En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Estamos desarrollando un proyecto para una publicación mensual en papel. ¿Nos ayudas a financiarlo?
Donación libre: |
Suscripción: |
Este trabajo es sencillo. Se trata de describir, básicamente, tres situaciones. Alguien quiere coger algo, y lo coge. Alguien quiere matar a alguien, y lo mata. La tercera es la época, un juego de espejos que impide ver, en su nitidez, las dos situaciones anteriores. Aún así me sorprendió sobremanera el encargo que nos hicieron. Ir a un país a verificar la existencia de una fosa común con más de 1000 cuerpos. Era importante constatar esa fosa. En aquel país se habían encontrado pocas, y con pocos cuerpos. No más de tres. Algo llamativo, pues en aquel país faltaba una generación. Alguien, en fin, quiso matar a a alguien. Y lo mató. A fondo. No sería tan fácil, no obstante, encontrar la fosa. La ocultaba la época. Época: una empresa vendía a otra, para la que trabajaba, esa fosa. Algo sencillo -ir a un sitio, verlo, volver-, no iba a serlo tanto, pues era también una compra-venta. Es decir, otro oficio sencillo, del que lo ignoraba todo.
La empresa vendedora, evidentemente, no quería decirnos donde estaba la fosa. Pretendía firmar un contrato. Y verificar la existencia de la fosa mediante fotos-satélite, que registrarían una alta concentración de fósforo en una zona determinada, cuyas coordenadas nos facilitarían tras la transacción. Era, por tanto, humo. Estuvimos mucho tiempo en el país, mientras nos daban largas. Poco a poco fuimos superando círculos. Finalmente, conseguimos reunirnos con una de las personas que había excavado la fosa. Era una persona alcoholizada. A lo largo de la reunión descubrimos que no sólo había excavado la fosa. La había llenado. Era uno de los asesinos. In vino veritas nos explicó que la fosa ya no existía. Sí, existió. Pero antes de una ley de punto final -más chapucera que la española, pero efectiva-, la habían vaciado los mismos que la llenaron. Como casi todas las fosas en todo el territorio. Salvo alguna de dos, tres personas. Posteriormente, durante varios días, habían quemado los cuerpos. Todos los cuerpos desaparecieron, menos la única parte del cuerpo que no desaparece con el fuego. El oficio de nuestro interlocutor era sencillo. Como el nuestro. Pero lo ignorábamos. Nos explicó, entonces, que los dientes no desaparecen con el fuego. Nos ofreció, a cambio de una suma, los dientes. Un saco repleto de dientes.
Salimos de la habitación sin mediar palabra. Uno de nosotros, que era de aquel país, lloraba. En ocasiones, en una cena, en un trayecto en tren, a las puertas de un colegio, nos observo. Si quieren cogernos algo, lo cogen. Si quieren matarnos, nos matan. Y tienen razón. Pueden hacerlo. Somos absolutamente frágiles. Lo más duro que tenemos son los dientes. Ignoro si lo que vi fue mi época, en su brutalidad, o una época anterior, en su brutalidad. La constante de todas las épocas es, me temo, que lo más duro que tenemos son los dientes.
Estamos desarrollando un proyecto para una publicación mensual en papel. ¿Nos ayudas a financiarlo?
Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí
Autor >
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Orgullosas
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
|