Crónica Judicial
El empresario populista y los limones de la Gürtel
El acusado Ángel Sanchís Perales metió en el proceso una raza de empresario español que parecía haber quedado fuera del circo gürteliano: el hombre de negocios populista, el millonario bienhumorado, el perfecto cosmopolita campechano
Esteban Ordóñez San Fernando de Henares , 19/01/2017
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El protagonismo de Luis Bárcenas siguió reverberando al día siguiente de finalizar su declaración. De hecho, antes de arrancar la sesión, entró en la sala tan enfilado que se pensó que iba a colocarse de nuevo ante el tribunal para seguir hablando. Se mascó el pánico… El juicio se desarrolla con unos códigos inamovibles: que las sesiones parezcan réplicas unas de otras garantiza algo de justicia, al menos se iguala a todo el mundo en las formas del proceso. Pero a veces nos quema a todos la sospecha de vivir condenados dentro de un bucle temporal. Afortunadamente, Bárcenas, al final, se sentó al lado de su mujer y a Jesús Merino, exdiputado del PP por Segovia y exconsejero de Fomento, se le leyeron sus derechos. Sin embargo, la sombra de la estrella con patillas iba a sobrevolar toda la vista.
Jesús Merino jugó con una goma entre los dedos para sacarse el tembleque del cuerpo en los primeros minutos del interrogatorio, pero se rindió rápido y retuvo una mano con otra. Le piden tres años y nueve meses de cárcel. Tiene un lejano parecido con Octavio Paz, aunque sin los ojos ardidos de aquel. La fiscalía le acusa de haber mediado para adjudicar contratos en Castilla y León a las empresas de la trama Gürtel.
Jesús Merino jugó con una goma entre los dedos para sacarse el tembleque del cuerpo en los primeros minutos del interrogatorio
Debido al frío del vestíbulo, entramos en la sala antes de que jueces y acusaciones se sentaran. Apareció la fiscala Concepción Sabadell sin toga: camisa blanca, pantalones beis de cintura alta. Parecía más liviana. El sayo negro que utilizan las partes recuerda que el poder siempre viste de uniforme porque su primer objetivo es convencer de su fuerza más allá de lo humano, más allá de la capacidad neuronal o muscular de un solo individuo. Y, sobre todo, el reto es fingir que hay una fuerza superior (la Justicia, el Orden) en la que las sensibilidades propias no intervienen.
A Merino le dolían las disquisiciones de la fiscala con toga. En el caso de determinados acusados, para los que las pruebas de su implicación en los delitos son sutiles, una postura emocional estratégica ayuda a insuflarse unos cuantos gramos de credibilidad. El procesado negó su vinculación con las empresas del entramado más allá del hecho de que coincidía en una cafetería con los jefazos en la calle Serrano porque sus despachos se ubicaban a unos pocos portales de distancia. Sin embargo, un borrador de concurso evidenció que la relación iba más allá de compartir tacitas de algún café carísimo.
El interrogatorio recordó que Pablo Crespo, número dos de Correa y antiguo compañero de partido, contaba con una copia del borrador de un concurso público para una campaña de promoción de la mujer antes de que se convocara oficialmente. Merino se justificó diciendo que el documento resultaba sencillo de conseguir y que todos los años se publicaban concursos semejantes; o sea, que se trataría de información pasada que, simplemente, le serviría a Crespo de referencia. Aquello coló en principio. El copia pega burocrático no es algo que cuente con un amplio rechazo entre el funcionariado español. No obstante, cuando Sabadell comparó el borrador cedido a Crespo y la convocatoria final, el argumento del exdiputado del PP se desmoronó. Eran calcos, apenas existía algún cambio en la redacción y, sobre todo, se repetía hasta la fecha y la cláusula presupuestaria. “Luego el concurso se declaró desierto”, se excusó él, confundido.
Cuando Sabadell comparó el borrador cedido a Crespo y la convocatoria final, el argumento del exdiputado del PP se desmoronó. Eran calcos, apenas existía algún cambio en la redacción
Afirmó que “en absoluto” ejerció de mamporrero entre la trama y las administraciones y negó haberse embolsado dinero de la caja de Paco Correa, a pesar de que éste le había atribuido las cantidades que figuraban en sus archivos dirigidas a ‘J. M.’. La fiscal indagó en el supuesto reparto de la tarta de las elecciones de 2003 con Jesús Sepúlveda, Luis Bárcenas y Ricardo Galeote. “No he recibido 13.200 euros de una campaña con la que, además, no tuve relación”, clamó.
“No sé de qué coño me van a preguntar”, bromeó Ángel Sanchís Perales en el receso previo a su declaración. Antiguo tesorero de Alianza Popular, amigo de Manuel Fraga con el que almorzaba “una vez al mes” en su casa hasta que murió, enchufador de Bárcenas en el partido, exbanquero, patriarca de la Moraleja argentina, que es, dijo, la mayor empresa productora de limones del mundo. El casi octogenario se sentó ante el tribunal y se lio a vocear y a gesticular: “No sé lo que es ir a una discoteca, no he tenido juventud; he dedicado 12 horas a trabajar todos los días”. Se mostró orgulloso de su obra y de su progenie: “¡Yo soy bisabuelo ya!”, gritó, y Concepción Sabadell pidió perdón y apartó el micrófono para ahogar un ataque de risa. Pablo Crespo se giró, descojonado, y miró al también acusado Ángel Sanchís (hijo), un tipo enjuto, frecuentemente quieto, al que debajo de su barba torrencial se le intuye una cara de niño sin destetar.
A Sanchís (padre) se le piden ocho años de encierro por haber ayudado a Luis Bárcenas a ocultar su dinero después de que saltara la liebre de la investigación de la Gürtel. No niega el trasvase de pasta, pero le atribuye otros motivos: “Yo estaba buscando tres millones de dólares para mi empresa Brixco, que necesitaba financiación, y él me los ofreció”. Bárcenas le firmó una autorización para que acudiera a Suiza a ver sus cuentas: “Si hubiera tenido la más mínima traza de ilicitud, no me lo habrían transferido”, dijo como garantía de que no eran unos fondos contaminados. Sea como sea, tres millones de los depósitos del exsenador investigado se fugaron hacia sus empresas. Sanchís no había visitado solo las sucursales helvéticas, fue junto a Iván Yáñez, presunto testaferro de Bárcenas. La compañía de Yáñez fue “una casualidad” en un punto del interrogatorio, y en otro, una circunstancia de la que se le informó el día anterior. Sabadell se extrañó de que no se cerciorara de si el dinero de Bárcenas era opaco: “Sería una falta de educación ir preguntando a tus amigos si han hecho la declaración de la renta”, ironizó y añadió que ir a Suiza, en realidad, no era más que “una excusa como otra cualquiera para ir a comer a un buen restaurante”.
Sanchís Perales se tomó a guasa la historia de los tres millones, ¿qué son tres millones cuando el capital circulante de su Moraleja suele rondar los 60? El acusado, felizmente huido de la política, que no le causó más que disgustos, metió en el proceso una raza de empresario español que parecía haber quedado fuera del circo gürteliano: el hombre de negocios populista, el millonario bienhumorado, que te arma una descripción detallista del procesamiento de los limones como si no consiguiera reprimir su pasión por los cítricos. Ángel Sanchís es el perfecto cosmopolita campechano. Cada día de juicio que transcurre deja más claro que este proceso es un retablo exacto del país.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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