DIADA
11S, el plato agridulce
Después del aperitivo institucional del 10S, la Cataluña independentista volvió a vivir ayer su día fuerte en una celebración repartida en cinco ciudades
Elise Gazengel 12/09/2016
E. G.
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Eran muchos pero eran menos. Eran independentistas pero no todos. Eran anónimos pero nunca hubo tantos representantes políticos. Este año, la Diada de Catalunya fue un plato agridulce. Repartida entre cinco ciudades de la comunidad, la manifestación independentista movilizó a cerca de un millón de personas en total (800.000 según la Guardia Urbana, más de un millón según el recuento de la ANC, asociación organizadora). Una cifra muy alta pese a que, si la comparamos con las cifras de los años anteriores, es la menor de estas cinco Diadas. Las asociaciones organizadoras del evento (ANC, Assemblea Nacional Catalana y Òmnium) ya habían previsto una bajada de la participación y articulaban su discurso en consecuencia.
Bajada del suflé para algunos, cuestión de paciencia para otros. Pero más allá de las cifras, el sentimiento general de los asistentes a la manifestación de Barcelona oscilaba entre el cansancio y la fe. Para María, de 27 años, esta Diada era “más floja” que los años anteriores, “no era tan emotiva, no había tanta gente”. “Faltaba música, animación”, decía su amigo Fran, que asistía por primera vez.
La motivación de algunos iba disminuyendo a medida que se alejaban del escenario donde se leía un fragmento del manifiesto y se retransmitía en directo la actuación de las otras cuatro ciudades. “Cada vez da más pereza”, explicaba Manel, de 38 años; “este año, por ejemplo, no me apunté en la web antes de venir, fue más improvisado, ni sabía lo que teníamos que hacer”, comentaba antes de matizar: “Eso sí, yo saldré a la calle las veces que haga falta”.
Bajada del suflé para algunos, cuestión de paciencia para otros. El sentimiento general de los asistentes a la manifestación de Barcelona oscilaba entre el cansancio y la fe
Un cansancio que no podía compartir el expresident Artur Mas, al ser la primera vez que participaba en una Diada. Desmarcándose de su sucesor, Carles Puigdemont, quien acudió a la manifestación en Salt (Girona), Mas explicó en una reunión informal con la prensa extranjera: “Me produce una gran alegría y me he quitado un peso de encima porque, esos últimos años, quería asistir pero creía que no debía porque actuaba con este criterio estricto institucional”. Para él —aunque explica que la decisión de Puigdemont le parece “correcta”—, por respeto a los que no comparten el proyecto independentista, “esta manifestación corresponde más a la gente, la sociedad civil, los partidos y las asociaciones, no a la presidencia del país”.
Junto a Oriol Junqueras, Raúl Romeva, Toni Comín y Gabriel Rufián, sus aliados políticos, Artur Mas se colocó en primera fila del recorrido de dos kilómetros del Passeig de Sant Joan y el de Lluís Companys de la capital catalana. Vestidos con la camiseta oficial marcada por un punto amarillo —un guiño al lema A punt—, se desmarcaban de los otros representantes políticos presentes en Barcelona.
Porque el conjunto Junts Pel Sí —que agrupa a ERC y los de la difunta Convergència y ahora anónimo partido soberanista desde que Interior no admitió su nuevo nombre— no era el único en este primer tramo de la movilización. Unos pocos metros les separaban de la CUP, colocada en la extrema derecha (o izquierda, según el punto de vista) del escenario, cerca del área reservada a la prensa. En cuanto a Ada Colau, prefirió colocarse un poco más lejos de las cámaras y las autoridades, rodeada de su equipo, que impedía que se captaran demasiadas imágenes de la alcaldesa, quien fue la primera política en irse al acabar el acto.
La aparición de Colau era muy esperada: era la primera vez que una formación que no se define como independentista participaba a una Diada claramente a favor de la secesión
Una aparición fugaz a pesar de ser muy esperada: era la primera vez que una formación que no se define como independentista participaba a una Diada claramente a favor de la secesión. Una manera de volver a incluir la idea de un referéndum en el marco político catalán que pretende estar ya en un siguiente nivel. O una manera de poder usar la primera persona del plural cuando, por la noche, se refería a la manifestación multitudinaria en su entrevista televisiva con Ana Pastor, quien dedicó gran parte de su programa a la fiesta catalana.
Pero, en general, la expectación mediática tampoco era comparable con la que generaron las primeras Diadas. A nivel internacional, el nuevo jefe de prensa de la ANC, Adrià Alsina, reconoció que varios medios extranjeros le habían comentado que “venir a cubrir la Diada no deja(ba) de ser más de lo mismo”. Algo que se notaba también en la sala de prensa del Palau de la Generalitat, por la mañana, en el tradicional encuentro del president con la prensa extranjera, menos numerosa.
A nivel local también más de uno habrá oído las críticas poco disimuladas de los periodistas catalanes quejándose de la organización y criticando —en voz más baja, eso sí— el “paripé” de un acto “aburrido”. Parece que hasta los periodistas están cansados de tantos días históricos en Cataluña aunque, como lo dice el refrán catalán, ‘el trabajo lo hacen los cansados’.
Eran muchos pero eran menos. Eran independentistas pero no todos. Eran anónimos pero nunca hubo tantos representantes políticos. Este año, la Diada de Catalunya fue un plato agridulce. Repartida entre cinco ciudades de la comunidad, la manifestación independentista movilizó a cerca de un millón de personas en...
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