Tribuna
El Brexit y la independencia de Escocia y Cataluña
Alfons López Tena 3/08/2016
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Como cualquier otro movimiento sísmico, el voto del Reino Unido en favor de abandonar la Unión Europea comienza a causar crecientes grietas y a generar ondas de aviso de tsunami, lo cual convierte las predicciones actuales en un ejercicio incierto, pues multitud de variables imprevisibles afectarán también a otros países.
Una de estas variables afecta a la existencia misma de alguno de los Estados directamente implicados: ¿Se mantendrá unido el Reino Unido, o conducirá el Brexit a la independencia de Escocia y su permanencia en la UE? ¿Se mantendrá unido el Reino de España, o también Cataluña se alzará por sí misma a la independencia?
En realidad, todo depende de cuáles sean los términos y condiciones del acceso del Reino Unido al mercado único europeo – pues incluso los partidarios más acérrimos del Brexit quieren su continuidad --tras negociaciones que podrían tardar años en concluirse. Los únicos precedentes son Groenlandia, parte de Dinamarca que votó por irse en 1982, haciéndolo efectivo en 1985; y Argelia, que lo dejó al obtener su independencia en 1962, ya que hasta entonces formaba parte de la Comunidad Económica Europea al no ser legalmente una colonia sino parte integrante de Francia de pleno derecho.
De acuerdo con el artículo 50 del Tratado de Lisboa, los términos de la salida del Reino Unido se acordarán entre los otros 27 miembros de la UE durante un tiempo máximo de dos años, sin que el Reino Unido tenga ni voz ni voto y bajo el amenazador espectro de un sortilegio de desintegración a conjurar por la UE convirtiendo la salida en una opción aterradora para otros, y para ello impedir que el Reino Unido goce de los beneficios de pertenecer a la UE después de haberla abandonado, no sea que otros Estados miembros dubitativos piensen en seguir el mismo camino.
La respuesta preferida de la UE a la mayoría de las crisis, apañárselas como sea, ya no será una opción, ni tampoco la fantasía que se les prometió a los británicos de tener simultáneamente el vino en la bota y la mujer borracha, es decir, todos los beneficios de la UE y ninguna de sus obligaciones.
El trato que la UE le ofrecerá al Reino Unido podría ser:
Opción noruega: ser miembro del Espacio Económico Europeo (EEA, por sus siglas en inglés), a cambio de contribuir al presupuesto de la UE (Noruega abona una cantidad similar a la que el Reino Unido paga ahora mismo per cápita), y de permitir la libre circulación de personas.
Opción suiza: menor sujección a las reglas de la UE, pero también un acceso más limitado al mercado único, y permitir la libre circulación de personas.
Opción canadiense: no pagar casi ningún arancel, no contribuir al presupuesto de la UE, no permitir la libre circulación de personas, pero en este acuerdo no entrarían los servicios bancarios ni los financieros.
Opción argelina: exclusión absoluta, y relaciones comerciales con la UE bajo las reglas de la Organización Mundial del Comercio, como EE.UU., México o cualquier otro país.
En el fondo, sólo hay dos opciones, y ninguna es buena: aceptar aranceles al comercio con la UE según las reglas de la OMC, lo que perjudicaría cerca de la mitad del comercio británico y vaciaría Londres como centro financiero, o aceptar las reglas de la UE sin tener voz ni voto sobre su contenido.
Simultáneamente el Reino Unido debe negociar nuevos acuerdos con el resto del mundo sobre comercio, actividades comerciales transfronterizas, regulaciones financieras, etc., que reemplacen los que ahora tiene como miembro de la UE, llenando el vacío dejado por los que abandona. Asimismo, el Parlamento tendrá que reescribir la legislación para eliminar el Derecho comunitario, y copiar o suprimir 60 años de legislación, 12.295 regulaciones europeas insertas en la ley británica, legislando de nuevo —un sueño jeffersoniano devenido en pesadilla.
Sin duda una tarea colosal, desmoralizante, y abrumadora, cuyas secuelas tensarán al máximo el ya desgastado deseo de Escocia de permanecer en el Reino Unido. Algo es seguro: cuanto mayor sea la pérdida de acceso al mercado europeo, mayor será el aumento del 45% de escoceses que votaron por la independencia en 2014, a efecto de mantener dicho acceso; pero es un difícil acomodo porque Escocia vende cuatro veces más al Reino Unido que a la UE, y el libre acceso al mercado británico del que ahora goza estaría en peligro si Escocia no es aceptada como un Estado miembro de la UE cubierto por los nuevos acuerdos que ésta establezca con el Reino Unido, si es que los hay.
Las posibilidades de que Cataluña sea independiente se han oscurecido porque el Brexit fortalece a España como socio fiable en la UE, a quien los demás Estados miembros evitarán presionar para forzarla a permitir que los catalanes voten si quieren ser independientes, que es la única carta que los catalanes han escogido jugar en nuestros días. Es un giro irónico, ya que la disuasión de cualquier ruptura más que implementar el Brexit generará, es probable que asuste tanto a los escoceses como a los catalanes y les conduzca a una resignada aceptación del status quo para ahorrarse los riesgos y las incertidumbres que la independencia suscita, sea o no de mutuo acuerdo.
El referéndum sobre el Brexit daba a elegir entre dos opciones claras: permanecer en la UE de acuerdo con las reglas conocidas y existentes, o abandonarla en favor de una alternativa sin especificar y desconocida.
Si la elección por los británicos del haz de imprevistos e incógnitas en que consiste el Brexit acaba tan mal como es de prever, escaso apetito les quedará a los escoceses y a los catalanes de independizarse del Reino Unido y de España, respectivamente, en medio de la creciente turbulencia que el temor de perder el libre acceso a los mercados que ahora disfrutan provocaría.
Consideraciones ideológicas, nacionales, o de deseo de libertad, a veces predominan sobre las económicas. Es lo que ha sucedido en el Reino Unido, pero está por ver que Escocia y Cataluña posean la tenaz fuerza de voluntad que se requiere para superar los temores que desencadenarán los efectos y secuelas del Brexit, dado que la salida tiene un precio.
Las ilusiones ilusas que contemplaban la independencia como un suave paseo llegan a su fin —tampoco Escocia y Cataluña pueden tener el vino en la bota y la mujer borracha, como el Brexit mostrará con una crudeza que a todos los implicados les hará ser plenamente conscientes.
Se requiere tomar una decisión, y sea cual fuere será dolorosa.
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Alfons López Tena ha sido Vocal del Consejo General del Poder Judicial y diputado del Parlamento de Cataluña.
Publicamos la traducción de este artículo con su expreso permiso y el de Business Insider, donde apareció originalmente.
Como cualquier otro movimiento sísmico, el voto del Reino Unido en favor de abandonar la Unión Europea comienza a causar crecientes grietas y a generar ondas de aviso de tsunami, lo cual convierte las predicciones actuales en un ejercicio incierto, pues multitud de variables imprevisibles afectarán...
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