemania por 7-1 en el Estadio Mineirao de Belo Horizonte y vive como consecuencia de ello en un permanente estado de zozobra. Aquel episodio en la Copa del Mundo que organizó el país sudamericano señaló el fin del mandato de Felipe Scolari y el inicio de un nuevo periodo de Dunga, encomendado con la tarea de estabilizar la nave.
El riograndense había disfrutado de una excelente primera etapa como seleccionador, en la que ganó la Copa América de 2007, acabó la eliminatoria para el Mundial de 2010 en primera posición y ganó la Copa Confederaciones de 2009. El único torneo que no ganó fue el Mundial de Sudáfrica, en el que cayó en unos cuartos de final que tenía bien encaminados contra Holanda pero que acabó perdiendo por errores individuales de algunos de sus jugadores. La trayectoria de Dunga parecía avalar su nombramiento por parte de la Confederación Brasileña de Fútbol en julio de 2014.
Sin embargo, la polémica eliminación en la Copa América Centenario, a manos de Perú (literalmente), cayó como una importante lluvia sobre el suelo mojado de la insatisfactoria fase de clasificación para el Mundial de Rusia de 2018. Brasil se encuentra en sexta posición pero está apenas dos puntos por detrás de una elogiada selección argentina, que se halla en tercer lugar. Esa doble vara de medir a brasileños y al resto continuó en la Copa Centenario. Dunga no pudo llevar a EEUU la plantilla que pretendía y debió modificar su composición en el último momento por las bajas de Neymar, que jugará los Juegos Olímpicos, y de Douglas Costa, Ricardo Oliveira, Rafinha, Kaká y Luiz Gustavo por lesión.
Aun así, Brasil presentó un equipo con suficiente calidad y juego ofensivo, en el que Willian actuó en banda derecha, Philippe Coutinho en banda izquierda y Jonas o Gabriel en la posición de delantero centro. En el mediocampo, Dunga situó a Casemiro, Elías y Renato Augusto, un trío a la altura de cualquier otro equipo presente en la Copa.
Brasil hizo un buen partido contra Ecuador en su estreno, sobre todo en la primera parte, pero no pasó del empate a cero. En su segunda comparecencia goleó a Haití 7-1 con buen fútbol pero ante un rival de poca entidad. En su tercer partido contra Perú sabía que el empate le daba el billete a cuartos de final y por momento ese pensamiento lo llevó a nadar entre dos aguas. Pese a ello, tuvo momentos destacados hasta que se produjo la fatalidad del minuto 75 que subió a los brasileños al avión antes de lo esperado.
Cierto es que Brasil tuvo apagones importantes y prolongados durante esta copa, pero no más que otras selecciones. Las críticas lanzadas fueron exageradas. Su temprana eliminación y la antipatía futbolística que causa en algunos Dunga revivió el antiguo debate sobre el estilo de juego brasileño, un debate que se inició antes del Mundial de Alemania de 1974. Hasta entonces, Brasil solo conocía un modo de jugar: al ataque y aprovechando el talento y la calidad de sus maravillosos futbolistas, lo que pasó a denominarse “jogo bonito”. Así, Brasil ganó tres de cuatro Mundiales en 1958, 1962 y 1970. Pero antes de la Copa de Alemania, el entrenador Mario Lobo Zagallo llegó a la conclusión de que solo con las cualidades innatas de los brasileños no se ganaría a los europeos. Aparecía así por primera vez la idea del pragmatismo en el fútbol de Brasil. Zagallo optó por colocar una defensa férrea conformada por Ze María, Luiz Pereira, Mario Marinho y Francisco Marinho y por delante hizo una mezcla de calidad y esfuerzo. Seguían Paulo César Lima y Rivelino pero el que más corría del fantástico equipo del 70, Jairzinho, pasó a ser un generador de juego. Por encima de los nombres, estaba un estilo más orientado a neutralizar al rival que a superarlo con buen fútbol. Brasil cayó en lo que a todos los efectos fue una semi final contra Holanda por 2-0 provocando críticas en casa y poniendo sobre la mesa la discusión sobre la conveniencia de jugar “a la brasileña” o “a la europea”.
Cuatro años después, en el Mundial de Argentina, Claudio Coutinho, el preparado físico del combinado nacional de 1970, dirigió a Brasil con el concepto de que no se podía ganar con “mega cracks” y que debía predominar el juego colectivo y la disciplina táctica. Brasil no enamoró con su juego pero acabó tercero tras derrotar a Perú, Polonia y empatar con el anfitrión Argentina en el grupo de segunda fase y quedar fuera de la final por diferencia de goles.
Acostumbrado a ganar, Brasil consideró los Mundiales de 1974 y 1978 como grandes fracasos, por lo que en la Copa de España en 1982 y México en 1986 se decidió volver a los orígenes y apostar nuevamente por el jogo bonito y la excelencia de jugadores como Sócrates, Zico, Falcao, Toninho Cerezo, Eder y Junior. En esos certámenes, con la conducción de Telé Santana, Brasil encandiló con la belleza de un fútbol que todavía se recuerda pero cuyos resultados no mejoraron los de los Mundiales precedentes. La discusión sobre la forma de jugar que debe tener el combinado nacional se intensificó pero en esta ocasión se impusieron los pragmáticos. Lo que se considera como el estilo brasileño se perdió en 1986 y nunca más volvió a la selección. Entrenadores como Sebastiao Lazaroni, Carlos Alberto Parreira y Felipe Scolari se encargaron de ello. La aparición de grandes talentos por el camino pudo maquillar en ocasiones lo que en esencia ha sido la idea primordial: fuerza en el medio, contención, recuperación del balón y practicidad. De hecho, desde que Brasil ganó el Mundial de EE.UU. en 1994, nunca abandonó el doble o triple pivote de músculo. Cabe recordar que en 2002, cuando Brasil vuelve a ser campeón del mundo, lo hace con el talento de Ronaldinho, Ronaldo y Rivaldo, pero también lo consigue con tres defensas centrales y con Kleberson y Gilberto Silva en las posiciones de medio centro.
Dunga no es la excepción, es la continuación de una filosofía futbolística que predomina en Brasil desde hace tres décadas, una idea que limita la aparición de jugadores “a la antigua”. Es la pescadilla que se muerde la cola: se antepone la marca a la habilidad y, por lo tanto, surgen menos talentos. Ni Dunga ni ningún otro entrenador pueden seleccionar jugadores que no existen. Para comprender la situación basta con ver algunos partidos de la liga brasileña y comprobar el estilo dominante, por eso Tite encontrará los mismos problemas que Dunga. Podrán mejorar los resultados pero es improbable que ocurra con una vuelta al estilo que una vez fue brasileño.
A pesar de las dificultades, Brasil seguirá produciendo buenos jugadores aunque hoy lo haga en menor cantidad que hace 40 años, pero Brasil no está solo. Se trata de un fenómeno extendido por casi todo el mundo que prima el sistema y el juego colectivo por encima de la inspiración y la habilidad, por eso Brasil exhibe las mismas carencias que la mayoría de las grandes selecciones.
La Copa América Centenario ha entrado en una emocionante fase definitoria en la que no está la selección de Brasil, eliminada y enviada a casa por la mano del peruano Raúl Ruidíaz que el árbitro Andrés Cunha no vio. Ese resultado convirtió la marejada en torno a la “canarinha” en un maremoto y vino como...
Autor >
Carlos Castellanos
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí