RELATOS
Juan Peña, El Lebrijano, apuntes de una vida y una obra
Diferentes voces del mundo del flamenco trazan la biografía y la producción artística del cantaor, fallecido el 13 de julio en Sevilla
Gonzalo Gragera 27/07/2016
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Tres días de luto decretó el Ayuntamiento de Lebrija. Había fallecido el cantaor Juan Peña, más conocido por su apodo: El Lebrijano. Juan Peña, una de las voces de mayor prestigio internacional en la cultura del flamenco, murió el pasado miércoles 13 de julio, en su residencia de Sevilla. Una noticia inesperada. Sin ir más lejos, la tarde del día anterior, 12 de julio, el propio Juan, con la vitalidad y el carácter de su estirpe, echó unos cantes con su hermano Pedro, guitarrista y también cantaor. Pocos hubiesen afirmado que sería el último, pero así ha sido, y el cuerpo de El Lebrijano fue velado en el teatro Juan Bernabé, en donde el féretro estuvo acompañado por tres banderas: la gitana, la andaluza y la de su pueblo natal.
El Lebrijano nació un 8 de agosto de 1941 en la calle san Francisco número 56, Lebrija. Hijo de Bernardo Peña, empresario del ganado, y María Fernández, también cantaora y apodada La Perrata, por los Perrate de Utrera, El Lebrijano se crió en un ambiente de ascendencia gitana, repleto de cualidades y referentes para el arte del cante; dinastía que continúan dos de sus sobrinos: David Dorantes, pianista, y Pedro María Peña, guitarrista.
El pueblo está llorando la pena. Fue un hombre muy comprometido. Para muchos, un símbolo
No tardó en debutar Juan Peña y abrirse un camino propio. Fue a finales de la década de los sesenta, en los principales festivales de la época, demostrando sus primeras influencias, dos nombres que apadrinarían sus inicios: La Niña de los Peines y Antonio Mairena. Después llegarían los grandes éxitos y la consolidación de su personalidad. Llegarían discos como La palabra de Dios a un gitano (1972), grabado junto con la orquesta sinfónica, y Persecución (también de 1972) de connotaciones sociales y literarias, una obra en la que participaron los textos del poeta Félix Grande y cuya temática giraba en torno al maltrato y los prejuicios socioculturales a la raza gitana.
En la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla (2014), creadores, autores y gentes del cante le rindieron un tributo, un regalo, según sus palabras, inolvidable: la gala de clausura, inspirada en la recopilación de su carrera profesional. Fue ésta una de las últimas ocasiones en la que se pudo disfrutar de un espectáculo público de El Lebrijano.
Un pueblo de luto
De las banderas a media asta en la fachada del Ayuntamiento de la Plaza de España hasta los tres días de suspensión en la famosa Caracolá del mes de julio. Lebrija está de luto, triste por la pérdida de un paisano universal y respetado. Así lo retrata María Primavera, periodista, cronista y presentadora de la televisión local, “el pueblo está llorando la pena. Fue un hombre muy comprometido. Para muchos, un símbolo. Sus ideales estuvieron en sintonía con valores como la justicia social o la lucha de clases. Ideas muy en boga en los años en los que se consagró como artista, en la década de los ochenta”. Pasó estancias cortas en su pueblo, y más aún desde el despegue de su carrera, en plena juventud, pero El Lebrijano nunca olvidó sus raíces. En su casa natal de la calle san Francisco, cercana a las monumentos principales del pueblo y al teatro que lo despidió entre aplausos, emociones y multitudes, lo recuerdan con afecto y con cariño, “él venía de vez en cuando, y se asomaba, y le gustaba pasear por aquí. Aunque el interior de la casa sea otro, que la familia ya no viva en ella y que sólo se conserve la fachada y poco más, con frecuencia venía a saludar. Era un hombre cercano, muy cercano”, narran dos vecinas propietarias de casas contiguas al número 56.
Los días de julio son jornadas de La Caracolá, festival flamenco que en 2016 cumple la edición número 51 y cuyo Caracol de Oro, acto y condecoración principal de la fiesta, ha sido concedido a la hermandad del Ecce Homo, conocida popularmente como la de los gitanos, corporación de la que Juan Peña era devoto. Suprimida durante tres días por el fallecimiento de Juan Peña, la mayoría de los actos están destinados a honrar su memoria, “en La Caracolá le están dedicando muchísimos actos a El Lebrijano. Aunque el ánimo del pueblo sea de tristeza, no se ha suspendido del todo La Caracolá, la cual se la están dedicado, se podría decir, que a él. El otro día, Inés Bacán, prima suya, le brindó el espectáculo. Salimos todos llorando de aquella sala”, señala la periodista María Primavera.
Del centro del pueblo al extrarradio, a la barriada de Blas Infante. En este barrio se encuentra Casa Bocho, epicentro del cante flamenco en Lebrija. Carlos y Manuel, dueño del bar el primero y amigo de la casa el segundo, recuerdan el temperamento del artista, “de Juan Peña destacaría su genio, su personalidad. Una personalidad que traspasaba sus propias fronteras. Sin cantar, en silencio, tenía un aire que sin saber muy bien explicarlo, llamaba a todos los que se le acercaban. Los embaucaba con su mera presencia”, nos cuenta el dueño de Casa Bocho.
De su producción, no hay disco que se parezca a otro
A la derecha de Carlos se sienta Manuel, quien coincide con aquel en el aura de solemnidad que el cantaor desprendía, “yo he visto a Juan en la plaza del pueblo. Se le notaban en los andares. Pasabas a su lado y respirabas el aire de un grande. Tenía una presencia, en su cabello rubio, en su caminar… era inconfundible”, apunta. Manuel, hombre instruido en el cante, colaborador de programas de radio de contenidos flamencos, describe a El Lebrijano como “el único artista que lloraba lágrimas de cera”. Por otra parte, indica con entusiasmo la dimensión y la envergadura del nombre de Juan Peña para el flamenco de hoy día. “Juan abrió el Teatro Real de Madrid. El primer flamenco que abrió el Teatro Real de Madrid. Y de ahí a la India, y de ahí a medio planeta. Y es que poseía el don de la comunicación con su público, tenía el imán que los atraía. Un don natural. Políticos como Felipe González solían visitarlo en su chalet de las afueras. Las fiestas de aquella casa eran antológicas”, comenta entre aspavientos. Manuel concluye la conversación con una frase que refleja lo que ha sido la muerte del Lebrijano para el pueblo que lo vio nacer: “la pena más negra de nuestros días”.
En relación con la proyección de su creación, ambos lo tienen claro: “Lo principal que él ha dado ha sido alegría a los cantes”. “De su producción, no hay disco que se parezca a otro. Todos tienen un sello singular, único. Los trabajos que ofrecía eran un punto y aparte entre unos y otros. Es que no hay ni uno similar, tan sólo similar”, sentencian.
Para estos dos aficionados, Juan Peña fue un hombre todo originalidad. “Los jóvenes aprenderán de El Lebrijano, sobre todo, la innovación. Si es que ha abierto nuevas sendas hasta en la bulería. A la bulería le daba toques nuevos, desconocidos hasta que él llegó”, narran entre los primeros refrescos de la calurosa jornada. “Nombres emergentes como José Valencia, como Eva Ruiz, como Manuel de Paula… lo que se van a llevar es eso: un hombre que supo adaptar el flamenco al curso natural de su tiempo”, sugiere Manuel.
Cantaor y literato
Que El Lebrijano no ha sido un cantaor al uso lo comprobamos en su hemeroteca, en la abundancia de sus premios, de sus reconocimientos. Más allá de la invención o de la innovación en el cante, El Lebrijano supo congeniar con otras corrientes y manifestaciones creativas, entendió que su don y que su oficio debía ampliar horizontes. La literatura es uno de ellos.
Pero ¿de dónde proviene esta vinculación entre flamenco y literatura? Fernando Iwasaki, escritor, articulista, profesor, ensayista y flamencólogo, responde a esta relación y expone que “los cantaores cantan letras populares o poemas que fueron escritos para ser cantados. En todos los casos se trata de versos sentenciosos y muy plásticos, que siempre han llamado la atención de los poetas. Por otro lado, los escritores que se han acercado al flamenco para disfrutarlo o describirlo son legión, desde Borges, Rubén Darío y Alfonso Reyes en América Latina, hasta Bataille, Cocteau y Paul Morand en Francia, pasando por Lorca, Buñuel y los Machado en España, y todos tuvieron la clarividencia de inspirarse en sus temas, letras, personajes, músicas y sentimientos”.
Lebrijano tuvo una época de esplendor durante los 80, como Enrique Morente la tuvo en los 90 y Miguel Poveda en el momento presente
El nombre de Juan Peña está, por su obra y por su vida personal, ligado a escritores y poetas como Félix Grande o Caballero Bonald. Este acercamiento entre El Lebrijano y las principales voces literarias de su tiempo se debe a lo que Iwasaki denomina “cierta hegemonía temporal”, triunfo que disfrutaron “Chacón, Mairena, Caracol, Fosforito o Camarón”, según nos aclara Iwasaki. “Lebrijano tuvo una época de esplendor durante los 80, como Enrique Morente la tuvo en los 90 y Miguel Poveda en el momento presente. Sin embargo, los años de hegemonía del Lebrijano fueron años muy especiales en lo político y por eso mismo coincidió con García Márquez en la famosa bodeguilla de La Moncloa” determina el escritor.
En esta dualidad, en esta simbiosis entre letras y cante, Iwasaki considera que “la poesía es la que más se ha beneficiado de los temas y colores del flamenco”. En cuanto a la primacía de una y otro, Fernando Iwasaki es “de los que piensan que hay que distinguir entre el arte flamenco y los artistas flamencos. Para mí, Lázaro, el Buscón y el Guzmán de Alfarache habrían compuesto con la Celestina un cuadro flamenco extraordinario”, ironiza. Al margen de las bromas, hay una convicción en la que el escritor no duda ni un momento: las letras del cante son literatura.
La cosecha recibida
Sara Arguijo, joven periodista y mujer dedicada al estudio de la cultura flamenca, conversa en torno a la visión que tienen las nuevas generaciones de El Lebrijano. “Hablando con los artistas que fueron a despedirse de él en la capilla ardiente me di cuenta de que somos afortunados porque hemos tenido la oportunidad de conocer y escuchar a cantaores que fueron primeros en algo. Esta generación de artistas como El Lebrijano, Morente, Paco de Lucía, Camarón, Menese, Manuel Molina, El Pele… será probablemente la última que pudo beber directamente de la fuente, desde la convivencia, sin vídeos de Youtube. Por supuesto, el arte, afortunadamente, seguirá sorprendiéndonos y trayendo nuevos nombres a las guías de imprescindibles. Pero serán lo que son porque antes otros abrieron el camino”, asegura esta joven periodista.
Demostró, desde su profundo conocimiento y respeto a la ortodoxia, que desde el flamenco se podían contar otras cosas
Con el resto de las fuentes consultadas, Sara coincide en que “El Lebrijano elevó los cantes festeros a la máxima categoría y demostró, desde su profundo conocimiento y respeto a la ortodoxia, que desde el flamenco se podían contar otras cosas”. Desde su opinión, en el artista se conjuga la ortodoxia y lo ecléctico, lo purista y lo convencional. “Su voz limpia y salvaje, su ruptura del compás, su dominio rítmico y su libertad conceptual sirvieron para crear un flamenco que, sin renunciar a su profundidad, fue más digestible, más comercial. Ha sido uno de los cantaores más creativos, creó himnos que clamaban a la libertad y nunca se quedó instalado en la zona de confort. Se ha estado reinventando siempre”, manifiesta.
Como aficionada joven, nacida en los ochenta, cantera de lo que está por llegar, la periodista Sara Arguijo disecciona los ecos de la obra del artista: “El Lebrijano enseñó otra óptica musical del flamenco que ahora tenemos perfectamente asimilada. Los que nacimos en los 80’ vivimos gracias a él y a sus coetáneos un flamenco libre, comprometido. Ellos, con su aperturismo y su actitud integradora, fueron los que nos despertaron la pasión por este arte y nos llevaron a profundizar en las raíces de Pastora Pavón, Antonio Mairena, Chacón, etc. Seguro que las nuevas generaciones van a ver en él lo que fue. El Lebrijano es un puente imprescindible para la historia del flamenco”. Aun así, ni todo acaba en su testamento ni se debe entender este final como un punto de llegada, sino de partida, “el flamenco es tan rico y tan diverso que no tiene ni debe tener una única voz que lo narre. Y en el arte, además, las épocas perduran mientras quede la obra. Ni lo que deja Juan Peña desaparece ni lo que él empezó termina. Es preferible pensar en un continuará”, propone Sara.
Tres días de luto decretó el Ayuntamiento de Lebrija. Había fallecido el cantaor Juan Peña, más conocido por su apodo: El Lebrijano. Juan Peña, una de las voces de mayor prestigio internacional en la cultura del flamenco, murió el pasado miércoles 13 de julio, en su residencia de Sevilla. Una noticia...
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