ANÁLISIS
Breve anatomía del desastre
El triunfo del PP valenciano sobre la nueva política puede descansar en la movilización social que ha ejercido el PP y que la nueva política ha decidido no ejercer. Un análisis extrapolable al resto del Estado
Francesc Miralles 29/06/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Pasadas las 24 horas de rigor mortis y luto por el desastre del 26J, como así fue para el espectro progresista y poseedor de una mínima vocación transformadora, aquí van algunas reflexiones rápidas y a modo de autopsia:
1. Es cierto que hasta que no contemos con la tabla-electoral del CIS, o equivalente, es precipitado hacer lecturas definitivas del resultado, pero el análisis rápido de los datos habla de un incremento de 700.000 votos para el PP debido a tres factores: trasvase desde Ciudadanos --unos 400.000--, movilización de un perfil abstencionista --otros 300.000-- y sin olvidar, por supuesto, los beneficios de la Ley Electoral y la prima de escaños que supone. Un 33% de los votos no es un porcentaje espectacular en perspectiva comparada en un sistema parlamentario proporcional, pero sirve de sobra para ser primeros en un entorno multipartidista. El PP ha entendido que necesitaba, más que una estrategia catch all como en los viejos tiempos, cohesionar a los convencidos. Rajoy y la gestión conservadora de los tiempos vuelve a ganar a sus ilusos enterradores. #since2004
2. El PP, y especialmente el valenciano, ha cifrado parte de su éxito en una estrategia de polarización respecto a la amenaza de la izquierda: en el campo económico, de un lado --donde la perspectiva del Brexit y el viernes negro ha ayudado, no sabemos hasta qué punto, pero seguro que sí en términos de framing-- y sobre todo articulando, cohesionando y movilizando en cantidad suficiente a su base social. El PP --y el caso valenciano es un gran ejemplo-- ha sabido recurrir con éxito a entornos sociales que escapan a su militancia estricta, tales como los que se articulan alrededor de la Iglesia Católica --la escuela concertada, etcétera--, tales como el apoyo explícito de la jerarquía católica y sus campañas --como el arzobispo de Valencia, la defensa de la Virgen María--. El PP ha hecho una precampaña y campaña en la calle trascendiendo la estructura del propio partido.
El PP ha hecho una precampaña y campaña en la calle trascendiendo la estructura del propio partido
3. El factor fundamental, sin embargo, ha sido el hundimiento de la izquierda, desigualmente repartido: el PSOE se ha dejado cien mil votos, pero Unidos Podemos/confluencias pierde un millón cien mil sobre la suma de sus candidaturas separadas en diciembre. Cualquiera de los motivos esgrimidos por unos u otros --condena al no acuerdo entre las izquierdas, condena de la busca de “butacas” en las negociaciones, castigo al radicalismo comunista, castigo a la estrategia de la cal viva, etcétera-- tendrían que haber detectados en alguna encuesta de las realizadas en los últimos meses. Pero, muy al contrario, todas indicaban la misma tendencia de voto que, incluso, podría incrementarse. Los motivos, pues, los tenemos que buscar en otros aspectos que el voto consciente, dado que tampoco parece haber habido transferencias entre los partidos “progresistas” --todos pierden bastante-- ni parece demasiado plausible que los votos desaparecidos de Unidos Podemos/confluencias hayan ido hacia el PP.
4. El gran factor que ha variado respecto a las elecciones de diciembre es la participación --del 73’20% de diciembre al 69’84% de junio [no incluye datos de participación de residentes en el extranjero]--, 3 puntos escasos de diferencia, que en votos absolutos se pueden cifrar en alrededor de un millón. Podemos presuponer a grandes rasgos que los 100.000 votos perdidos del PSOE y los 400.000 de C’s pueden compensarse más o menos con los 700.000 que gana el PP --recordamos que el CIS y otras encuestas hablaban de un 32’4% de indecisos; un 10% de los cuales dudaban entre PP y C’s, que estimando sobre censo serían alrededor de 800.000 votantes; un 9’4% dudaba entre PP y PSOE; es decir, unos 700.000 y pico--. Por lo tanto, el gran diferencial previsible entre la previsión y la realidad sería el millón y pico de votos menos de Unidos Podemos/confluencias, que no es probable que haya tenido grandes capitales de transferencia con un PSOE que también ha perdido votos.
Podemos presuponer a grandes rasgos que los 100.000 votos perdidos del PSOE y los 400.000 de C’s pueden compensarse más o menos con los 700.000 que gana el PP
El error de la encuesta a pie de urna de TVE-Sigma Dos permite afinar esta suposición: estimó un resultado a partir de los votantes que habían participado en las primeras horas del día, simulando la participación en las horas restantes. Pero si bien a las 14 horas la participación era prácticamente clavada a la del 20 de diciembre, casi toda la abstención diferencial se concentró por la tarde. No es ningún secreto qué perfil de edad acostumbra a votar por la mañana después de misa y qué perfil espera hasta la tarde, y más siendo domingo: los jóvenes. El hecho de ser verano, temperaturas superiores a los 30 grados en buena parte del Estado y una Eurocopa en marcha, tampoco contribuía precisamente a favorecer la participación después de comer. Aquí añadiré impresiones de carácter estrictamente personal basadas en aquello observado y comentado de apoderados e interventores de diferentes partidos en los comicios del 26-J: parece ser la sensación general que hubo muy poca afluencia de jóvenes a los colegios a lo largo del día. Y una consulta rápida en mi entorno cercano apunta a un puñado de abstencionistas de más frente a los comicios de diciembre, por no hablar ya de los de mayo de 2015: no tiene ningún tipo de valor estadístico pero la impresión flotaba en el ambiente y las conversaciones durante todo el día y la noche.
5. En clave estatal, los contendientes internos en Podemos y, en menor medida, en el interior del PSOE, no han tardado al afilar los cuchillos. El clima en la Plaza de Pilar de Valencia [sede electoral de Compromís y, por extensión, de ALaValenciana], el domingo 26 por la noche, era de funeral, pero también de imputación cruzada de culpabilidades con escasa autocrítica; en la posterior fiesta oficiosa del PSPV-PSOE, en la Plaza del Negret, tampoco predominaban precisamente las caras de alegría. En clave de izquierda radical no han tardado las voces que han querido leer --con más o menos acierto-- el fracaso del 26-J como un ajuste de cuentas, bien con la hipótesis populista, bien con la estrategia verticalista surgida del congreso de Vistalegre, reivindicando las esencias del 15-M y la horizontalidad; también las que atribuyen la culpa al miedo, a una sociedad immadura y a quienes votan a los corruptos, en la peor tradición nuñista-gaspartista.
El clima en la Plaza de Pilar de Valencia, el domingo 26 por la noche, era de funeral, pero también de imputación cruzada de culpabilidades con escasa autocrítica
Más allá de la concentración del voto al PP donde el Brexit puede haber influido, en la abstención diferencial de izquierda y, en concreto, en el entorno de Unidos Podemos y confluencias, yo aventuraría hipótesis más simples: una campaña que ha interpelado poco o nada los jóvenes que son el motor de este espacio político --comparamos el vídeo de Podemos de 2014, anticasta y apelando a la ilusión de la juventud, con el de 2016 con la voz de José Sacristán explicando que la victoria de Unidos Podemos en realidad no supondría ningún cambio práctico, y con gente de edad avanzada como protagonistas--. El resto --el énfasis en gobernar con el PSOE, las loas a Zapatero, lo elegía a la socialdemocràcia, los banderines españoles, y el apoyo a la Selección, con un sospechoso de proxenetismo de menores como guardameta, han hecho el resto: no sólo no se han sumado nuevos votos de mayores de 50 años sino que seguramente se han desmovilizado las propias bases. Y tampoco es necesario despreciar el efecto de las encuestas, que pueden haber hecho que buena parte de las bases se confiaran. Sólo el tiempo lo dirá.
6. Todas estas impresiones son, está claro, una simplificación forzada: hay comunidades autónomas donde la participación sube, otras donde baja y también algunas donde se mantiene. En el País Valencià, y respecto a diciembre, el saldo total es negativo en más de 2 puntos, del 76’58% hasta el 74’08%. Es decir, de 89.614 votos menos en total. Por barrios, el PSPV-PSOE gana unos 6.494 votos y el PP se incrementa en 79.623, mientras que C’s pierde 37.795 votos. Pero el contingente principal es, también aquí, el de ALaValenciana: frente al resultado sumado de Compromiso-Podemos e IU en diciembre, pierden 129.617 votos.
Si en un ejercicio acrobático de simplificación imputamos al PP los votos perdidos por C’s, nos queda un saldo positivo para el PPCV de 41.468 provenientes de indecisos y/o de la abstención; si le restamos a este saldo los votos desaparecidos de ALaValenciana nos da un resultado de 88.149 votos negativos, que encaja nada sorprendentemente con la abstención diferencial entre diciembre y junio, cifra que tampoco varía demasiado incluso si los añadimos los pocos millares que gana el PSPV-PSOE. Dejando claro que son cábalas muy aproximativas, podemos inferir la hipótesis de que buena parte del abstencionista proviene de este espacio político.
7. Si comparamos el resultado de ALaValenciana no sólo con #ÉsElMoment de diciembre sino también con la suma de Compromís, Podemos y Esquerra Unida de las autonómicas de mayo de 2015 --con un 71% de participación--, encontramos un saldo negativo de 182.762 votos menos en conjunto que por separado, teniendo en cuenta, claro, que se trata de comicios distintos. Para el caso, las fuerzas valencianas de izquierda parecen sumar más por separado que juntas en una misma lista.
Detrás de estos resultados hay algunos datos: un estudio del politólogo Anselm Bodoque apuntaba a que Compromís es a) la fuerza valenciana que menos rechazo produce entre el electorado valenciano --mientras que Podemos es la que más--, b) está mucho mejor situada cerca de las preferencias de los electores que no Podemos o IU, c) con mucho mejor predicamento entre clases medias y medias-altas, y d) entre directivos, técnicos y obreros cualificados. Y otro estudio, este de la consultora ESTE2, apuntaba a que un 20% de los votantes de Compromís procedía del PPCV. Hay motivos para pensar que estos sectores --más “centristas”-- se hayan podido alejar de las coaliciones con Podemos y ahora IU en un contexto de polarización derecha-izquierda. Todo un aviso para navegantes que puede tener consecuencias en el futuro: no hay que dar por supuesta ninguna fórmula de coalición pensando en las autonómicas y municipales: se tendrá que negociar cada vez desde cero. Tampoco hay que echar las campanas al vuelo con conclusiones apresuradas: ya avisaba Levante-EMV que el voto, también aquí, es dual entre autonómicas y estatales.
Un estudio del politólogo Anselm Bodoque apuntaba a que Compromís es la fuerza valenciana que menos rechazo produce entre el electorado valenciano, mientras que Podemos es la que más
8. También en clave valenciana, la encuesta de junio de Invest Group para Levante e Información apuntaba a que la financiación autonómica ha pasado a ser problema prioritario para un 22,4% de valencianos, así como la inversión del Estado en el País Valencià, que ha entrado con un 16,1%. La supervivencia del Consejo y los partidos del Pacto del Botánico --y más si es con un gobierno potencialmente hostil en Madrid en un contexto de recortes, crisis y austeridad europea-- depende de la expansión horizontal de estas problemáticas entre los valencianos. Es evidente que por esta concienciación es necesario un sistema audiovisual propio, pero paradójicamente la reapertura de RTVV sólo preocupa un 14’3% de los encuestados.
9. No sería mala idea que, igual que ha sabido hacer el PP con su entorno social, la izquierda tomara conciencia de que los temas prioritarios no se tienen que trabajar sólo desde los gobiernos y partidos, sino también desde la sociedad civil. Si una lección se puede extraer del 26-J y la victoria del PP es que antes de ir a convencer nuevos sectores dudosos, es prioritario movilizar y cohesionar los propios; los sectores conservadores han hecho trabajo de movilización a conciencia que seguramente ha faltado en la “nueva política”.
Seguramente el primer déficit es el mediático. La “nueva política” se ha revelado como muy dependiente del formato televisivo y, en concreto, de los formatos de espectáculo de las televisiones privadas oligopólicas. Tampoco sería bueno dejar el aggiornamento de los medios de comunicación sólo en manos del sector público: en Cataluña existen iniciativas privadas donde han tenido especial protagonismo grupos cooperativos --como el diario Ara y otras publicaciones-- y, yendo más allá, existe el vasco Gara --de accionariado y capital totalmente popular--. Más espacio hay en diarios online, donde Crític, Eldiario.es, CTXT y algunos otros funcionan ya en buena parte gracias a los suscriptores. Aquello que decía Arthur Miller --que un buen diario es un país que habla consigo mismo-- continúa siendo cierto: habrá que repensar la financiación y el formato. Y esto vale por diarios, revistas, radios y televisiones: en todas partes faltan espacios propios de expresión, reflexión, pensamiento, y también entretenimiento.
Asimismo, sería importante que existieran estructuras fuera de los partidos capaces, no sólo de movilizar y concienciar los propios, sino también de hacer oposición y hacer mover las instituciones y partidos --por más “del cambio” que se proclaman-- en un sentido progresista y transformador; de manera equivalente y en sentido contrario a cómo hacen los lobbies y poderes fácticos tradicionales a que se ven expuestos los cargos electos. En los Estados Unidos hay MoveOn, en Cataluña ha tenido mucho de éxito la Asamblea Nacional Catalana y los sectores ultracatòlicos deben mucho a la plataforma HazteOír. Ya tuvimos aquel embrión denominado En Movimiento, cuestionando con pocos medios la lógica de la representatividad, el enfoque sobre la corrupción, o la privatización de las cajas de ahorro: quizás sea hora de reflotar algo similar.
A trabajar se ha dicho, que hay prisa: sólo quedan tres años. O -según cómo quede el nuevo gobierno en Madrid- quizás menos.
Este artículo ha sido publicado en lapaginadefinitiva.com
Pasadas las 24 horas de rigor mortis y luto por el desastre del 26J, como así fue para el espectro progresista y poseedor de una mínima vocación transformadora, aquí van algunas reflexiones rápidas y a modo de autopsia:
1. Es cierto que hasta que no contemos con la tabla-electoral...
Autor >
Francesc Miralles
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí