Jazz
Howlin’ Wolf. El lobo aullador
Ayax Merino 11/01/2017
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
________________
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos tu ayuda para convertir el local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Donación libre:
________________
Érase una vez Howlin’ Wolf, un lobo llamado Chester Arthur Burnett. Nadie sabe bien por qué le pusieron ese nombre, el mismo del vigesimoprimer presidente de los EE.UU. Pero el hecho es que le bautizaron así.
Chester, Howlin´Wolf, nació en una plantación de Mississippi hace mucho tiempo, más de cien años, en una manada mal avenida. Así que su padre, en cuanto su madre la loba lo destetó, buscó nuevos aires que respirar, horizontes nuevos que contemplar a la luz de la luna, nuevas tierras que hollar, cazaderos nuevos.
El lobezno, Chester, creció y se convirtió en un cachorro fuerte y sano. Pero no se encontraba a gusto allí. Su madre, la loba, no cesaba de zaherirle, gruñía sin parar, siempre regañona. Y un mal día lo expulsó de la manada y a Chester no le quedó más remedio que buscar cobijo junto a un tío que cerca de allí vivía. Pero el lobo su tío, ¿tienen tíos los lobos?, gruñía aún más que su madre y, no contento con enseñarle los dientes, le zamarreaba a cada paso, a puras dentelladas le hacía rodar por el suelo a trompicones. Harto Chester, mozo ya, decidió abandonar cubil tan ingrato y salió a descubrir el mundo.
Anduvo y anduvo Chester, joven intrépido. Recorrió valles desconocidos, marjales que jamás antes había visto, altos collados, bosques frondosos. Y anduvo y anduvo Chester, chavea valiente. Y una buena atardecida escuchó cercano un aullido familiar que sus oídos reconocieron de inmediato. Corrió sin tregua desalado hasta toparse con un lobo que sobre una peña despedía a la tarde que moría. Aquel era su padre. Y fue Chester, Howlin’ Wolf, admitido en la manada que su padre había fundado.
Encontró el lobo a una loba y se emparejó con ella, fiel amante. Y siguió con lo suyo, cantar
Años felices aquellos. Lobos asentados sobre la tierra, aunque lobos como hombres vivían, campesinos eran que labraban los campos y de su fruto comían. Chester, Howlin´Wolf, araba y sembraba y, llegado el momento, junto a sus parientes la cosecha recogía. Pero no le bastaba. No, no, no le bastaba. Algo bullía en su interior. El blues, el blues le bullía en los adentros. Aquí y allá, en un pueblo y otro, por toda la región el lobo cantaba su tristeza y su ira, su regocijo y su alegría, las desventuras de la vida, el amor esquivo de una hembra que se fue dejándole deshechas las entrañas, qué pena tan honda.
Los años pasaron y Chester, con los años, se convirtió en un lobo enorme, un lobo inmenso, descomunal, el mayor lobo de los contornos. Cuidado con este lobo, hermanos, que no admite desaires de nadie. Manso con los humildes y fiero con los soberbios. No le busquéis las cosquillas a este lobo, aunque apacible y dócil se muestre, pues si despertáis su furia lo pagaréis con creces. Cuentan que decía por ahí a quien quisiera escucharle que Sonny Boy Williamson, que era su cuñado, andaba buscando que lo mataran por bocazas. Cosas de cuñados, ya se sabe. Por suerte, se ve que Sonny Boy no echó en saco roto sus amenazas y supo esquivar el encontronazo. Salvó así el pellejo.
Un lobo que vivía en paz. Cantando y sembrando. Años y años. Una cosecha y otra y otra más. No le iba mal a Chester. Pero algo le reconcomía el alma. Ansias de libertad, quizás. O deseos de ver mundo. Quién lo sabe. Y un día, un día cualquiera, un día en nada distinto a los anteriores, le dio un arrebato, metió las maletas, la guitarra y la armónica en el coche y arrancó rumbo al norte, la cartera repleta de billetes, cerca de cuatro mil dólares, un buen pellizco.
Chicago. La meca del blues. No tardó Howlin´Wolf en conquistar la ciudad, rendida a su música. No tocaba muy bien la guitarra, es verdad. Ni tampoco la armónica, cierto es. El arma del lobo era otra, su voz, esa voz incomparable. El lobo, como buen lobo, aúlla. Canta el lobo por la noche, toda la noche, toda la larga noche, all night long. Un blues detrás de otro, hasta la amanecida.
Y así año tras año. Encontró el lobo a una loba y se emparejó con ella, fiel amante. Y siguió con lo suyo, cantar. El blues, que le bullía en los adentros. Años y años.
Se deja caer entonces Howlin’ Wolf en la silla, la mirada triste de perro apaleado
Y con los años, los achaques. Descaecido, pierde con la vejez los bríos. Es el sino de todo mortal. Doliente, enfermo, el lobo caduco. El corazón le falla. Y sufre un accidente de automóvil que le deja baldado. Pero el lobo, machacado, hecho trizas, no se rinde. Y sigue cantando. Se yergue, grande y alto como es, aunque cascado, y entona un blues que hiela la sangre. Y Eddie Shaw le arrebata el micrófono, ya lobo, ya es bastante, tienes que cuidarte. Se deja caer entonces Howlin’ Wolf en la silla, la mirada triste de perro apaleado. Pero al cabo, indómito lobo, se levanta de nuevo y con desesperación canta un hermoso blues, pese a quien pese y caiga quien caiga. Sólo la muerte puede impedirle sacar de los tuétanos el blues que le mana.
Y la muerte llegó. El 10 de enero de 1976 Howlin´Wolf dejó de aullar para siempre. Y, sin embargo, muchas noches me siento y oigo el aullido del lobo.
________________
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos tu ayuda para convertir el local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Donación libre:...
Autor >
Ayax Merino
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí