Crónica Judicial / Gürtel
Tan distintos y tan iguales
Raquel Agüeros San Fernando de Henares , 25/10/2016
El exsecretario del PP gallego Pablo Crespo, implicado en la trama Gürtel, a su llegada al juicio en la Audiencia Nacional.
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Fue un lunes-lunes. Sobre todo para Luis Bárcenas y para Francisco Correa, a pesar de que quien declaró fue Pablo Crespo. Porque nada más empezar la sesión cayó sobre ellos la losa que autoriza a la Fiscalía a utilizar la información que tiene Suiza relativa al extesorero del PP. Por muy exótico que resulte el régimen fiscal suizo.
La declaración del número 2 de la trama Gürtel despertó bostezos eternos en la sala de vistas. El interrogatorio técnico y detallado de la fiscala no encajaba con el que le hizo a Correa. Nadie entendía a dónde quería llegar Concepción Sabadell con su insistente meticulosidad. Pero Pablo Crespo supo sacar partido a sus cuatro horas de declaración.
Crespo es un señor gallego que ejerce como tal. Y se presentó ante la sala con la humildad moral que otorga el haber dejado de estudiar un año después de empezar la carrera. Don Pablo se plantó en primero de Derecho pero siguió empollándose la vida a golpe de calle. Llegó a ser secretario de organización del Partido Popular de Galicia. Y empresario.
La posibilidad de enfrentarse a una condena de cárcel de ochenta y cinco años no le distrajo en su declaración. Crespo no ratificó lo que dijo ante la Policía y ante Baltasar Garzón cuando fue detenido. Argumentó que su paso por los calabozos de Moratalaz anuló sus capacidades intelectuales. Con ese movimiento Crespo se aseguró de que el único testimonio válido suyo sea ante el tribunal que juzga el caso de la primera etapa de Gürtel (1999-2005).
El gallego jugó sus cartas con sosegada apariencia. Aunque desde que se sentó frente al tribunal un caramelito blanco de saliva concentrada creció en su boca. Como no se disolvía con agua, Crespo lo asumió en su ser como un juguete con el que enredó con la lengua de izquierda a derecha y al revés.
Francisco Correa y Pablo Crespo eran, ante todo, amigos. Además Crespo ejercía como administrador "de una manera o de otra" en tres de las empresas de Don Vito. Ese "de alguna manera o de otra" incluía cosas que ni desveló ni desvelará. La lealtad al gran jefe se lo prohíbe. Correa se erigió hace unos días en el jefe supremo de la red. Su estrategia es echarse toda a culpa. Suena contradictorio pero no lo es. Al centralizar la responsabilidad en él consigue dos cosas: la primera, minimizar la carga contra el resto de acusados de su cuerda; la segunda, rebajar la solvencia de la causa en sí misma. Así Gürtel puede acabar reducido a Correa y a Luis Bárcenas entre rejas y a un puñado de millones de multa.
Durante las horas que Crespo respondió a la fiscala se mantuvo recto, con los antebrazos cruzados y apoyados sobre la mesa. O dándose la mano a sí mismo. O sujetando un boli con los dedos. O sosteniéndose la cabeza con el moflete que recaía sobre su mano. En ningún momento el Crespo interior dejó solo al Crespo físico.
"Esa pregunta podría contestársela mejor el señor Correa", repitió varias veces Crespo dirigiéndose a la fiscala. Pero el turno de interrogatorio a Don Vito ya pasó sin que Concepción Sabadell le preguntase por aquello.
Se enredó Sabadell en el cuaderno de notas, en el pendrive con documentación encriptada o en conversaciones telefónicas con diálogos surrealistas:
- Entonces...¿esto va como préstamo o como anticipo?- preguntó José Luis Gutiérrez a Crespo
- Bueno...-respondió Crespo- como préstamo en forma de anticipo
La fiscala quería demostrar que Crespo había utilizado la caja B de las empresas de Correa, pero Don Pablo no sabía de la existencia de aquella caja. Y no salió de ahí. El control empleado por el segundo de Correa muestra a un hombre ordenado y meticuloso. Con poca formación académica pero mucha mili. Y con un lenguaje propio de otras épocas plagado de formalismos encandiladores.
Cuando se vino arriba Crespo disparó al juez Garzón por las grabaciones que ordenó de sus conversaciones con sus abogados mientras estaba en la cárcel. Y después agitó la cosa con Aznar y Rubalcaba. Porque en noviembre del año 2008 avisaron a Crespo de que el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, había organizado una operación contra el Partido Popular. El entuerto pillaba de lleno a Correa, íntimo del yerno de Aznar y que trabajaba organizando eventos para el partido.
Y sin querer, o no, Correa y Crespo echaron un capote al partido de Rajoy.
Tan distintos y tan iguales, Correa y Crespo.
Correa y su memoria tan privilegiada que no necesitaba escribir nada. Crespo, lo contrario. Don Vito enfrascado en lo general, hombre de visión global. Don Pablo sobre el terreno, punto por punto. Y la preparación de uno y de otro. La de Correa avalada por un título. La de Pablo Crespo comprobada por la experiencia de años en una tierra de tratantes. Unidos por una causa común, en lealtad y en intereses.
La mala memoria de Crespo no hizo mella en sus cuatro inacabables horas de chauchau. Pablo Crespo no se confundió en ningún momento. Le ayudó tomar apuntes de sus propias respuestas y subrayarlos con rotulador rojo. Para recordar mejor.
Luis Bárcenas descuenta los días que le faltan para declarar. El lunes se cambió de sitio y se refugió tras la silla de otro acusado. Como escondiéndose. Para no aparecer en las imágenes oficiales del juicio al fondo de Crespo y rodeado de sillas vacías.
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Raquel Agüeros
Raquel Agüeros. Persona. Periodista. Autónoma. Nació navarra y voló del nido. Lleva 17 años picando, casi siempre en televisión y radio. Escribir es su espina clavada. Vive en Mallorca.
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