Tribuna
Euroescepticismo, izquierda y neofascismo: retos urgentes
O la izquierda construye un proyecto de ruptura contra la UE-euro alrededor de un movimiento popular, o quien atraerá a las futuras mayorías sociales será el neofascismo
Albert Noguera 25/01/2017
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En junio de 2016 se publicó el estudio Euroskepticism Beyond Brexit que ponía de manifiesto que el euroescepticismo va en aumento en toda Europa. De hecho, las dos veces que se ha consultado a los ciudadanos su posición sobre la UE, en los referéndums de Grecia en 2015 y de Gran Bretaña en 2016, el euroescepticismo ha ganado ¿Cuál es la causa de esta pérdida de legitimidad de la UE entre los ciudadanos de los Estados miembros? Uno de los motivos es, seguramente, la fuente de legitimación o de identificación ciudadanos--UE sobre la que se ha construido el proceso de integración europea durante las últimas décadas.
Ya desde sus inicios la cuestión de qué tipo de identificación ciudadanos--UE o legitimidad debía convertirse en el fundamento del proceso de integración europea fue una cuestión internamente muy discutida donde se enfrentaron dos posiciones. Una primera posición democraticista, defensora de lo que se llamó la “legitimidad de origen”, sostenía que el proceso de integración debía construirse sobre los dos elementos tradicionales de legitimidad que rigen en los Estados constitucionales: la representación democrática y la garantía de derechos. La segunda posición economicista, por el contrario, defendía lo que se llamó una “legitimidad de ejercicio”. En este sentido, esta última entendía que un sistema institucional debe legitimarse por sus resultados, su eficacia y capacidad de generar crecimiento y no por sus atributos más o menos democráticos y/o garantistas.
La segunda posición es la que acabó imponiéndose. La identificación ciudadanos--UE o legitimidad de la UE se dio durante años porque, en la coyuntura de tímido crecimiento económico, e incluso social, de la década de los noventa y de los primeros años del dos mil, los ciudadanos hacían una falsa asociación entre la UE y el mercado común con la eficacia y crecimiento económico, lo que era visto por la mayoría de ellos como una cualidad del sistema. Incluso parecía que, siguiendo el clásico razonamiento de Huntington, se aceptaba mayoritariamente que demasiada democracia tendería incluso a perjudicar la efectividad del sistema.
Los ciudadanos hacían una falsa asociación entre la UE y el mercado común con la eficacia y crecimiento económico, lo que era visto como una cualidad del sistema
Ello duró hasta el crack de 2007-2008, momento en que se produce el derrumbe del sistema. Si la fuente de legitimación de la UE hubiera sido una “legitimidad de origen” fundamentada en los mecanismos democráticos de toma de decisiones y la garantía de derechos, la manera de afrontar la crisis habría sido otra y el desgaste de la misma sobre la identificación ciudadanos-UE mucho menor. No obstante, el hecho de que la fuente de identificación ciudadanos--UE se hubiera construido sobre una “legitimidad de ejercicio” provocó que la pérdida de eficacia del sistema y de su capacidad para crear crecimiento y bienestar haya ido de la mano de un desmoronamiento de su legitimidad. Ello explica el crecimiento, durante los últimos años, del euroescepticismo. Y teniendo en cuenta que lo único que el capitalismo actual y las instituciones europeas van a poder generar, a corto y medio plazo, es austeridad y precariedad, el euroescepticismo no va a hacer más que crecer en los próximos años.
En este contexto, ¿cuál es la estrategia política de la izquierda mayoritaria y la del neofascismo para intentar crear mayorías sociales a su favor? Cada uno de ellos adopta una estrategia diferente de enfrentamiento contra las actuales políticas de la UE y el euro. Estrategias distintas que se articulan a la vez, respectivamente, en formas de sujetos políticos distintos.
La izquierda mayoritaria ha optado por una estrategia de uso alternativo de las instituciones a través de la forma partido. Plantear abiertamente la ruptura con la UE y la salida del euro se ha convertido en un tema tabú en el discurso y práctica de la izquierda mayoritaria con presencia en las instituciones pues se cree que ello resta más que suma. Se opta, por el contrario, por intentar a través de la instrumentalización política de la legalidad, ya sea reformando viejas normas, aprobando nuevas normas o aprovechando todas las posibilidades técnicas que permite la ley, por adoptar políticas públicas en favor de las clases populares. El uso alternativo de las instituciones no implica, en consecuencia, ningún cuestionamiento estructural del binomio UE-euro sino simplemente su reproducción intentando valorizar, dentro de sus límites, aquellas partes de su interior que más favorecen a las clases populares. Para ello, la única forma posible de participar en el espacio institucional de la política, operar desde él y llevar a cabo reformas legislativas en su interior, es la del partido político. El espacio institucional es un espacio constitucionalmente reservado en régimen de monopolio a la forma partido.
Por el contrario, el neofascismo articula su estrategia política alrededor de un discurso de “ruptura nacional” con la UE y el euro. Concretamente, articulan su enfrentamiento contra la UE y el euro a partir de tres elementos: la beligerancia frontal contra la UE y el euro desde la defensa de la nación; el proteccionismo como nacionalismo económico enfrentado al libre mercado común; y el proteccionismo como filosofía social, esto es, no sólo como fenómeno económico sino también como generador de sentido de pertenencia a una comunidad de igualación en el “nosotros” y distanciamiento frente al “otro” del que deriva la expansión de la xenofobia y el racismo. A la vez, ello conjugado con la dura crítica a la partidocracia.
Plantear abiertamente la ruptura con la UE y la salida del euro se ha convertido en un tema tabú en el discurso y práctica de la izquierda mayoritaria
En consecuencia, mientras la izquierda sigue empeñada en construir reformismo y partido, el neofascismo construye ruptura (nacional) y antipartido.
Por un lado, no creo necesario entrar a justificar que el proyecto de ruptura nacional neofascista es por sí mismo falso e inaplicable. La opción de encarar una salida del euro desde el planteamiento nacional-proteccionista en un solo país sólo podría darse, hoy, en condiciones de fuerte autarquía y los países europeos, especialmente los del sur, no cumplen hoy ninguno de los requisitos que podrían permitir la existencia de un régimen proteccionista autárquico: no tienen recursos naturales ni materias primeras básicas, no tienen tampoco una industria nacional fuerte. La división europea territorial de la producción, fruto de la unión monetaria, ha llevado a la desindustrialización de los países de la periferia europea. Además, la potenciación de las barreras aduaneras ha ido históricamente acompañada de políticas coloniales e imperialistas y tampoco los países de Europa disponen hoy de colonias, ni de capacidad de iniciar una política colonial. Parece claro, entonces, que la ruptura nacional con la UE y/o el euro por vía de la estrategia nacional-proteccionista que plantea el neofascismo es, especialmente para los países del sur de Europa, económicamente inviable.
En un contexto de euroescepticismo el relato neofascista de ruptura con la UE tiene potencialidades de calar entre las masas populares
Pero, por el otro lado, también es cierto que en un contexto de euroescepticismo creciente y de crisis de la forma partido como agente de representación, el relato neofascista de ruptura nacional con la UE y/o el euro alrededor de un sujeto político social alternativo a la forma partido tiene potencialidades de calar entre las masas populares, y de hecho ya lo está haciendo en gran parte de los países europeos, en mucha mayor medida que la estrategia de uso alternativo de las instituciones de la izquierda partitocrática mayoritaria.
Ante ello, la izquierda tiene un reto urgente. O es capaz de generar un proyecto con un relato claro de ruptura contra la UE-euro y articularlo alrededor de un movimiento popular que sobrepase las estructuras de partido, o quien construirá las futuras mayorías sociales, en el inminente escenario de degeneración de la UE, creciente euroescepticismo y deslegitimación de la forma partido, será el neofascismo.
Nuestra propuesta de ruptura debe ser, por supuesto, opuesta a la del neofascismo. Frente a su “ruptura nacional” construida desde un relato externo a la persona, de exaltación de la nación y que apuesta por el repliegue nacional y el cierre de fronteras. La nuestra debe ser una “ruptura democrática” construida desde un relato conectado a las personas, a sus derechos y dignidad y que apueste por la conformación de nuevos espacios internacionalistas de coordinación, acogida e integración regional alternativos a la UE, al euro y a su lógica de primacía del mercado.
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Albert Noguera. Profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València.
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