Novela por entregas
García contra la España zombi (VII)
En el que se nos narra cómo García adoptó un zombi
Guillem Martínez 7/08/2016
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Resumen de lo publicado: Gracias a un feliz accidente, el Capitán Estadella y García descubren que es posible hablar con un zombi a través de un móvil. Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad.
Arrimadas nos dio la tutela de Rivera. Para ello nos hizo firmar unos documentos, que ella denominó Pacto Nacional Para el Pupilaje de Rivera. En el trance de estampar su firma en los 200 folios con sellos y lacrado, la pobre mujer no pudo soportar la emoción y volvió a llorar.
--Mi primer Pacto Nacional y no hay ningún fotógrafo. Manda huevos.
Nos llevamos a Rivera de la sede de Ciudadanos, no sin antes pedirle a Arrimadas, en un aparte, que me diera 20 euros para un taxi, pues no podía permitir que el líder del partido de la centralidad se expusiera, en sus condiciones, a las radiaciones solares. Con los 20 euros pillé dos marlboros en el primer kiosco con el que nos topamos de morros, y luego proseguimos, a pie y bajo un solano que derretía las sienes, hasta una terraza del Retiro.
Nos pasamos el trayecto estudiando a Rivera. El ajuste neuronal que le habíamos propinado lo había convertido en un zombi dócil. Respondía a instrucciones y a preguntas sencillas. Cuando le daba la gana. Es decir, salvo cuando la respuesta hiciera peligrar el orden constitucional. Como, por lo visto, sucedía cuando le preguntábamos por el nombre del autor de su muerdo. En ese sentido, era un zombi de grandes convicciones políticas. Su mente básica, de zombi, no obstante, había perdido la capacidad de elaborar mentiras, ese sello de la civilización. Tal vez por lo anterior, explicaba todo lo que le pasaba por la cabeza, a tiempo real, con total desinhibición y ausencia de pudor. En mi cuaderno de campo --mangué un bloc a los de Ciudadanos-- apunté todo eso, y el hecho de que podía acceder con facilidad y frecuencia a los tres grandes temas del monólogo interior español: "me estoy meando", "qué hambre tengo", y "vaya tetas". Por lo demás, sus reflejos, siendo lentos, eran efectivos, y si bien se movía con torpeza, si le hubiéramos puesto una boina y obligado a empuñar una tiza, hubiera gastado el aspecto normal de un tonto de pueblo. Quizás por ello, varios españoles de bien formaron grupos, de manera espontánea, para tirarle piedras. Este país es, en fin, una pesadilla. Ahora, con zombis.
En la terraza del Retiro, Estadella pidió una caña, yo un spritz y Rivera una horchata. Fue entonces cuando, los tres, analizamos la situación.
--Estamos pringados-- dijo Estadella.
--Dígamelo a mí-- dijo Rivera.
--Recapacitemos-- dije yo.
Recapacitamos. No sabíamos quién había introducido los zombis en el sistema de partidos español. Quedaba claro que no había sido Rivera. También estaba claro que el zombi alfa-omega, el que había mordido a Rivera, era alguien amparado por la Constitución. Lo que no es una gran pista en el Estado de Europa en el que hay más aforados, incluso, que pokemons. Había, eso era fijo, zombis --uno o varios-- con anterioridad a Rivera. Y, posiblemente, también con posterioridad. Es decir, que no aparecía Iceta, por lo que no sabíamos nada de su estado actual, si era zombi o no, y si iba o no iba dando muerdos por ahí. Ni siquiera sabíamos dónde estaba. Era muy posible que estuviera extendiendo la epidemia zombi en Barcelona.
--No te preocupes por Iceta-- dijo Estadella. Es cuestión de horas que aparezca. Matajari-II le encontrará.
--¿Quién es Matajari?
--II-- puntualizó Estadella.
--Matajari-II es el satélite espía español-- dijo Rivera.
--Vaya, este pollo estaba más en el ajo de lo que creía. Míralo ahora, el pobre. Sic transit gloria mundi.
Estadella me explicó que España disponía de dos satélites espías. El Matajari y el Matajari-II. El Matajari a secas se utilizó para labores de seguimiento a Artur Mas y, posteriormente, a Puigdemont. Era una máquina tan inteligente que, por pura desesperación y aburrimiento, accionó, ella solita, la secuencia de autodestrucción. Pumba. Quedaba el Matajari-II, que se lo iban turnando todas las agencias de inteligencia españolas. Mañana le tocaba el turno al suplemento dominical del diario de Estadella, y pensaba utilizarlo para localizar a Iceta.
--El problemón lo tenemos con Rivera. Tenemos que tirarle de la lengua y, por el mismo precio, cuidar de él. Es nuestra responsabilidad. Yo me lo quedaría ya mismo, pero esta noche tengo cena con exiliados venezolanos. Comprenderá, joven, que se trata de un problema humanitario.
A la quinta caña, más desinhibido, me hizo saber que el encuentro era, concrétamente, con Miss Venezuela 1965, 1974, 1982 y 1999. Por sus palabras, creí entender que se había fundado grandes ilusiones sentimentales con la edición 1999.
--1999 mola mucho-- terció Rivera, gran conocedor de la diáspora venezolana. Pero 1982 ganó la prueba de habilidades personales con un número de contorsionismo.
--Mire, Estadella, yo no me puedo llevar a un zombi a casa, y discúlpeme por lo de zombi, Rivera...
--No, tranqui.
--...Porque no tengo casa. Mi novia me ha echado hace escasas horas. Además, suponiendo que me readmita, ¿quién me dice que Rivera no se la comerá con patatas en cuando cierre los ojos?
--Miren, yo creo que tenía tan mala hostia porque no podía hablar. Ahora me siento como más relajado. No me apetece comerme a nadie. Es más, lo que en verdad me apetecería es una becada--dijo Rivera.
--Nos ha jodido. A mí también. Y esa es otra, Estadella. Tenía mi fortuna personal invertida en libras esterlinas-- improvisé --me daba pudor explicarle mi realidad socioeconómica-- y, con esto del Brexit, estoy tieso.
---Si yo como cómo un pajarito-- dijo Rivera.
--Querrá decir cómo el ave roc. Rivera, no me venga con pamplinas, que se ha zampado un partido emergente.
Entablamos aquí una discusión los tres, que se solucionó con el compromiso de Rivera de ser un zombi bueno, y el de Estadella de pasarme una pensión de manutención mensual. Serían 600 euros, taxis aparte. Estadella no lo sabía pero, gracias a esa cláusula, se había buscado la ruina.
Me llevé a Rivera a mi hipotética casa, a la que llegamos momentos antes de que Quimetta empezara su turno de noche. Abrió la puerta. Me miró con todo el odio siciliano del mundo. Era una mirada con tan mal rollo que podría haber hecho levitar un cenicero, sólo con los rayos gamma de mala hostia de su mirada. Luego miró a Rivera. Quimetta me volvió a mirar con la mirada más dulce del mundo y la sonrisa más blanca y roja. Saltó a mis brazos.
--Entonces, ¡era cierto! ¡Los zombies existen! ¡No me mentiste!
De pronto dejó de comerme las mejillas a besos y volvió a estar fría y distante --empiezo a estar hasta las narices del cosmos siciliano--. Cayó en que el zombi era Rivera. Y empezó a dejarle verde. Oriana Fallaci, italiana del Norte, escribió cosas como "E sì, é una gran brutta cosa pranzare con Juan Carlos e Sofia. Li conosco entrambi, quegli idioti, li intervistai ad Atene prima del loro stupido matrimonio, e sonno dello stesso stampo di Franco". Imagínense lo que diría una italiana del Sur, encendida como un mechero, a Rivera.
Ya en el interior, Rivera, impresionado, me rogó que lo pusiera en modo avión, por los clavos de Cristo.
Cuando la cosa se calmó, expliqué a Quimetta que habíamos adoptado a Rivera. Quimetta montó otro pollo. Cuando la cosa se calmó otra vez, volvieron los besos, hasta me dijo que mañana vendrían nuestros niños de casa de sus abuelos, en Corleone, Sicilia, y que se encontrarían con un zombi en casa. Ella solita monto otro pollo. Calmada nuevamente, volvió a los besos, hasta que me dijo que había prometido a los niños ir, mañana mismo, a un parque acuático, y que cómo narices íbamos a ir a Aquabulling con un zombi. Y, hala, otro pollo.
Yo la amaba y, periódicamente, coincidiendo con cada pollo, accionaba mi propio modo avión. Aún no lo sabía, pero ojalá hubiera dispuesto de uno real al día siguiente, en el parque acuático.
Continuará...
Resumen de lo publicado: Gracias a un feliz accidente, el Capitán Estadella y García descubren que es posible hablar con un zombi a través de un móvil. Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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