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Lo más llamativo, para mí, de las elecciones presidenciales en Estados Unidos es lo fácil que ha resultado para Donald Trump llegar a la Presidencia. Prácticamente solo, sin apoyo de nadie relevante, sin grandes donantes y con todos los medios de comunicación en contra, ha conseguido asaltar el poder en el interior del Partido Republicano primero y asaltar la Presidencia después. 

Donald Trump ha desnudado a los dos partidos de gobierno de los Estados Unidos de una manera sorprendentemente fácil. Ha puesto de manifiesto con su campaña que los dos partidos de gobierno de Estados Unidos estaban afectados de aluminosis mucho más de lo que nadie había siquiera podido imaginar. Tanto el Partido Republicano como el Demócrata han resultado ser partidos huecos, incapaces de plantar cara a un advenedizo, que ha venido además de frente, sin disimular ni ocultar cuál era el propósito ni el programa con que se presentaba a la elección. 

Su triunfo en solitario le proporciona al presidente Trump un margen de maniobra en el ejercicio del poder del que no ha dispuesto ningún presidente de los Estados Unidos

Y además, repito, lo ha hecho solo, lo que resulta sumamente importante. Pues este triunfo en solitario tan fácil le proporciona al presidente Trump un margen de maniobra en el ejercicio del poder del que, posiblemente, no ha dispuesto ningún presidente de los Estados Unidos antes. Trump no le debe nada a nadie o a casi nadie. No hay personas o grupos empresariales que hayan financiado su campaña. No hay periódicos que hayan publicado editoriales de apoyo a su candidatura. No hay antiguos presidentes o secretarios de Estado o de Defensa que hayan acudido en su ayuda durante la campaña. 

La soledad del candidato Donald Trump ha sido memorable. Dicha soledad lo convierte, como dice muy gráficamente Reina Salam en el artículo de portada de la revista Slate, en un presidente "unbound" (Trump Unbound es el título), sin ataduras, sin ninguna deuda que pagar. 

No es él el que está en deuda con el Partido Republicano sino el Partido Republicano el que está en deuda con él

Esto lo convierte en un presidente particularmente poderoso. No es él el que está en deuda con el Partido Republicano sino el Partido Republicano el que está en deuda con él. Lo sabe él y lo sabe también todo el que quiera seguir contando algo en el partido. Es previsible una actitud de obsequiosidad por parte de los congresistas y senadores republicanos que son mayoría en ambas Cámaras. En consecuencia, no es previsible que vaya a encontrar resistencia para aplicar su programa. 

La posición de debilidad en que ha quedado el Partido Demócrata contra todo pronóstico fortalece todavía más al presidente Trump, que no va a tener que negociar prácticamente nada. La autonomía de la que va a disponer para nombrar jueces federales y varios miles de altos funcionarios, que únicamente a él le deberán el nombramiento y respecto del que únicamente tendrán un sentimiento de lealtad, va a ser enorme. 

Donald Trump no solamente ha ganado unas elecciones, sino que las ha ganado de una manera que pone en cuestión el sistema de pesos y contrapesos que siempre se ha considerado como el elemento más valioso del sistema político americano. Un presidente sin control es una de las peores pesadillas que se pueden imaginar. 

Y en esas estamos.