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Congreso. Huele a un napalm nuevo. No nos damos cuenta del todo, pero hoy es un día importante. Tal vez el único importante en décadas. Es el día en el que se formalizan, de manera a su vez, informal, todos los cambios que se iniciaron hace años, cuando la Reforma Constitucional Exprés, cuando se rompió el pacto inicial de la Transi. No puede tardar mucho la formalización rigurosa de todo esto. Una reforma constitucional. Tal vez en la próxima legislatura, dentro de ¿un par? de años. En la acera de enfrente del Congreso --un Congreso con vallas y poli à gogó desde 2011; un Congreso de peli de Costa Gavras-- se observan los primeros cambios escenográficos. Han limpiado de personas esa acera y hay más poli, quizás en un ensayo de lo que pasará este sabadete, cuando se produzca la convocatoria Rodea el Congreso, que se presenta, parece ser, como importante.

La Star-Gate, en fin, se ha cerrado. La política ha dejado de dudar. Ha modulado una relectura de sí misma desde el 78. Y se ha quedado con lo que, según ella, son las mejores jugadas, que se resumen, parece ser, en el llenapistas unidad-de-todos-los-demócratas. Se ha creado una coalición de todos los demócratas. Una suerte de Partido Único de la Transi. Posiblemente, como el anterior partido único, el bloque constitucionalista integra, más allá de los partidos que lo integran, los tradicionales sectores falangistas/nacionalistas, católicos y estraperlistas/business. Se ignora, más allá de la incorporación de los socialistas en el trío de sectores, cual será su aportación original. De hecho, se ignora todo del PSOE post-Sanchecidio.

Aún no se acaba de comprender, en su desmesura, el golpe interno, del que cada vez hay más lecturas y más matizadas. Al parecer, la figura de Felipe en el entramado --hizo de Grândola Vila Morena o, mejor, de E depois do Adeus, que fue la primera canción del golpe contra Salazar (Grândola fue la segunda-- va bajando en importancia, mientras sube la de Zapatero, que lleva meses siendo elemento de colaboración necesaria desde su despacho, cercano a la sede de Ferraz.

En este momento, cuando entro en el Congreso, el G(rupo) P(arlamentario) S(ocialista) está encerrado. Mañana me explicarán más cosas de esa reunión. Ha trascendido que en la reunión se ha discutido si, al final, se abstendrán todos, o sólo los necesarios para la proclamación del Rajoyato. Ha trascendido también que todos y cada uno de los miembros del grupo han sido sometidos a una suerte de presión personal e individualizada hasta hoy. En esa reunión, en fin, se jugaba algo muy importante, un hecho fundacional del Régimen del 78. El papel de la disciplina interna. Es decir, del jefe de grupo, una figura única, en su importancia, en la democracia occidental --no existe o no es tan determinante, en su fortaleza, en otras democracias; en los USA, verbigracia, llegaron a poner de jefe de grupo, en su día, al Kennedy tonto-. El jefe de grupo y el secretario de organización son, en fin, dos joyas locales, sobre las que descansan muchas originalidades verticales de lo local. Que están en juego. Que son básicas para la prolongación del juego.

Se sabe poco cómo saldrá de este juego el PSOE. Sobre el PSOE --sobre el más débil; sobre el discurso más débil-- ha caído al responsabilidad de prolongar el juego. Se desconoce en su detalle total quién optará por la desobediencia en el voto --una prerrogativa, por cierto, del representante planetario; el diputado, en fin, es soberano; desde el siglo XVIII se debe a sí mismo, a lo que él considera el programa por el que ha sido votado, y no al grupo, aunque cueste creerlo leyendo la prensa--. Incluso se ignora si Sánchez optará por ella, exponiéndose a ser expulsado, a no poder presentarse a unas primarias que no pintan próximas.

Anyway. Empieza el discurso de Rajoy. Sinopsis. Un Gobierno es necesario. Y no cualquier Gobierno. Es decir, hay una ideología en la Comisión Europea, y un gobierno no sólo no debe oponerse a ella, sino serle próximo. Por lo demás, el resto de programa es muy nebuloso. Rajoy remite, o linkea, a su anterior discurso de investidura. Básicamente, vaguedades sobre el Pacto de Toledo, el empleo y el Bienestar. La sensación es que las políticas vienen de otra parte, y que un Gobierno --no cualquier Gobierno, como dice Rajoy--, debe gestionarlas. Y eso --tampoco lo dice-- tiene premio. Exemplum: la UE reclamaba recortes por 20.000 millones, que hubieran sido, en efecto, 20.000 millones en caso de otro Gobierno. El (no cualquier) Gobierno ha colado a la UE que recaudará 8.000 kilos por el impuesto de sociedades y 7.000 por impuestos directos e indirectos. Y la UE ha decidido creerlo. El resultado es que los recortes serán de 5.500 millones. Una brutalidad. Pero con una amabilidad aparente de la UE a la sociedad española, por no votar por un Gobierno cualquiera, y por permitir el reajuste postelectoral que facilitará, posteriormente, acceder a (no cualquier) Gobierno.

Parece ser --el discurso de Rajoy, en este tramo, es calcado al de hace un par de meses-- que este Gobierno deslocalizado, sin soberanía para elaborar políticas, pero con capacidad para recaudar de la UE "créditos en condiciones ventajosas", o rebajas de locura en los recortes, tendrá, en contrapartida, la capacidad de realizar cruzadas nacionalistas y por la soberanía frente al enemigo catalán. Quizás por ahí vayan las mixed-emotions, la magia, la electricidad de esta legislatura que, como en los glory days, cuenta, frente al enemigo, con la unidad de todos los demócratas a lo bestia, como para una boda. Y con unos medios dispuestos a irse de cruzada en cuando se lo pidan. O sin que se lo pidan.

Con poco más que detallar, con desgana, Rajoy finaliza su discurso. El PP aplaude como un poseso al Jefferson español. En lo que es una metáfora, tras la sesión, los dipus PP se quedan en el patio, exhibiéndose y exhibiendo el espacio que ocupan. Los del PSOE se van pitando. La Restauración 2.0 se parece cada días más a la 1.0. Tras varias décadas de ir a tutiplén, ante la primera gran crisis se retrotrae y se encierra, con violencia, en sí misma. En la primera emisión, con el Golpe de Primo, en la segunda emisión con este golpe en el PSOE, difícil de explicar --e inexplicable, desde el instinto de conservación de las especies--. Parece ser que en esta otra etapa de repliegue, a juzgar por lo dicho y lo no dicho por Rajoy, será importante el nacionalismo, el miedo --a que haya un Gobierno cualquiera, como mínimo--, y la amabilidad de la UE --la UE nos da mantas porque somos unos indios buenos--. Contrariamente a la etapa Primo, parece ser que no será importante la censura en los medios, sino el acceso de la banca a su accionariado o, glups, la Ley Mordaza. En el cielo, sobre el Congreso, vuela un helicóptero. Ese helicóptero que vuela sobre las ciudades desde 2011 hoy ha vuelto a volar sobre Madrid. En la nueva España, que se ha empezado a refundar hoy, podría substituir, como icono, al águila.