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La Carbonería, situada en la calle Levíes de Sevilla, taberna de paso para turistas y foráneos –desde hace unos años, quizá, más de lo segundo que de lo primero-, es uno de esos lugares que aún conserva la originalidad del estilo, la personalidad en la decoración del edificio y en la oferta de su actividad cultural, las extrañas identidades de lo que es único. En unas ciudades cada día más globalizadas, en donde todo se parece a todo y no hay rasgo que nada defina, La Carbonería insiste en fomentar la diferencia, la singularidad; en apostar por un establecimiento que respete el gusto de la cultura, la gastronomía, la estética.
Tras los cristales de la puerta ya se intuyen los viejos carteles, el suelo empedrado, los bancos de madera, la altura inmensa de sus techos. Al fondo, una chimenea de columnas salomónicas y un pequeño piso, elevado, que sirve de escenario. Es allí donde desfilan, casi todas las noches, voces del flamenco, aficionadas y profesionales; es allí donde se presentan libros, y se imparten conferencias de temáticas dispares, y se convierte, en resumidas cuentas, en un espacio para las artes. Observamos a sus parroquianos en la galería de fotos y retratos que adornan los interiores del edificio, dibujos y bocetos, gentes vinculada a la música, a la literatura, a la docencia, a la pintura. Y entre cuadros y bancas, piedra y madera, parras y macetas, un cuaderno, a la entrada, recoge firmas y muestra un manifiesto: en él se solicita el apoyo de los clientes y visitantes de la taberna. La Carbonería afronta una demanda de desahucio.
Además de cliente habitual, fui embajador de aquel lugar que tan digno me parecía de incluir en todas la visitas que recalaban por Sevilla
Al igual que otros inmuebles situados en el casco histórico de las ciudades, La Carbonería está afectada por un contrato de arrendamiento de renta antigua. Desde el pasado año, con la entrada en vigor de la modificación de la Ley de Arrendamientos Urbanos, de 1994, los propietarios de los bienes inmuebles cuyo arrendamiento se encuentre sometido a un contrato de renta antigua deberán adecuar sus alquileres al precio que estipulan las exigencias del mercado. La demanda, cuenta el encargado de la taberna, ha sido presentada por una de las empresas de Ignacio Medina, duque de Segorbe, una de las principales familias de la aristocracia sevillana, de las pocas que aún sobreviven, junto con la Casa de Alba.
“La cosa está en el juzgado, y veremos a ver dónde termina, aunque es de suponer. Con la extinción del contrato de renta antigua se nos hace imposible mantener el coste del alquiler, y el duque de Segorbe la quiere para él, imagino que para sus negocios o su disfrute personal y familiar. Con estas rentas no le saldrá rentable, está claro”, apunta el encargado. Esta publicación ha tratado, sin éxito, de contactar con Medina.
Punto de encuentro de las inquietudes intelectuales de la época, de la resistencia a la dictadura, La Carbonería agrupó entre la cal de sus paredes a un nutrido y variopinto núcleo de artistas y personajes de la bohemia y de la noche: poetas, pintores, flamencos, mentes de toda condición. Conversamos con uno de sus protagonistas: Jesús Vigorra. A finales de los años ochenta y primeros de los noventa, Jesús Vigorra vivió en primera persona aquella intrahistoria en la mítica taberna.
Hoy día, nuestro protagonista es presentador de programas de temática sociocultural en Canal Sur Televisión. Así rememora los primeros encuentros en el tabanco: “Llegué a Sevilla en febrero de 1989, y algunas noches de aquella primavera ya las viví y compartí por tan sorprendente lugar. Al poco tiempo, me convertí en un parroquiano de aquel santuario de lenguas, arte, cante, baile. Pronto hice trato con Paco Lira y su hijo Pisco, y con todos los teatreros que por allí recalaban. Fue en La Carbonería donde conocí personalmente a Rafael de Cózar, compañero en la radio y en los bares sevillanos de los que tanto gustaba. Allí presenté su último libro, Cronopoética, en compañía de Pisco y otros amigos de letras y vino. Meses después nos dejó en aquel triste y fatal incendio que nos lo arrebató para siempre”.
El presentador, a lo largo de la conversación, sigue relatando sus experiencias, y asegura que su compromiso está a favor de una solución a la demanda de desahucio. “Mientras fui vecino de Paco Lira y su tabanco, además de cliente habitual, fui embajador de aquel lugar que tan digno me parecía de incluir en todas la visitas, familiares, amigos y deudos que recalaban por Sevilla. Las duras noches del verano sevillano siempre me parecieron más llevaderas en el patio de La Carbonería -por allí empezaron los problemas- y aunque ahora transito menos por allí, en mi recuerdo están algunos de los mejores momentos vividos en esta ciudad elegida, y por salvarla haré lo que sea menester”, concluye.
Una entre decenas de miles
La Confederación Española de Comercio, en un estudio reciente, calcula entre 65.000 y 85.000 los locales comerciales que han echado el cierre tras la entrada en vigor de la nueva Ley de Arrendamiento Urbanos, legislada por el gobierno de Mariano Rajoy. Establecimientos que, por diversas circunstancias, no podrán soportar las cargas que imponen las nuevas rentas del mercado. Comercios familiares y medianas empresas, la mayoría de ellas con más de un siglo recorrido, que se ven obligadas, a no ser que llegue un acuerdo de urgencia entre propietarios y alquilados, a liquidar sus sociedades o a barajar el traspaso de su negocio. Este es el caso de La Carbonería. Desde el manifiesto que los inquilinos han redactado, y al que se accede desde Internet, aquellos estiman que esta demanda de desahucio es “un acto de atropello que denota una vez más la falta de sensibilidad hacia el patrimonio cultural y sentimental”.
Entre 65.000 y 85.000 los locales comerciales han echado el cierre tras la entrada en vigor de la nueva Ley de Arrendamiento Urbanos
El pasado 23 de junio se suspendió la celebración de la vista de la demanda, interpuesta en el Juzgado de Primera Instancia número 9 de Sevilla por parte de la sociedad Hotel los Mercaderes S.L. Tras la organización de las movilizaciones y de las manifestaciones transcurridas durante el pasado mes de junio por parte de los afectados en el desahucio y los acontecimientos vividos en torno a la posible clausura de la taberna, la Junta de Andalucía ha confirmado que declarará La Carbonería Lugar de Interés Etnológico, y se ha vuelto a abrir un debate, ya propuesto en 2007 por el Ayuntamiento de Sevilla, con el propósito de promover los trámites necesarios para dotar al edificio de la categoría de Bien de Interés Cultural. “Si quieren desahuciarnos lo harán, estos blindajes no van a impedir que los Medinaceli, si les conviene, vengan y nos echen a la calle, transformando estas paredes en ya sabrán ellos qué. Pero en fin, no vamos ahora a explicar cómo se las gastan estos políticos de siempre”, indican dos habituales de la clientela del bar.
El apoyo político y social se percibe en las declaraciones de los principales entes públicos: el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía. No obstante, a pesar de las buenas intenciones de las instituciones públicas, si no se alcanzara un pacto entre la sociedad demandante y los arrendados, entre la Casa de Medinaceli y los trabajadores de La Carbonería, el desahucio será un hecho irremediable.
En efecto, la catalogación de Lugar de Interés Etnológico no es un inconveniente ni una molestia para el desahucio, motivado según la legalidad vigente. Por tanto, los propietarios podrán optar a la interposición de la demanda si así lo consideran oportuno, ya que no tiene incidencia alguna en los derechos de los arrendadores. Aun así, la consejera de Cultura del gobierno socialista de Andalucía, Rosa Aguilar, señaló que “se ha dado un paso esencial y fundamental desde la Consejería de Cultura en relación a un lugar que, sin lugar a dudas, ha marcado una época, historia en Sevilla y para Andalucía, y sigue viva y activa”. Por otra parte, Antonio Muñoz, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, afirmó que “con esta declaración de Lugar de Interés Etnológico quedará garantizado el futuro”.
Clandestinidad, flamenco y Paco Lira
Hogar de clandestinidades en los últimos años del tardofranquismo por una parte, hospicio de intelectuales y bohemia por otra; pero si algo destaca, si algo forma parte de la esencia de La Carbonería, si algo contribuye al ser y al estar de sus cimientos, es el flamenco. El seductor enigma del flamenco, el gozo del cante, el tono inconfundible de su acento, de sus instrumentos, de su idioma, de su baile. Desde los años sesenta, Paco Lira, personaje fundamental para entender la compleja personalidad de este refugio, tuvo claras sus pretensiones: hacer de La Carbonería, de su Carbonería, una referencia para el flamenco.
Por sus tablas actuaron voces propias que pasarán a la historia del cante, desde Triana a Utrera, desde Lebrija a Cádiz, desde La Isla a Jerez. Aquí cantó Camarón. Aquí se perpetró cuna y oficio. Aquí se concedió al flamenco esa categoría de prodigio, con todas sus sílabas, su fundamento y sus letras. Ya no era el pasatiempo tabernario y popular, casi marginal y obrero, que muchos le impusieron. Ahora el flamenco hubo de viajar por el mundo, y hubo de ser reconocido por las instituciones y las condecoraciones oficiales.
Desde Frank Zappa a Pete Seeger; desde Agustín García Calvo a El Cabrero. Un movimiento alternativo al poder establecido
Paco Lira se marchó a finales del mes de enero. Pudo la enfermedad. Se lo llevó un mes frío cuya temperatura fue la paradoja, lo antagónico, de su temperamento. Por cálido, por incandescente, por genio. Si hay lugares que superan la órbita de lo soberbio es, en buena medida, por obras de las personas que en ellos habitan. Paco Lira, Medalla de la Ciudad de Sevilla, acogió en su casa una cultura creativa y total, gigante y verdadera; la cultura de unos años difíciles, época en que la autoridad exigía unos criterios y la sociedad, en mayor o menor medida, demandaba otros; aún difusos pero ya, eso sí, distintos. Desde Frank Zappa a Pete Seeger; desde Agustín García Calvo a El Cabrero. Un movimiento alternativo al poder establecido, a las verdades oficiales de los últimas bocanadas de aire del régimen franquista.
De toda esta atmósfera hablamos con Pilar González, historiadora de formación, quien fuese secretaria general del Partido Andalucista entre los años 2008 a 2012.“Llegué a Sevilla para estudiar Historia en la Universidad en 1980. En aquellos años, la ciudad se desperezaba lentamente de un letargo provinciano muy largo y, con la democracia recién estrenada, empezaba a recuperar su memoria de luces. Esa memoria de gente de todas partes, diversa y libre, capaz de mezclarse y dar rienda suelta a la creatividad. En ese contexto, mis primeros amigos sevillanos, compañeros de la Facultad, me llevaron alguna noche de invierno a La Carbonería”, recuerda en la conversación.
En su relación con el promotor del tabanco y las anécdotas vividas, nos detalla que “en alguna ocasión coincidí con él y lo saludé, pero no lo conocí más que superficialmente. Con el tiempo, y a través de Salvador y Pilar Távora, he llegado a saber cuánto le debe Sevilla y el flamenco. Fue uno de los responsables de aquella "movida" que nada tenía que envidiar a la cultura que se hacía entonces en otros lugares como Madrid. La Carbon
La Carbonería, situada en la calle Levíes de Sevilla, taberna de paso para turistas y foráneos –desde hace unos años, quizá, más de lo segundo que de lo primero-, es uno de esos lugares que aún conserva la originalidad del estilo, la personalidad en la decoración del edificio y en la oferta de su...
Autor >
Gonzalo Gragera
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