Partit Demócrata Catalá, entre una vela y Buenos Aires
En el primer acto de la refundación ninguna de las propuestas de Mas/CDC no sólo no se ha impuesto, sino que han acabado imponiéndose alguna que estaba en sus Quimbambas
Guillem Martínez 17/07/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Refundar un objeto es una operación no exenta de riesgo. Un objeto refundado puede ser lo contrario de lo que se quería refundar. Como le sucedió a la vela, que una vez refundada fue una bombilla. Un objeto refundado, a su vez, también tiene otro peligro. Refundarse a varios kilómetros de donde se fundó originariamente. Como Buenos Aires, que en el trance de ser refundada se refundó a varios kilómetros de su emplazamiento original. Bueno, pues así está el artista anteriormente conocido como CDC, en el trance y peligro de la refundación de una vela o de Buenos Aires, tras el primero de sus dos congresos de refundación, celebrado la semana pasada.
La idea era una refundación dirigida y sin traumas. Una vez Artur Mas dio por perdida su plaza en el Govern de Junts per Sí, anunció que se dedicaría de lleno a la cosa refundación. No lo ha hecho. Es decir, no lo ha podido hacer. La cosa se le fue de las manos hasta, me dicen, hace unas semanas, cuando asumió el dominio de un congreso de pretensiones dirigistas. La idea original era celebrar ese congreso en dos tongadas. En la primera, la semana pasada, se fijaría el cuerpo de la nueva CDC, mientras en la siguiente remesa, la semana próxima, el alma.
Ese cuerpo debería de llamarse Més Catalunya, o Catalans Convergents, a gusto de consumidor. Debería ser un partido soberanista y por el Derecho a Decidir. Soberanismo es un palabro que impide, a su vez, la palabra independentismo. Es decir, ofrece una gran libertad a los líderes de un partido, que puede ser o no ser indepe, según el día, las necesidades o el estado de ánimo. Derecho a Decidir es, por cierto, una alocución que CDC empezó a utilizar en 2007. La estrenó Artur Mas, en una conferencia valorada como histórica por la intelectualidad CDC, en la que no dijo nada. Al inicio de su uso significaba derecho a decidir las infraestructuras. Es decir, era algo muy poco sexy. Esta mañana a primera hora significa autodeterminación, en la profundidad, tonalidad y velocidad que lo decida CDC/exCDC. Derecho a Decidir es, vamos, una bicoca. El cuerpo, por lo demás, debería de tener una estructura determinada, un decálogo de incompatibilidades, una poética del tiempo que pasaría entre congreso y congreso. Vamos, todo lo que tenía el cuerpo anterior, con alguna variación refundacional.
Pues bueno, lo llamativo, lo importante, es que nada de eso se ha cumplido en la refundación. En este primer acto, ninguna de las propuestas de Mas/CDC no sólo no se ha impuesto, sino que han acabado imponiéndose alguna que estaba en sus Quimbambas. El Buenos Aires de CDC se ha refundado, como Buenos Aires, a varios kilómetros de Buenos Aires.
Vayamos por partes. Al congreso asistió todo aquel que quiso, al precio de 25 euros, que otorgaban la calidad de asociado. Se tenía que realizar una catarsis de CDC. La realizó Xavier Trias, a través de una crítica tenue –“hay cosas que las hemos hecho mal”, y, glups, una reinvidicación de Jordi Pujol. Posteriormente se tenía que acometer la cosa nombre y, una vez solucionada, la cosa estructura y poética. Pero no resultó tan fácil. La cosa nombre supuso una explosión de la militancia, que aprovechó el hecho de que se le cedía la palabra para tomarla. Se petó los nombres propuestos --importantes; CDC, y esto es una poética de Pujol, había rechazado en su día llevar la partícula “partido” en su nombre artístico; los nombres propuestos por la dirección eran, por tanto, una meditación Pujolista sobre el todo--. Se llegó a hacer un turno de nombre alternativos, en el que se impusieron tres nombres --quedó descartado mi favorito, snif: Som i Serem, que es el título de una sardana; es como si, cuando se refunde el PP, le pusieran Mi Carro o Que Viva España--: Junts per Catalunya, Partit Nacionalista Català i Partit Demòcrata Català. La dirección, llegado a ese punto, apostó por PNC --tienen, además los derechos de ese nombre desde hace varias décadas--, pero acabó imponiéndose PDC --un nombre históricamente curioso; supongo que la militancia no lo tenía presente, pero fue uno de los nombres que barajó Maragall para sus proyectos, cuando abandonó el PSC--. Otra curiosidad: se parece a Demòcrates de Catalunya, nombre de una escisión de UDC, por lo que no está claro aún, que la cosa acabe o no en juicio. O en cambio de nombre.
¿Es importante pasarse a llamar PDC? Sí, desde el momento en el que no era el nombre propuesto por jefatura. Lo único que tenía que hacer la militancia era votar lo que le dijeran. Y, en fin, no lo hizo.
La rumba prosiguió. La poética ambigua propuesta --ser un partido por el derecho a decidir, soberanista y por la paz mundial y para que lo niños no lloren de hambre--, fue descartada. En su lugar, el partido se verbalizaba a sí mismo como independentista --no rechaza, en ese sentido, la unilateralidad-- y republicano. Dos terminologías nítidas. Es decir, rechazadas por la dirección. El PDC chupaba campo semántico a ERC y a CUP, si bien, curiosamente, se diferencia de esas formaciones en su amplitud ideológica. PDC, como CDC, como el Pujolismo, no es de izquierdas o derechas, sino amplio, acogedor de diversos sectores y bla-bla-bla. Vamos, de derechas.
Sobre las estructuras. Las estructuras de un partido de la Transi --¿PDC es un partido de la Transi? Ni idea, ya se verá--, importan una higa, en tanto las grandes decisiones se toman fuera de ellas. No obstante, el PDC apostó por una ruta original, en la que se conserva la asamblea de militantes, ese guateque en el que, por ejemplo, se pelaron el grueso de propuestas de la dirección. Se fijó también una presidencia menos ejecutiva.
Sobre las incompatibilidades. Se crearon muchas y muy variadas, que afectan a la superposición de cargos públicos e internos. Un político electo, así, sólo tendrá un cargo en el partido y otro en una institución. No es mucho, y afecta, sobre todo, a los políticos del ámbito municipal, que con esos papeles en la mano, no podrían ser diputados. Se da la curiosidad de que la nueva hornada de líderes proviene, parece ser, del ámbito municipal, por lo que vete a saber lo que acaba significando todo esto.
Sobre el alma. Es decir, los rostros, los nombres del nuevo partido. No se saben aún, que se votarán en la próxima sesión congresual. Se sabe, no obstante, la poétia de la dirección. Mas se presenta, encabezando una lista junto a Neus Munté, otro ser frío y distante que viste limpio. La sensación es que se comunica con Mas vía telepatía. Se sabe que esa propuesta supone un clásico en partidos: se pelan a su generación y a la posterior, y apuestan por un núcleo fiel de jóvenes líderes clones. Entre otros, han puenteado a Germà Gordó --participó en varios tramos de la gestión económica de CDC, ese partido tan creativo en esa disciplina--, que se postulaba por el liderazgo.
Pero la novedad es la lista de Marta Pascal y David Bonvehí. La lista se presenta como renovadora --la renovación, más que entenderla como ideológica, se debe de entender en el ámbito del programa nacionalista, menos ambiguo de palabra, si bien no queda claro si también lo es de obra--, y viene avalada por Puigdemont, una persona, sin grandes señas de identidad propias que, gracias a esa información y vinculación, sería renovadora por un tubo. Marta Pascal --familiarícense con ese nombre-- es una líder nacida en Vic, ciudad que ha renovado completamente el mundo de la política y la charcutería, esa cosa sin renovación desde la fundación y refundación periódica de la butifarra. Se presenta a sí misma -y ese es, tal vez, su gran valor- como una persona que nunca votó a Pujol. Algo posible, por su edad --nació en los 80’s--.
Queda por ver cómo acaba la cosa en el próximo congreso. Quién gana, si habrá algún tipo de pacto, y cual de ambas listas se relaciona más con el pataleo del primer congreso, o cual de las listas consigue limitar el pataleo. También será orientativo para saber qué significa pataleo en un partido que, hasta su cambio de nombre, su razón íntima de ser, compartida o conocida por todos los militantes a partir del grado de oficial, era la obtención de un beneficio que no existía en el mercado. La corrupción. Les digo
Refundar un objeto es una operación no exenta de riesgo. Un objeto refundado puede ser lo contrario de lo que se quería refundar. Como le sucedió a la vela, que una vez refundada fue una bombilla. Un objeto refundado, a su vez, también tiene otro peligro. Refundarse a varios kilómetros de donde se fundó...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí