Xenofobia en la UE
La ‘preocupación’ de Budapest por las mujeres y los gitanos
El Gobierno húngaro esgrime la defensa de la seguridad de las mujeres y su apuesta por integrar a su mayor minoría étnica para rechazar las cuotas de refugiados
Lídia Balogh (Social Europe) 9/11/2016
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“¿Sabías que desde que comenzó la crisis migratoria el acoso a mujeres en Europa ha aumentado drásticamente?”. Este eslogan parte de una campaña gubernamental y apareció durante el verano de 2016 en carteles apostados a lo largo de las carreteras húngaras. Los otros cinco mensajes temáticos eran: “Desde el comienzo de la crisis migratoria, han muerto en Europa más de 300 personas como consecuencia de ataques terroristas”, “El año pasado, entraron en Europa más de un millón y medio de inmigrantes ilegales”, “Bruselas pretende reubicar en Hungría tantos inmigrantes como para llenar una ciudad”, “Los ataques de París fueron perpetrados por migrantes”, “Cerca de un millón de inmigrantes, contando solo los que hay en Libia, quiere venir a Europa”.
El objetivo de esta campaña del gobierno era promover el voto del No a la pregunta del referéndum que tuvo lugar el 2 de octubre: “¿Quiere que la Unión Europea pueda imponer reubicaciones obligatorias de ciudadanos no húngaros en Hungría, incluso sin la aprobación de la Asamblea Nacional [Parlamento]?”. Esta larga pregunta con una formulación un tanto vaga se refería al plan de la UE para reubicar entre los diversos países de Europa a 160.000 demandantes de asilo, de los que se pedía a Hungría acoger únicamente a 1.294 refugiados. Al final, aunque el 98% de los votos válidos rechazaron el sistema de cuotas, el referéndum fue declarado nulo a causa de la baja participación (44%). Además, hubo una tremenda cantidad de votos nulos, 225.000.
Antes del referéndum, un partido político de risa, el Kétfarkú Kutya Párt (Partido del perro con dos colas), lanzó una anticampaña a gran escala para burlarse de los carteles propagandísticos del gobierno, y algunos partidos menores de izquierda comenzaron después iniciativas en contra del discurso del gobierno. Se usaron los medios sociales como plataforma visible para llevar a cabo acciones satíricas de rechazo: los usuarios crearon (con una aplicación para generar carteles) y publicaron cientos de versiones diferentes de los carteles con el eslogan “¿Sabías que…?”. Algunos de estos mensajes reflejaban una perspectiva de género: “Los ataques de París fueron perpetrados por hombres. Todos los miembros del gobierno húngaro son hombres. ¿No te da miedo?”, “En Hungría, una mujer a la semana es asesinada por su pareja”, o “En los hospitales de Hungría, las gitanas dan a luz en salas de maternidad segregadas”.
El Primer Ministro Viktor Orbán afirmó que los países occidentales “con muchos inmigrantes ilegales sufren un aumento extraordinario de la tasa de delincuencia"
Uno de los principales argumentos del Gobierno fue, sin embargo, la relación directa entre la amenaza de un incremento en la violencia contra la mujer y la inmigración. El Primer Ministro Viktor Orbán afirmó en un evento público que los países occidentales “con muchos inmigrantes ilegales sufren un aumento extraordinario de la tasa de delincuencia... Según las estadísticas de la ONU… Suecia es el segundo país con mayor número de violaciones, solo por detrás de un país de África del sur, Lesoto”. El analista del blog Hungarian Spectrum destacó que “la comparación de estadísticas criminales es un camino lleno de trampas” a causa, por ejemplo, de las diversas definiciones de violación, del nivel de cumplimiento de la ley o del número de delitos denunciados.
En julio de 2016, la secretaria de Estado para la familia y la juventud, Katalin Novák, habló durante una conferencia de prensa de los casos de acoso cometidos por migrantes en Colonia y otras ciudades europeas y exclamó: “Hay que acabar con la migración ilegal” porque “las mujeres y niños húngaros no tienen por qué estar sometidos a este riesgo”.
Más allá de la retórica política y las campañas visuales, todavía hay mucho por hacer en lo que respecta a la seguridad de las mujeres en Hungría, según indican diversos expertos independientes. En mayo de 2016, un grupo de trabajo de la ONU sobre discriminación contra las mujeres en la legislación y en la práctica, realizó una misión en Hungría y se reunió con organismos decisorios, expertos en derecho y activistas. La presidenta del grupo de expertos, Frances Raday, hizo una declaración posterior en la que recomendaba, entre otras cosas, que “las medidas legislativas e institucionales positivas que se han adoptado para prevenir la violencia doméstica deberían ir acompañadas del desarrollo e implantación de una estrategia nacional exhaustiva, de una base de datos unificada para analizar el número de denuncias, órdenes de alejamiento, enjuiciamientos, condenas y sentencias, en los casos de violencia sexista, y el objetivo debe ser la ratificación de la Convención de Estambul lo antes posible».
Cuando el Gobierno de Hungría presentó los carteles de su campaña, entre los que estaba el que hacía referencia al supuesto incremento de casos de acoso a mujeres, un columnista del blog de izquierda Kettős Mérce (Doble moral) compartió su descontento con las deficiencias existentes en las medidas del gobierno para combatir la violencia sexista, e hizo hincapié en la falta de datos fidedignos en este campo. Su conclusión fue:
“Lo que resulta indignante es que el gobierno, en lugar de ocuparse de multitud de problemas serios, decide echar la culpa a los demás otra vez y sustituir el buen gobierno por una política de carteles”.
Al menos de palabra, el Gobierno húngaro, formado únicamente por hombres blancos, se preocupa actualmente, en el contexto de la reciente crisis migratoria, no solo por las mujeres, sino también por la minoría más numerosa y más desfavorecida del país, los gitanos. (La gran mayoría de los gitanos de Hungría lleva un estilo de vida sedentario y tiene la nacionalidad desde hace generaciones).
El ministro de justicia László Trócsányi declaró que Hungría no podía permitirse aceptar a refugiados porque tenían que centrarse en la integración social de la minoría romaní.
En mayo de 2015, el ministro de justicia László Trócsányi declaró que Hungría no podía permitirse aceptar a refugiados o migrantes económicos porque el Gobierno tenía que centrarse en la integración social de la minoría romaní. En septiembre de 2015, Orbán dijo a los embajadores en una conferencia en Budapest que “es un hecho histórico que Hungría tiene que vivir con unos cuantos cientos de miles de gitanos”, y añadió que “no podemos pedirle a nadie que viva con una gran cantidad de gitanos”.
En septiembre de 2016 (una semana antes del referéndum sobre el sistema de cuotas), el ministro de Recursos Humanos, Zoltán Balog, declaró en una entrevista al Frankfurter Allgemeine Zeitung que la inclusión social de la población gitana era una tarea lo suficientemente grande para el país como para además tener que lidiar al mismo tiempo con la dificultad de acoger migrantes, ya que “los recursos de Hungría para la integración de las diferentes comunidades son limitados”. Sin embargo, en respuesta a una pregunta del entrevistador, Balog defendió no estar intentando “enfrentar entre ellos” a los gitanos y a los migrantes.
La factura para los contribuyentes del referéndum y la propaganda gubernamental relacionada se elevó bastante: un diputado del Partido Socialista de Hungría estimó que el coste de la campaña ascendió a 11.300 millones de florines húngaros (aproximadamente unos 36,8 millones de euros), aunque el jefe de Gabinete del primer ministro, Antal Rogán, mencionó un presupuesto de campaña de 3.900 millones de florines (12,7 millones de euros aproximadamente). Además, los costes administrativos ascendieron a unos 4.500 o 5.000 millones de florines (entre 14,6 y 16,3 millones de euros). Solo imaginemos la cantidad de mujeres y ciudadanos gitanos (sin hablar de mujeres gitanas), cuyas vidas hubieran podido experimentar una gran mejoría si el gobierno hubiera elegido utilizar de manera más sabia ese dinero, para fines sociales importantes, en lugar de intentar convencer al electorado de que rechace a 1.294 refugiados.
Lídia Balogh es investigadora junior en la Academia de Ciencias Sociales de Hungría. Además participa en las actividades de incidencia política del Hungarian Women’s Lobby.
Traducción de Álvaro San José.
Este artículo está publicado en Social Europe.
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