CRÓNICA PARLAMENTARIA
La economía que acontece en nuestra rúa
El Gobierno consigue aprobar el techo de gasto para 2017 con apoyos de la oposición. Sus señorías aún no consiguen hablar de finanzas para que les entendamos
Miguel Ángel Ortega Lucas 16/12/2016
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Es un episodio conocido, pero conviene recordarlo cada tanto, por ser lección que no prescribe. Se trata del primer capítulo del Juan de Mairena de don Antonio Machado. Mairena pide a un alumno que salga a la pizarra y escriba: Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa. A continuación le pide que traduzca la frase a “lenguaje poético”. Entonces, el alumno escribe: Lo que pasa en la calle.
No está mal, responde Mairena. No estaría tampoco nada mal, sería “todo un detalle, todo un síntoma de urbanidad” (éste es Serrat), que nuestros supuestos representantes en las instituciones de la cosa pública hubieran aprendido ya a traducir, o contaran con traductores ad hoc (será por asistentes...) para verter lo que tratan de decirnos a lenguaje poético. O al menos a ir prescindiendo en lo posible de cierta prosa de humo denso, como de casino del XIX, para contarnos algunas cosas que acaban incidiendo en la calle de manera muy sólida y concreta.
Ayer, por ejemplo, se trataban en el Congreso tanto el objetivo de estabilidad presupuestaria (de déficit y deuda pública) para el periodo 2017-2019 como el techo de gasto de los Presupuestos de 2017; primeros compases para la definitiva aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, lo que las administraciones públicas se van a gastar del monto total que atesoran entre su bolsillo, señora, caballero, y el de los otros cuarenta millones de paisanos. También, antes de eso, el ministro Luis de Guindos defendía dos reales decretos-ley sobre “medidas urgentes en materia financiera” y sobre “medidas en el ámbito tributario dirigidas a la consolidación de las finanzas públicas”.
Con sólo ese enunciado, es seguro que al grupillo adolescente de visita en las tribunas del hemiciclo, que no podían contar más de 15 años y parecían muy normalitos, les entraría un impulso animal de tomar apuntes, correr a Harvard y sacarse un doctorado sobre cualquiera de los términos de esa frase. “...Esta medida sienta las bases para tener más herramientas ante las crisis bancarias en Europa... El proceso ha conseguido hasta ahora el indudable crecimiento económico de nuestro país...”. A de Guindos le viene muy bien su aspecto para hablar de lo que habla: es de una severidad tan recia, de una reciedumbre tan severa, que lo que dice tiene el peso de la Biblia; a los muchachos les parecería un profesor de matemáticas al que se puede atender o no, pero cómo chistarle, y mucho menos dudar de que dos y dos serán siempre cuatro en su sabiduría de siglos.
Cuando un político habla, es conveniente atender a lo que dice, a cómo lo dice, a qué quiere decir, y sobre todo a qué trata de no decir al combinar esos tres factores anteriores. Cuando un político habla de economía no hace falta atender ninguno de éstos, porque el no decir les suele salir solo por la jerga propia de la materia. Es cierto que para los entendidos en ella no habrá tal conspiración, pero el hecho de que tanta gente (de la calle) haya asumido como lenguaje poético elementos verbales como los mercados o prima de riesgo, machaconamente voceados por los queridos medios de comunicación sin que nadie tenga pajolera idea de en qué realidades (sólidas, tangibles) se asientan, no es algo que provoque en los últimos tiempos mucha confianza. [Que cualquier perturbado diría que todo tiene el objetivo preciso de que nadie entienda nada.]
Al poco de hablar de Guindos, un señor del PNV, Aitor Esteban, mencionó en su intervención la palabra melancolía, refiriéndose a las cuentas. Resonó en el hemiciclo como un chorrillo de agua en mitad del marasmo, porque ésa era exactamente la atmósfera que recorría la cámara, como un fantasma de Bécquer. Al cabo subió a la tribuna Alberto Montero, de Podemos, al que se veía muy suelto y contundente sobre estos menesteres. Dijo que trataría de “no hablar en chino”, y entonces reprochó a de Guindos que “legisla para que las minusvalías no reduzcan el patrimonio neto” y que hay cosas que no se pueden “capitalizar porque la capitalización exigiría que la mayor parte del capital” procediera del camarote de los Hermanos Marx. [Evidentemente exageramos, pero ésta era la tónica: cuando dos medievalistas hablan de La Celestina seguro que a la mayoría les sonará igual.]
Para cuando el otro ministro de metafísica, Cristóbal Montoro, subió a defender los objetivos de estabilidad presupuestaria, ya algún quinceañero había dejado de hacer cuentas para el máster en la Escuela de Negocios y se preguntaba a cuánto ascendería el sablazo de autónomos si se pone a currar en el negocio de su tío el de Aluche. En todos los asuntos que nos ocupan, tanto PSOE como Ciudadanos han tomado la misma deriva; también decimonónica al recordar su comportamiento respecto del PP al de las damas victorianas según Oscar Wilde: parafraseando, si le dicen que no, quieren decir tal vez; si dicen tal vez, quieren decir que sí; pero si le dicen que sí de golpe, no serían la oposición. Sus representantes respectivos pusieron a caldo a de Guindos y Montoro, y luego les dijeron a todo que sí. Toni Roldán, de Ciudadanos, dijo que la gestión de Montoro ha sido un “desastre”, que ha perdonado a los defraudadores de guante blanco y esquilmado a la clase media, para repeinarse a continuación y decir “por todo esto, vamos a apoyar esta medida, que ahora sí va en la buena dirección”.
Algunos de los acontecimientos de la rúa: se aprobó el techo de gasto propuesto por el Gobierno y cifrado en 118.337 millones de euros (de aquí saldrá la negociación que decida adónde va cada euro); con el apoyo del PSOE por haber conseguido “a cambio” una subida del salario mínimo interprofesional, para el año entrante, del 8%, hasta los 707 euros mensuales. También aprobará suprimir algunas exenciones y deducciones del impuesto de sociedades con el fin de recaudar 4.655 millones de euros, centrándose sobre todo, en teoría, en empresas que facturen más de 20 millones de euros. Se conceden dos años más para que el Gobierno pueda deshacerse de sus participaciones en Bankia y BMN (tiene el 65% de cada una). Y suben los impuestos del tabaco industrial (2,5%) y de liar (6%), así como los del alcohol (5%).
En el primer tramo de la mañana, Carlos Floriano, del PP, dijo a Alberto Montero (Podemos) que se había sentido “un poco agredido” por sus palabras; ésas según las cuales Montero habla “en nombre de la gente” y él en nombre “de las élites financieras”. De lo cual se podría desprender, dijo Floriano, que la gente que vota al PP es la que “no se entera”, y los que votan a Podemos son “los más listos”, los que “saben lo que conviene” (y por ello saben “educar a sus hijos” –los del PP incluidos– y “decidir si pueden circular o no por la Gran Vía”, y también “si les tienen que gustar los toros”).
Pero se equivoca, el noble Floriano: en realidad aquí no se entera casi nadie de nada. Y ante el no entender nada, cómo no van a desentenderse de todo, al final, las pobres criaturas de la ESO; ésos que, al abandonar el hemiciclo, iban dejando melancólicos rumores de hartazgo genital hasta la rúa de San Jerónimo.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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