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La masa consiste en lo que describe en el siglo XX Elías Canetti. Y en el XXI Bob Esponja. Gente avanzando en una dirección con antorchas y tridentes. Ignoran a dónde van. Sólo lo saben después de cometer una barbarie, momento en el que se disgregan, pierden su forma y su consciencia de masa y vuelven al lugar de partida, tal vez avergonzados. O no. Bueno. Las primeras descripciones de la masa son emitidas, en Europa, tamizadas a través de cierto romanticismo reaccionario. La masa es la chusma de la Revolución Francesa y aledaños. Es embrutecimiento materialista, insensible e imparable. El mismo embrutecimiento que las siguientes descripciones europeas sitúan en las fábricas y en sus barrios cercanos. Las descripciones, también conservadoras, de la Revolución Soviética, dramatizan la masa hasta convertirla en horda. Creo que hay pocos movimientos posteriores de la cosa, sólo variables, hasta que, después de 1945, Canetti habla de una masa no descrita. La masa ordenada y salvaje de los fascismos. EL concepto masa de Canetti luego es retomado --y, hasta cierto punto, mejorado-- por, lo dicho, Bob Esponja. Lo que pocas personas saben es que la primera formulación, la primera aparición, incluso, la primera utilización del palabro masa, es muy anterior. Se parece a la de Canetti/Bob --es decir, de haber triunfado, hubiéramos ganado tiempo-- y se emite en castellano, a principios del XIX.
A principios del XIX, José Somoza, un escritor divertido, un perfil de cachondo ilustrado del XVIII, que escribe con facilidad, como quien toca una campana, y que ya ha descrito varias cosas que nadie antes había descrito, como una sesión de Cortes Constituyentes en Cádiz, describe, por primera vez, a la masa. La cosa es breve y contundente. Y original, y en la dirección contraria a las descripciones inmediatamente posteriores que se producen de la masa. Sucede en un pequeño texto autobiográfico. En el texto aparece él y, posiblemente, su criada, que está que cruje. Ambos huyen. ¿De qué huyen? Lo explica. De la masa. La masa les persigue. Él lleva un objeto debajo del brazo. Ambos se detienen. La chica le apremia para seguir. Él, no le hace caso. Con las manos --ras,ras,ras-- practica un pequeño agujero. Deposita en él el objeto que llevaba bajo el brazo. Es un ejemplar de la Constitución. Tapa el boquete y, luego, se piran. Antes, le come la boca a la chica. Cuando retoman la huída escuchan, no tan lejos, el fragor de --lo vuelve a decir-- la masa, que viene a por ellos.
Mola esta descripción. A saber: se trata de una descripción en las antípodas de las descripciones que culminan con la horda rusa. Es más cercana, incluso mucho, a las descripciones de Canetti. Además, el autor tiene tiempo de contraponer la masa, descrita rápidamente, pero con certeza, al hecho personal, a las elecciones individuales. Que, en el texto, son dos. Una opción política --la Consti esa que nadie quería, que no se comió un kiki y que ahora, dos siglos después, sólo reivindica la derecha para reivindicar otra cosa; tal vez un pasado que no tuvo--, y una opción personal --comerse una boca de color rojo, como suelen ser las bocas.
Bueno. Ayer estuve comiendo con un amigo. Es profe en los USA. Vino a casa y le hice un mar y montaña de barco. De-barco, ampliación. La comida que fabrican los pescadores en el barco se hace en un plis-plas, por lo que suele carecer de sofrito. Son un golpe de fuego rápido, que transforma radicalmente unos ingredientes que, pese a ello, siguen siendo salvajes. Durante la comida estuvimos hablando de temas que nos unen, y que se agrupan desordenadamente en torno a una idea crítica de la cultura local. Uno de los tramos fue una descripción de una conferencia que impartió un dirigente de Podemos en su uni. Sobre cultura. Algo llamativo, en una generación planetaria que ha abandonado las humanidades como posibilidad, en beneficio del uso de las ciencias sociales. Es algo que está sucediendo en todo el mundo, y que en breve prefigurará un mundo con el que no habíamos contado, algo que, por otra parte, sucede periódicamente con el mundo. Las humanidades han muerto, no existen, no han sido transmitidas, por lo que ya no son una herramienta. Es inquietante, sí, saber que en el plano de las humanidades es donde se fijaban conceptos éticos, intelectuales y vitales fabulosos. No sé. Somoza no habría llegado al concepto masa sin haber leído, participado y modificado un corpus que se empezó a fijar varios siglos antes. Supongo que ahora las grandes estructuras éticas, intelectuales y vitales se fijaran en otro plano, que aún desconozco. Anyway. El dirigente, en su conferencia, y a través de estadísticas, no del corpus humanista, fijó un Estado con varias culturas en el que no había grandes diferencias culturales. Inciso: las estadísticas, en fin, son un chollo. Mitterrand decía de ellas que son como bikinis. Enseñan cosas importantes, pero esconden lo fundamental. Fin del inciso. El problema, vino a decir, es que esas culturas carecían de un objeto que las uniera. Supongo que aludía a una cultura unificadora, a referentes comunes. Y propuso uno. El 2 de mayo. Mi amigo me dijo que los asistentes a la conferencia --humanistas-- hicieron chiribitas.
El 2 de mayo es un objeto integrador si se extrae de las ciencias sociales, no de la cultura, de las humanidades. Carece de implicaciones morales, por ejemplo. El 2 de mayo, ese pegamento que falta para elaborar una patria --ese cacharro que vuelve en el XXI, me temo-- es, por ejemplo y si se fijan, lo que persigue, con antorchas y tridentes, a José Somoza, mientras intenta huir de él. Desde criterios culturales, no se puede negociar con él. No se le puede aceptar como animal de compañía. Desde criterios culturales, sólo se puede negociar con lo que Somoza encierra en un agujero, o con el agujero rojo que besa. Desde criterios culturales, en fin, con toda esta historia de Somoza, no se puede construir un país, sino argumentar que no existe, que fue una pesadilla. Desde criterios culturales, tal vez es ético dejar que siga muriendo. Ignoro cuál es la lectura de todo esto desde criterios no culturales, pero no ignoro sus repercusiones éticas.
Desde criterios culturales, en fin, la patria importa una higa. No así lo que Somoza describe, y lo que hace con las manos y la boca.
La masa consiste en lo que describe en el siglo XX Elías Canetti. Y en el XXI Bob Esponja. Gente avanzando en una dirección con antorchas y tridentes. Ignoran a dónde van. Sólo lo saben después de cometer una barbarie, momento en el que se disgregan, pierden su forma y su consciencia de masa y vuelven...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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