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Demasiados temas y demasiadas cuestiones se amontonan en este debate. Lo fundamental en él, lo que en primer lugar hay que aclarar si queremos discutir con sentido todos esos temas y cuestiones, es de qué hablamos cuando hablamos de socialismo.
Dejaré aparte otras cuestiones que se han planteado a lo largo del debate, cuestiones urgentes, que será indispensable tratar también. Las experiencias históricas de socialismo y las lecciones que debemos extraer de ellas; el análisis del capitalismo actual y de los cambios que se han consolidado en él con la crisis; y sobre todo la cuestión política práctica: cómo puede articularse hoy la alternativa socialista; cuál es la estrategia adecuada para alcanzar el objetivo y las condiciones en que es posible; cuáles serían las etapas, los instrumentos y los métodos, la organización; cuáles son las tareas en la etapa actual…; en suma, todo lo relacionado con el cómo llegar al socialismo. Aquí solo discutiré lo que diferencia esencialmente al socialismo de cualquier forma de capitalismo, porque es indispensable para avanzar en la dirección correcta. Para llegar a algún sitio es imprescindible tener idea clara de a dónde se va, a dónde se quiere ir. Si no se sabe a dónde se va, o se tiene de ello una idea equivocada, nunca se podrá llegar. El camino, desde luego, es esencial, pero es otro debate. En esta intervención no intentaré responder a la pregunta ¿qué hacer?, no porque no sea cuestión esencial, sino porque es otra cuestión, que requiere otro debate.
[Como no quiero hacer un monólogo, sino intervenir dialógicamente en el debate, lo haré, en las líneas que siguen, utilizando, tanto en lo que suscribo como en lo que discrepo, palabras e ideas de quienes han intervenido hasta ahora… Para ello, entrecomillaré las palabras de otros e indicaré entre paréntesis las iniciales del autor.]
El socialismo, alternativa al capitalismo
Lo que el socialismo es (y ha sido siempre, desde sus primeros balbuceos históricos) es una alternativa al capitalismo: otra sociedad, un sistema alternativo, una lógica social y económica distinta a la de la sociedad capitalista…; más precisamente –como diría Marx- una alternativa al modo capitalista de producción. “La tarea fundamental es… formular una alternativa socialista”, “un sistema socioeconómico alternativo” (CT). El socialismo es “cuestionamiento del sistema capitalista” (JB).
La desigualdad y la explotación son consustanciales al sistema capitalista. El objetivo de ‘civilizar el capitalismo’ con una mayor regulación, o ‘domarle’ con un mayor control, es tan engañoso como el de ‘reformar el capitalismo’ que al principio de la crisis proclamaron como consigna los líderes políticos mundiales…, para someterse luego a los intereses y dictados más egoístas y salvajes del capitalismo financiero. “Intentar ‘domesticar’ o ‘humanizar’ el capitalismo es una batalla perdida de antemano; combatirlo y abatirlo es precisamente el objetivo primero del proyecto socialista” (MG): no hay una alternativa socialista que no sea anticapitalista. Por eso, es necesario traer “de nuevo al primer plano el viejo dilema: ‘Socialismo o barbarie’” (JB).
[El populismo de derechas –como el fascismo hace un siglo- es, precisamente, un simulacro de alternativa que prospera ante la falta de una verdadera alternativa al sistema, cuyo efecto es ayudar al sistema a superar una crisis sistémica...]
La ausencia del socialismo
Hoy, sin embargo, “la palabra ‘socialismo’ está ausente del debate político” (BE). El gran éxito del capitalismo ha sido devaluar, neutralizar, inhibir, borrar la idea del socialismo como alternativa, incluso “erradicar el término” (JB), y correlativamente, imponer la aceptación del sistema socioeconómico capitalista como el único posible. Lograr que nadie se atreva hoy a reivindicar “la idea de la construcción de una sociedad socialista” (MD). Es “la incapacidad de pensar más allá del capitalismo”, la idea de que “todo es posible, menos superar el capitalismo” (BF). “La sociedad occidental actual vive atrapada en el paradigma capitalista, de modo que incluso los antiguos partidos socialdemócratas se han reconvertido en social-liberales, incapaces de concebir una sociedad al margen del capitalismo” (AB).
En la perspectiva histórica, se ha logrado imponer en las conciencias el mensaje de que ‘el socialismo ha fracasado’; y, en la perspectiva del futuro, la idea de que el socialismo (entendido en sentido estricto, como sistema socialista) es imposible hoy, por “los cambios experimentados en la economía”, por “la globalización” (JAM). Por el contrario, partimos de la hipótesis de que “es factible técnicamente… y posible políticamente…”; que “sí hay alternativa, y se llama socialismo” (CT, p9, 13).
Hoy vivimos bajo la hegemonía ideológica del individualismo insolidario (BE) que ha logrado desalojar de las conciencias cualquier aspiración comunitaria. Tenemos que recuperar la crítica al sistema capitalista y los conceptos que nos permitan entender la situación actual e intervenir eficazmente en ella para cambiar el sistema.
Para neutralizar la idea socialista, complementando a la pura descalificación, se ha tratado de reducirla, o bien a mero reformismo del sistema, capitalismo caritativo, o bien a mera aspiración ética, propuesta ideológica de una mayor igualdad. Se trata, en suma, si no se logra erradicar del todo la palabra ‘socialismo’ (o ‘socialdemocracia’), de vaciarla de contenido.
Por otra parte, el uso actual de ‘socialdemocracia’ en lugar de ‘socialismo’ no es inocente ni carece de consecuencias. ‘Socialdemocracia’ podría ser sinónimo de ‘socialismo’ –como lo fue históricamente-, un sinónimo para enfatizar la componente democrática esencial del socialismo. Pero no se usa así, sino para contradistinguirse del ‘socialismo’, para eliminar lo que era esencial en el socialismo histórico: la construcción de una sociedad socialista, la implantación de un sistema socialista en lugar del sistema capitalista. Llamándolo ‘socialdemocracia’ se pretende mutilar de su anticapitalismo al socialismo.
En la teoría, era necesario desahuciar a Marx, darle por liquidado y enterrarlo; en la práctica, destruir a los partidos comunistas y reorientar a los partidos socialistas en una dirección que no pusiera en cuestión el sistema. Con perspectiva histórica, hay que interpretar la ‘Tercera Vía’ de los partidos socialdemócratas como dominación de la ideología neoliberal (BE).
El socialismo no se reduce a “una gestión diferente de los marcos actualmente existentes, percibiéndolos como inamovibles y eternos” (BF), consiste en cambiar los marcos. Y para ello no basta con gobernar el Estado, acceder al poder político: eso es solo el medio (indispensable, pero insuficiente) para cambiar los marcos. Cuando decimos que el socialismo aspira a ‘cambiar el mundo’, no queremos decir solo que aspira a ‘hacerlo mejor’ (PC)…
Volvamos a la cuestión inicial: de qué hablamos cuando hablamos de socialismo. Y para responder a esta cuestión no basta con decir qué resultados –igualdad, justicia distributiva, bienestar...- habría de producir el socialismo; ni tampoco qué características políticas –soberanía popular, democracia participativa, control por la base social...- o ideológicas –solidaridad, valores...- habría de tener. Porque nada de eso, por sí solo, define al socialismo como alternativa. ¡Qué duda cabe de que el socialismo –la ideología socialista y la sociedad que el socialismo quiere implantar- es todo eso! Pero definiéndolo como si una de esas propuestas constituyeran su esencia, se confunde ideológicamente y se extravía políticamente. Y por eso hay que rechazar las concepciones que identifican la esencia del socialismo con una de ellas.
Concepciones ideologicas del socialismo
Sin duda el socialismo histórico supuso “una formulación de valores” distinta (BE) frente a los valores dominantes en la sociedad capitalista. Pero la concepción de la revolución socialista como revolución moral, de las conciencias, como cambio de valores con un sentido distinto de la vida, es insuficiente y equívoca. La lucha ideológica es un componente indispensable, pero no autónomo, de la lucha por el socialismo. La hegemonía ideológica neoliberal va inseparablemente unida a una sociedad cuyas prácticas sociopolíticas y económicas están gobernadas por el neoliberalismo. Ni basta –ni es posible- cambiar las conciencias sin cambiar las prácticas.
La cuestión de la ‘centralidad del individuo’, ‘colocar al individuo en el centro [del] proyecto histórico [emancipador]”, que plantea PC, es confusa, porque la propia noción de ‘individuo’ lo es. ‘Individuo’ es una noción ideológica que no se reduce a ‘ser humano’, sino que enfatiza una condición monádica que es a la que reduce al ser humano la ideología propia de un determinado sistema social, contra una condición comunitaria, solidaria. Por eso es confusa y contradictoria la idea de un ‘socialismo del individuo’.
Vale la identificación del socialismo con la democracia –que se hace en muchas intervenciones-, pero solo si se asume una concepción de la democracia que va mucho más allá del ámbito restringido que tiene el concepto en nuestra sociedad, para referirse a “la soberanía del pueblo para decidir sobre [todos] los asuntos comunes, entre los que se encuentran, como es obvio, los relativos a la producción, la distribución y el consumo de bienes para satisfacer las necesidades humanas” (MR).
Lo mismo sucede con la identificación de ‘socialismo’ con ‘igualdad’, con “la primacía del valor igualdad” (JF). Lo característico del socialismo no es la igualdad política, valor que –como el de la libertad- le precede y presupone. Pero tampoco la igualdad económica. La lucha contra la desigualdad es, desde luego, una parte esencial del proceso de lucha por el socialismo, y un resultado irrenunciable en la sociedad que el socialismo quiere construir. Pero el socialismo no es una “estrategia para ganar igualdad” (JH), ni su objetivo estratégico es la redistribución de rentas y la redistribución de la riqueza. El socialismo no es una cuestión de ‘redistribución’, aunque, desde luego, conlleve redistribución de rentas y de riquezas. Ese objetivo, por sí solo, será siempre o insuficiente o imposible sin cambio sistémico, si no resulta de una ‘democratización de la economía’, en el sentido más fuerte de “recuperar la decisión colectiva y compartida sobre la economía” (JH).
También es muy equívoca la identificación del socialismo con el ‘estado de bienestar’ (BE). Desde luego, la sociedad socialista ha de ser un ‘estado de bienestar’, pero eso no es lo que la define esencialmente frente a las sociedades capitalistas. Que “el socialismo son patatas”, es decir, que ha de ser un sistema económico que garantice condiciones de vida dignas a todos (BE), es obvio, como condición necesaria. Pero como objetivo político es algo que proclaman hoy todos, desde la derecha a la izquierda, sin que signifique nada.
Como no significa nada tampoco la identificación del socialismo con el ‘binomio ‘justicia social y democracia’, como expresión sintética de los principios y valores que representaría, porque no hay nadie en el escenario político actual que no suscriba semejante objetivo.
Concepciones economicistas del socialismo
En el plano económico se dice frecuentemente que el socialismo ha de ser la integración de Estado y mercado “como elementos complementarios” (BE). Pero no es posible realmente tal ‘complementariedad’. En el sistema capitalista, el mercado –no el imaginario mercado regulador de la oferta y la demanda de mercancías de la ideología económica liberal, sino el de los movimientos, reales y especulativos, de los capitales en busca de su máxima valorización- es siempre lo determinante en última instancia. En el sistema socialista, el papel del mercado solo puede ser el del mecanismo de ajuste final de la distribución del producto social; no es ‘complementario’, sino subsidiario. Una versión alternativa a la de la ‘complementariedad’ es la del supuesto ‘socialismo de mercado’, que con razón se califica de “oxímoron sin remedio” (MR).
También en ese plano de lo económico se habla de una construcción ‘molecular’ del socialismo bajo el capitalismo (IM). Equívoca propuesta y de dudoso significado. Como estrategia puede ser válida; no como ideología, como concepción del socialismo, porque se funda en la engañosa idea de que es posible ‘coger lo bueno de los dos sistemas’, una idea que, en la práctica, no significa nada más que mantener en esencia el sistema dominante y renunciar a cambiarlo radicalmente. Pero “el socialismo será anticapitalista o no será” (MR).
Por último, se propone la ‘propiedad de las empresas’ como clave del socialismo, ‘sinónimo de socialismo’ (BE, JAM), entendiendo la ‘democratización de la economía’ como ‘democratización de la propiedad de la empresa’ o ‘democratización del gobierno corporativo’. Pero mientras la ‘empresa’–con independencia de quien sea su propietario, individual, privado colectivo, cooperativo, público o estatal- siga sometida al marco económico del sistema capitalista seguirá funcionando como una empresa capitalista, por muy democratizada que esté su propiedad, y ello, sobre todo, porque no podrá funcionar eficazmente de otra forma… La ‘toma de decisiones democrática’ sobre la economía que caracteriza al socialismo no puede producirse (ni solo ni prioritariamente) al nivel de la empresa, sino al nivel de la sociedad, en todos sus ámbitos (de la comunidad local al Estado). [Por otra parte, ¿qué sentido tiene este planteamiento en un mundo en el que las empresas han dejado de ser propiedad de quienes las dirigen y gestionan, para serlo cada vez en mayor grado de capitales financieros puros...?]
De qué hablamos, en fin, cuando hablamos de socialismo...
En el discurso socialista histórico siempre ha ocupado un lugar central la idea de ‘emancipación’, del socialismo como ‘proyecto emancipador’ (EGM)… Sin duda, pero ¿de qué emancipa la emancipación socialista? ¿De todo ‘poder despótico’? Pero ¿en qué consiste y dónde está la clave del ‘poder despótico’? En la explotación: la explotación del hombre por el hombre es aquello de lo que el socialismo ha buscado emancipar. El capitalista es el sistema de la explotación de una mayoría por una minoría que posee el control de los recursos económicos clave, a través del trabajo asalariado y de la primacía del interés individual y el beneficio privado.
Frente al sistema capitalista, como alternativa sistémica, el socialismo es la primacía de la política sobre la economía, la planificación democrática de los objetivos de la producción social, para garantizar una atención a las necesidades de la población que haga posible la realización plena de todos y un desarrollo ecológicamente equilibrado; supone la asignación por la sociedad de los recursos adecuados a ello y la fijación colectiva de los principios y criterios del uso del común y del reparto del producto social. Ello requiere sin duda una “redistribución radical del poder” y ha de conllevar la eliminación progresiva de “todas las formas sociales y estructurales de poder despótico” (EGM).
Que tal alternativa no esté, ni mucho menos, al alcance de la mano; que las dificultades sean enormes y el resultado incierto; que solo a través de etapas y de luchas concretas de muy diversa naturaleza se pueda ir avanzando… Todo ello es cierto, pero tan cierto como ello es que si no concebimos el socialismo como una alternativa sistémica al capitalismo, marcharemos –como las ‘terceras vías’- en la dirección contraria.
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José Luis de Zárraga. Sociólogo.
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Autor >
José Luis de Zárraga
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