Análisis
De Tsipras al Brexit: el sueño europeo se convierte en pesadilla
Desde el referéndum griego, las señales de descomposición y descontrol se suceden en la UE. A izquierda y derecha, el descontento es cada vez más evidente
Pablo García Bruselas , 29/06/2016
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Hubo otro referéndum en la UE que provocó jaquecas y úlceras antes que el Brexit. Tras el anuncio del 27 de julio de 2015, en los cajones de los funcionarios de las instituciones europeas había medicamentos de todo género ante una situación que se desmadraba y de la que solo se podía salir liquidando todo bacilo izquierdista, lo que ocurrió el 13 de julio posterior: quizás por primera vez en la historia de la Unión, el plebiscito griego supuso un momento de ruptura inédito que explica la humillación consiguiente, esto es, un Alexis Tsipras que quiso revertir la austeridad y ha terminado no subiendo el salario mínimo ni reformando el impuesto sobre la propiedad, ni devolviendo la paga extra a los funcionarios, ni reestructurando la deuda (todavía), ni evitando las privatizaciones, como había prometido el ingeniero ateniense en el programa de Syriza.
Ha pasado un año exacto del fantasma del Grexit y los acontecimientos se suceden ahora de manera vertiginosa. Los británicos votaron con margen suficiente a favor de dejar la UE y muy poco después una opción radical ha fantaseado con el Gobierno de España hasta el inicio del recuento electoral para estrellarse contra sus propios sueños, lo que habría trastocado notablemente la agenda del Consejo Europeo del martes 29 de junio, dedicado a sonrojar a David Cameron. Mientras tenía lugar el cónclave en Bruselas, Jeremy Corbyn, el laborista que arrasó en las primarias de su partido hace nueve meses y que defendió permanecer en una UE que le irrita, se enfrentaba a una revuelta interna desencadenada por el establishment de su partido por su supuesta falta de pasión al sostener el Remain. Y entre una cosa y otra, esa misma tarde, las calles de Francia ardían, algo que viene sucediendo desde marzo.
Demasiadas coincidencias, un elemento en común: la ruptura, esa que sin orden ni concierto encarnan los erráticos partidarios del Leave --con tufo xenófobo, sí, pero muchos de ellos votantes laboristas--, Jeremy Corbyn, Pablo Iglesias o incluso Philippe Martínez, el mostachudo líder de la CGT. A este sindicalista de padres españoles el diario económico Les Echos le dedicó un reportaje titulado "El hombre que vive fuera de su tiempo". Pero con más de un 70% de los franceses contrarios a la reforma laboral, quienes parecen estar desconectados de la realidad son algunos medios de comunicación.
El guirigay europeo parece que solo empeorará, porque la Unión ya se divide entre quienes contemplan lo que hay y quienes quieren romper la baraja, de la manera que sea y cueste lo que cueste. El escarmiento al que se ha sometido al Reino Unido en el Consejo del 28 de junio podría transformarse en aguarrás ante la perspectiva de un referendo similar en Suecia y los Países Bajos. ¿Quién apostaría por la victoria de la permanencia en la UE en cualquiera de estos dos Estados del norte europeo?
Por eso la letanía que más se repite ahora --y especialmente en España, con la cuestión catalana de fondo-- es que los referendos son malos porque una ciudadanía escasamente preparada puede adoptar decisiones contraproducentes. Un planteamiento perverso que obvia la naturaleza democrática de una votación, por mal planteada que esté. "No creo que haya otra medida que produzca más acritud, división y daño económico que aquella que ignore el voto popular", ha escrito sabiamente en el Financial Times el partidario del Remain Wolfgang Münchau.
Al conocerse el shock que fue el desenlace del Brexit muchos recordaron los peores augurios para Grecia entre el resultado del referendo --que Tsipras se llevó con más de veinte puntos de ventaja-- y el dramático acuerdo del 13 de julio tras 14 horas de Eurogrupo y 17 de Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas: las comparativas con Albania, Kosovo y Macedonia afloraron por doquier. Salvando las distancias, el millonario George Soros predijo poco antes del voto en Reino Unido que si el Leave obtenía mayoría la libra se depreciaría más que cuando él apostó contra esta divisa en 1992, causando una fenomenal crisis.
Ahora sabemos que tras dos días de caída fuerte el FTSE londinense se recupera a marchas forzadas e incluso las bolsas europeas, que padecieron un varapalo más fuerte que Londres, están en pleno rebote. Es verdad que la hipótesis del efecto dominó se cierne sobre la gran banca --Italia ha pasado el rubicón y circula el rumor de que prepara un plan de rescate para sus entidades--, pero esto es un mal endémico que afecta a las finanzas europeas y a la mala supervisión diseñada por los arquitectos de la UE durante la crisis.
Sea como fuere, los elementos rupturistas dentro de la UE saltan a la vista y el miedo a cortar bruscamente con el orden establecido decrece. El acoso y derribo a Corbyn es, en este sentido, significativo: en septiembre del año pasado el veterano izquierdista arrasó en las primarias del Labour con 170.000 votos de diferencia sobre el segundo de los cuatro aspirantes. Su programa incluye un freno radical a los recortes, la renacionalización de algunos sectores privatizados durante la era Thatcher, duplicar el presupuesto del sistema de salud e incluso un salario máximo para las grandes fortunas.
Pero una mayoría de sus diputados se amotina ahora contra él con el pretexto de que no ha mostrado demasiado entusiasmo en favor de mantener al Reino Unido en la UE. "Está siendo culpado por pecados cometidos principalmente por otros. Cuando pienso en ello es increíble", ha deplorado el mediático analista Owen Jones. "La izquierda suele ser criticada por los Conservadores por promover políticas que causarían el caos. Pero fíjense lo que acaban de hacer los tories en Gran Bretaña".
Romper la baraja o quedarnos como estamos. La austeridad europea conduce a lo primero ineludiblemente. El problema final descansa en si la ruptura se hará por la vía social, la de los valores europeos primigenios y la recuperación del Estado del Bienestar, o seguirá la senda xenófoba y nefascista. Muerto Alexis Tsipras, asoma un partido filonazi; desactivado Philippe Martínez, el hueco lo ocupa Marine Le Pen. Y eso sí que sería el fin...
Hubo otro referéndum en la UE que provocó jaquecas y úlceras antes que el Brexit. Tras el anuncio del 27 de julio de 2015, en los cajones de los funcionarios de las instituciones europeas había medicamentos de todo género ante una situación que se desmadraba y de la que solo se podía salir liquidando...
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Pablo García
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