París, la “ciudad refugio” donde los migrantes duermen en la calle
El centro de la Chapelle ofrece un lugar digno donde vivir a los refugiados que acaban de llegar a la capital francesa, pero solo puede acoger a 400 personas
Enric Bonet París , 21/12/2016
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Son las siete de la mañana en París. Cerca de un centenar de refugiados, afganos y sudaneses la mayoría de ellos, se encuentran frente al nuevo centro de acogida de inmigrantes de la Chapelle, situado en el norte de la capital francesa. Delimitados por vallas y vigilados por una docena de policías, esperan pacientemente en fila india. Los afortunados que están en los primeros puestos de la cola conseguirán entrar en grupos diez, mientras que los otros esperarán durante varias horas bajo el frío del invierno parisino. Una vez el centro haya acogido a cuarenta nuevas personas, sus empleados invitarán al resto a marcharse. Entonces, empezará un nuevo día para todos aquellos inmigrantes que llegaron a Francia con el sueño de pedir asilo y se ven obligados a vivir como vagabundos.
El pasado 10 de noviembre abrió sus puertas el centro de acogida de la Chapelle, destinado a hombres solos. Esta residencia representa “una alternativa digna a la calle”, declaró la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, durante su inauguración. Inspirado en el campamento de Grande-Synthe, uno de los primeros campos humanitarios construidos en Francia, esta infraestructura es una apuesta personal de Hidalgo. Con la construcción de esta instalación, la dirigente socialista ha querido distinguirse de las escasas políticas de acogida de refugiados del actual Gobierno francés, también en manos de los socialistas. Así que la municipalidad de París ofrece ahora “un lugar donde cada inmigrante recién llegado a la capital francesa pueda ser acogido de forma digna”, explicó a principios de noviembre Bruno Morel, el director general d’Emmaüs, la organización encargada de gestionarlo.
El proyecto ha costado cerca de 8 millones de euros, financiados entre la ciudad de París (6,6 millones) y el Gobierno francés (1,3 millones)
Una acogida que está cumpliendo de forma limitada. Con una capacidad para 400 personas, el campamento de la Chapelle acepta cada día la entrada de sólo 40 nuevos inmigrantes. Estos residen allí entre cinco y diez días y luego son enviados en función de su perfil a un Centro de Acogida y Orientación (CAO) o a un Centro de Alojamiento de Urgencia de Migrantes (CHUM). El número limitado de plazas provoca que “varios centenares de refugiados están durmiendo en la calle en París”, denuncia Antoine Decourcelle, responsable de las peticiones de asilo de la asociación la Cimade.
Un lugar normal donde vivir
Con la forma de una burbuja blanca y amarilla gigante, la recepción del centro está conformada por una estructura hinchable de 900 metros cuadrados. Allí los refugiados que consiguen entrar reciben información sobre cómo pedir asilo en Francia y los asistentes jurídicos de Emmaüs hacen una primera evaluación de la situación de cada uno de ellos. En cambio, las habitaciones, los baños y las duchas se encuentran en un antiguo hangar ferroviario de 10.000 metros cuadrados. Dividida en ocho secciones de 50 plazas cada una, esta residencia contiene habitaciones para cuatro personas, con cama, armario y toma de corriente propia. El proyecto ha costado cerca de 8 millones de euros, financiados entre la ciudad de París (6,6 millones) y el Gobierno francés (1,3 millones).
Además, el centro dispone de una tienda, una lavandería y una zona común con Internet, futbolín y televisión. Los residentes reciben también un kit de higiene, prendas de vestir y asistencia médica y psicológica. “La mitad de los refugiados llegan con algún problema de salud. Muchos de ellos también sufren problemas psicológicos”, explica Pierre Ramel, el coordinador en la región parisina de Médecins du Monde, la organización encargada de la asistencia sanitaria.
Todos los que quieren quedarse en la residencia de la Chapelle están obligados a ir a la prefectura y registrar allí sus huellas dactilares
“La gente está muy contenta de poder estar en el centro. Pero la vida que uno tiene allí no es la mejor. Es simplemente una vida normal”, asegura Mohamed Amazay, 22 años. Tras haber pasado dos meses malviviendo en las calles de París, este joven afgano consiguió entrar en la residencia de la Chapelle hace tres días. Ahora ya ha dado sus primeros pasos para pedir el asilo en Francia: “Ayer fui a la prefectura para dar mis huellas dactilares y hacer mi petición”. Durante su tiempo libre, sale a pasear por las calles del norte de París o se aproxima a la entrada donde charla con algunos de sus compatriotas que aún no han conseguido acceder al interior.
“El centro es demasiado pequeño”
En la cabecera de la cola frente a las puertas del centro, Issam Koulibaly, de 30 años, espera pacientemente su turno. Son las tres de la tarde, pero este emigrante marfileño guarda con tenacidad su plaza. “Estoy en la segunda posición y esta noche no voy a dormir porque mañana quiero ser alojado”, afirma.
Koulibaly estuvo desde principios de octubre en un campamento en la localidad de Vintimille, en la frontera francoitaliana, uno de los principales puntos de paso de los refugiados que llegan a la Europa continental a través de la ruta de Libia e Italia. Allí lo detuvieron hasta cuatro veces en su intento de alcanzar el país galo. Pero ahora hace un par de días que se encuentra en París y un amigo le ha aconsejado ir al centro de la Chapelle. “Me siento orgulloso porque estoy a punto de cumplir mi misión”, explica. Un objetivo que podría verse frustrado si la policía obliga a pasar la noche en otro lugar al casi centenar de refugiados que hacen cola frente a la entrada.
“La residencia de la Chapelle es demasiado pequeña, 400 personas es insuficiente”, critica Decourcelle de la Cimade. Este número de plazas limitado provoca que a veces no se respete la consigna de dejar entrar diariamente a 40 nuevos inmigrantes. “Hubo un día en el que sólo pudieron acceder diez”, afirma Ramel. La prefectura se encarga de determinar el número de entradas y lo hacen en función del número de plazas disponibles en los otros centros de acogida del resto de Francia. El Gobierno francés anunció en septiembre la creación de 12.000 nuevas plazas en los CAO para hacer frente al desmantelamiento del campo de Calais y a la llegada constante de refugiados. Pero no se han creado todas y algunos de estos lugares de acogida están al límite de su capacidad.
La gran dificultad para acceder al centro de la Chapelle provoca tensiones entre los inmigrantes y la policía. “Las fuerzas del orden han gaseado al menos en dos ocasiones y suele haber empujones e incluso algunos enfrentamientos entre los refugiados”, explica Marion Le Bloa, de la asociación Utopia 56, que ofrece comida y asiste a los que esperan a las puertas de la residencia.
Obligados a vivir como vagabundos
“Estoy cansado de intentar entrar en el campo de acogida”, afirma Fiasul Mohemed. Aunque lo ha probado en cinco ocasiones, este sudanés de apenas 19 años no ha conseguido acceder al centro. Tras haber huido de la violencia de la guerra civil en Darfur, lleva más de dos semanas durmiendo en la calle en París. Buena parte de este tiempo lo ha pasado en un campamento improvisado, que reunió a unos 250 inmigrantes en el Boulevard Wilson de Saint-Denis, a unos centenares de metros de la residencia de la Chapelle, “Ahora mi vida es más segura, pero me veo obligado a vivir como un vagabundo”, lamenta.
Además de la amenaza de extradición, los refugiados que viven en la calle en París también hacen frente a la represión policial
Después de haber pasado un mes en una tienda de campaña en el campamento Wilson, Zakir Hussain, de 27 años, afirma sentirse feliz en París, pero reconoce que tiene miedo de que lo deporten a Afganistán: “Me fui de allí por los atentados y las ejecuciones de los talibanes”. La Cimade y otras asociaciones como el Bureau d’accueil et d’accompagnement des migrants (BAAM) o el colectivo de la Chapelle Debout denuncian que el “centro Hidalgo” —como le llaman despectivamente— se trata en realidad de un “centro de selección de inmigrantes”. Todos los que quieren quedarse en la residencia de la Chapelle están obligados a ir a la prefectura y registrar allí sus huellas dactilares.
Para Decourcelle de la Cimade, “este procedimiento no tiene demasiado sentido, porque los demandantes de asilo ya están obligados a registrarse, una vez hacen su petición”. Estas asociaciones consideran que la única función de este trámite es separar a los que no están registrados en ningún país de la UE de los que ya lo habían sido, los famosos “dublineses”, que de acuerdo con la convención de Dublín deben ser enviados al primer país europeo al que llegaron.
Más de 30 campamentos desmantelados en un año
De hecho, el 20% de los refugiados que llegan en la región parisina han sido registrados en otros países, según la Cimade. “He visto a varias personas que han salido del centro con los papeles para ser reenviados a otro país de la UE”, explica Le Bloa de Utopia 56. Sin embargo, las extradiciones no resultan demasiado numerosas. Según la Dirección General de los Extranjeros en Francia, la administración francesa inició 11.698 procedimientos de reenvió, pero sólo se ejecutaron 605 entre enero y julio de este año.
“La mayoría de los dublineses son enviados a los centros de urgencia, pero allí no están obligados a quedarse y también pueden presentar un recurso”, explica Decourcelle, quien considera que el sistema de extradición de los dublineses “es absurdo, ya que para respetar su lógica habría que encerrarlos en los centros de detención administrativa (los CIE franceses), pero estos se encuentran casi completos”.
Desde junio de 2015, la policía ha desmantelado más de 30 campos de inmigrantes, según informa el diario Libération
Además de la amenaza de extradición, los refugiados que viven en la calle en París también hacen frente a la represión policial. El 16 de diciembre la policía llevó a cabo el desmantelamiento del Boulevard Wilson. “Algunos de sus antiguos residentes están durmiendo en una fábrica abandonada en el norte de París”, reconoce Le Bloa. Durante estos últimos años, los campamentos improvisados no han dejado de sucederse en París. Desde junio de 2015, la policía ha desmantelado más de 30 campos de inmigrantes, según informa el diario Libération. El más numeroso de ellos se conformó en los alrededores de la parada del metro de Stalingrad, en el norte de París, donde a principios de noviembre llegaron a reunirse cerca de 4.000 personas.
“Hay un gran número de refugiados que están llegando a París, pero esto no justifica la ausencia de lugares de acogida”, critica Decourcelle. Cerca de 90.000 demandantes de asilo llegarán a Francia durante este año, según los datos de la Oficina francesa de protección de los refugiados y apátridas (OFPRA). Una cifra récord para este país, aunque sólo un 13% más que el año pasado y muy alejada de las más de 441.000 peticiones de asilo que se registraron en Alemania en 2015.
Para hacer frente a la llegada creciente de inmigrantes, “el centro de la Chapelle incrementará hasta 50 las personas que acceden cada día a su interior y abrirá sus puertas de lunes a domingo (hasta ahora sólo lo hace durante los días laborables). Un nuevo centro destinado a mujeres y menores será inaugurado a principios del año que viene en la región parisina. Y otra residencia para hombres solos debería abrirse en 2017, aunque se desconoce la fecha exacta. Todas estas infraestructuras pretenden hacer de París una verdadera ciudad refugio, donde los inmigrantes no tengan que dormir en la calle.
Son las siete de la mañana en París. Cerca de un centenar de refugiados, afganos y sudaneses la mayoría de ellos, se encuentran frente al nuevo centro de acogida de inmigrantes de la Chapelle, situado en el norte de la capital francesa. Delimitados por vallas y vigilados por una docena de policías, esperan...
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