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Marcel Duchamp, junto a la rueda que caracteriza su trabajo artístico.
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Ajedrez
“Juego noche y día y no hay nada que me interese más que dar con la jugada adecuada. El ajedrez es una obra maravillosa de cartesianismo. Gracias a mi estrecho contacto con artistas y jugadores de ajedrez he llegado a la conclusión de que, aunque no todos los artistas son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez sí son artistas”.
Beber
“Mi querido Gleizes, si no bebiera tanto alcohol ya hace tiempo que me habría suicidado”
Capablanca
El mayor acontecimiento de su vida ajedrecística tuvo lugar, tal vez, en el otoño de 1922, cuando jugó contra José Raúl Capablanca en el Marshall Chess Club. El entonces campeón del mundo jugó veinticuatro partidas simultáneas contra otros tantos miembros del club y ganó veinte de ellas, incluida la que enfrentó a Duchamp.
Dadá
Para Duchamp, lo que él hacía en Nueva York no era dadá, aunque tuviera su mismo espíritu. ¿Dónde estaba la diferencia? “Los dadaístas estaban verdaderamente entregados a la acción. No se limitaban a escribir libros, como Rabelais o Jarry, sino que libraban una batalla contra el público. Y cuando se está librando una batalla, resulta difícil reírse al mismo tiempo”.
El gran vidrio
Tengo la esperanza de “avanzar un poco con mi vidrio y quizá terminarlo, si todo sale como quiero; lo único que falta es un poco de trabajo con alambre de plomo, nada extraordinario. Quizá muera sin haberlo terminado”.
Fotografía
“Me gustaría llevar a la gente a despreciar la pintura hasta que surja algo que consiga que la fotografía resulte insoportable”.
Guerra
“Desde una perspectiva psicológica, la guerra me parece un espectáculo sumamente impresionante. El instinto que lleva a los hombres a salir a matar a otros merece un examen atento. ¡Qué absurda concepción del patriotismo!… Personalmente, debo decir que admiro la actitud de combatir la invasión de brazos cruzados.”
Hijos
“Sólo deberían tener hijos los que tengan vocación para ello, y cuantos más hijos tienes, menos libre eres…”
Incesto
El psicoanalista Schwarz sospechaba una pasión incestuosa de Duchamp por su hermana Suzanne. Esto lo interpretó, sobre todo, por su pieza Chico y chica en primavera, que Duchamp le regaló con motivo de su primera boda.
Juerga
Huérfano de su madre francesa, Francis Picabia fue complacido en todo por su padre, un libertino cubano. En opinión de su mujer, a Picabia le encantaba desbaratar la soledad de Duchamp, irrumpiendo al volante de uno de sus estruendosos automóviles para llevárselo a sus juergas etílicas por los cafés de Montmartre. “Los dos emulaban en su extraordinario apego a los principios destructivos, en sus blasfemias y en su salvajismo que no sólo atentaba contra los mitos del arte sino contra los mismos fundamentos de la vida”.
Man Ray
Se habían visto por primera vez poco después de que Duchamp llegara a Nueva York. En un momento de la tarde, Man Ray y Duchamp jugaron un improvisado partido de tenis delante de la casa de campo de Kreymbourg, con la particularidad de que no tenían ni pista ni red.
Nueva York
Nueva York significó un gran paso hacia la libertad. Esa ciudad, en sí misma, le resolvía un problema: el pasado no era importante. Para un iconoclasta esto era, sencillamente, el no va más. “En Europa, todos los jóvenes, sean de la generación que sean, actúan siempre como nietos de un puñado de grandes hombres.” Nueva York era otra cosa. Era una ciudad en la que los vivos tenían más importancia que los muertos.
Obra
“¿Se pueden hacer obras que no sean obras de arte?”
Pintura
“Pintar se ha terminado. ¿Hay alguien capaz de hacer algo mejor que esta hélice? ¿Acaso sabrás tú?” (A Brancusi, ante un avión).
Ready Made
“Que el señor Mutt hiciera o no la fuente con sus propias manos carece de importancia. La eligió. Cogió un artículo de la vida cotidiana y lo colocó de modo que su significado utilitario desapareciera gracias a un título y a un punto de vista nuevos: creó un pensamiento nuevo para ese objeto.”
Seducción
“Al entrar (en la habitación de Edgar Varèse), oí una tos y, al volver la cabeza, me encontré con la cara de un hombre que estaba sentado al otro lado de la cama. Marcel sonrió. Yo sonreí. Varèse dejó de existir.”
Tristan Tzara
Duchamp propuso a Tzara que se metieran juntos en un negocio de venta por correo de cadenitas metálicas, a dólar la pieza, que llevarían colgadas las letras D, A, D, A. Éstas se anunciarían como una panacea universal: “si tienes un dolor de muelas vete al dentista y pregúntale si es dadá.” Duchamp se encargaría de la distribución en Estados Unidos y Tzara en Europa. El proyecto no avanzó jamás.
Urinario
—No podemos exponerlo—, insistía Bellows, al tiempo que sacaba un pañuelo y se secaba la frente.
—Tampoco podemos rechazarlo. Ha pagado la cuota de admisión-, repuso Walter sin perder los estribos.
—¡Es una indecencia!-, exclamó Bellows a gritos.
—Eso depende del punto de vista, puntualizó Walter, reprimiendo una sonrisa.
Vida
Duchamp había hecho una elección. Las elecciones que constituían la base de su obra se reflejaban en las negaciones de su vida privada. Había una cierta sangre fría en esas negaciones que llevaban consigo una cierta carencia de vida.
William Carlos Williams
“Duchamp había estado bebiendo. Yo estaba sobrio. Por fin me encontré cara a cara con él caminando por la habitación y le dije:
—Me gusta su cuadro.
Él me miró y repuso:
—¿Ah, sí?
Eso fue todo.
Consiguió dejarme totalmente perplejo, si eso era lo que pretendía. Me habría gustado que me tragara la tierra, hacer rechinar los dientes, darle la espalda y escupir…”
Xenia Cage
Durante un tiempo, Xenia Cage, esposa del músico vanguardista John Cage, pasó a ser la auténtica ejecutora de una serie de cajas con trabajos de Duchamp que se vendieron muy bien en Nueva York, al punto de que el mismo Duchamp le adjudicó el crédito del montaje de sus Boîtes.
Yo
“Estaba realmente tratando de inventar, y no meramente de expresarme. Nunca me interesó verme reflejado en un espejo estético. Mi intención fue siempre la de escapar de mí mismo, aunque siempre fui perfectamente consciente de que me estaba aprovechando de mí. Llamémosle un jueguecillo entre mí y yo.”
Ajedrez
“Juego noche y día y no hay nada que me interese más que dar con la jugada adecuada. El ajedrez es una obra maravillosa de cartesianismo. Gracias a mi estrecho contacto con artistas y jugadores de ajedrez he llegado a la conclusión de que, aunque no todos los artistas son jugadores...
Autor >
Iván de la Nuez (El Estornudo)
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