La Super Bowl catalana
Como quien va a misa, los fieles llegaron puntuales. Como quien ha vivido muchos inviernos, todos iban abrigados para afrontar el fuerte viento
Elise Gazengel Barcelona , 6/02/2017
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En la línea 1 del metro de Barcelona, un pintor – con el jersey manchado y un palo en la mano – se pregunta por qué tantos sesentones le siguen hoy al bajarse en Arc de Triomf. Él se va a trabajar y asegura que, una vez jubilado, “pocas cosas” le harán madrugar para salir a la calle un lunes a las 8 de la mañana.
Los que motivaron una concentración madrugona son tres otros sesentones: los ex - presidente catalán Artur Mas (61), -vice-presidenta Joana Ortega (57) y -consejera de Enseñanza Irene Rigau (65). Pero ellos no tenían elección, a las 9 les esperaban en la sala noble del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC).
Como quien va a misa, los fieles llegaron puntuales. Como quien ha vivido muchos inviernos, todos iban abrigados para afrontar el fuerte viento que soplaba en la ciudad condal. Y, como quien está acostumbrado a concentraciones independentistas, muchos habían reciclado sus banderas y pancartas para esperar en el Passeig Lluís Companys a los tres imputados.
El show matutino
Es una hora poco habitual para vivir tal show. Un speaker se encarga de avisar – a falta de motivar – al público de la llegada de Mas, Ortega y Rigau que prefirieron darse un baño de multitudes desde el Palau de la Generalitat hasta los juzgados. Un paseíto de nada (1,5 km) en un tiempo récord (más de una hora) debido a las muchas paradas para los fotógrafos.
La organización es impecable y milimetrada. Una Super Bowl catalana. Los jugadores se dejan fotografiar, bien alineados, en todos los puntos estratégicos del terreno. Para no perderse ninguna acción, las cámaras están colocadas hasta en la última línea, frente al tribunal. Con chalecos chillones, los voluntarios lanzan los cánticos que los más ultras gritan, mano en el corazón. Y para el menos acostumbrado, se vende merchandising en la entrada.
Yarda 25. Último cuarto. Quedan 180 metros y ya son las 9. Llega el momento más esperado. El dream team procesista pasa por debajo del Arc de Triomf. En los laterales: Cuixart y Sánchez, los defensas, seguidos por los mariscales de campo: Forcadell, Homs, Romeva, Junqueras, Comín. En medio, el actual capitán Puigdemont y los tres jugadores del día.
Van tarde pero, antes de entrar en el TSJC, Mas, Ortega y Rigau se suben a la última tarima para saludar a su público que encuentra una nueva juventud al verles. Estrellas del Procés satisfechas de ver a 40.000 personas aclamándoles, un lunes por la mañana, y decenas de cámaras peleando para tener el mejor cliché. Pero dentro, a los magistrados y fiscales no les gusta el espectáculo. Ya llevan casi media hora esperando y el retraso no parece hacerles gracia. Vuelta a la realidad: la Super Bowl catalana es más que publicidad y actuación millonaria.
Lo yayos se van de mani
Comienza lo serio. En el TSJC, las tres salas de prensa de unas veinte plazas cada una no bastan para los más de 300 periodistas acreditados. El juicio está a punto de comenzar y los redactores comentan la penosa conectividad del sitio. Una veintena de ellos, los más privilegiados, pueden entrar en la sala de vistas pero, eso sí, sin móvil ni twitter. Modernidad jurídica.
Fuera, el paseo se vacía. Los organizadores empiezan a temer lo peor. “Sólo vamos a desayunar algo por aquí, ya volvemos”, tranquilizan los desertores. Todos los bares de chinos que ocupan el barrio de Sant Martí están invadidos por abuelos con esteladas bebiendo cafés y cacaolat. Frente al tribunal, los más previsores tienen sus sillas plegables y bocadillos. Otros acaban de llegar: un accidente en la entrada de la ciudad ha impedido a varios de los 170 buses movilizados llegar a tiempo. “Al menos, estaremos en primera fila para la salida”, bromea un hombre mayor. Faltan aún tres horas para ello.
Suena la radio pública catalana. Retransmiten en directo la declaración de los “héroes de la patria” que se niegan a responder a las preguntas de la fiscalía y de la acusación popular. El paseo vuelve a llenarse, todos tienen el mismo perfil y discurso. “No me pierdo ni un evento para la independencia”, comenta Magda. Vino en bus desde Castellar del Vallès con su amiga Mercè, por 5 € por persona ida y vuelta. “Estaremos hasta la salida, el bus nos recogerá después”, explica.
La fase de digestión - o, tal vez, el hecho de que el público sea mayor - crea un ambiente bastante aburrido. Pero, de repente, algunos levantaron la mirada hacía el techo del tribunal: alguien estaba bajando las banderas española y europea, dejando únicamente la senyera tronando sobre la justicia. Suena la voz del expresident declarando por los altavoces. “Fuera, fuera, fuera la bandera española”, empezaron a entonar mientras los periodistas se iban corriendo hacia los organizadores para saber si era cosa de ellos.
Como era de esperar, la Super Bowl catalana no había contratado a Lady Gaga para colgarse del edificio: eran simplemente técnicos del TSJC cambiando una bandera española “hecha polvo” por el temporal y enredada a la europea. “Metáfora perfecta”, comentarán los organizadores. Timing perfecto del destino.
A misa catalana
Después de tres horas de escucha religiosa, el público tiene que volver a motivarse: los tres rebeldes sesentones acusados de desobediencia están a punto de salir. Los voluntarios con chalecos chillones agitan otra vez los brazos. Cuesta arrancar. Algunos ya estaban apalancados cuando se dieron cuenta. “¿Ya han acabado?”, preguntaron. Son las 12h30. Los de la primera fila sacan un papelito doblado de sus bolsillos. Podría ser la biblia de los procesistas: las letras de canciones como la L’Estaca de Lluís Llach o la de una nueva pidiendo referéndum con palabras en inglés. “Freedom” no es una palabra fácil de pronunciar para el yayo catalán.
La melodía y el tono de voz de la masa cantando con el librito en mano recuerdan a las misas más multitudinarias del año, que también se retransmiten en la tele. Todos girados hacia el altar donde saldrá en breves la trinidad catalana, manos en el corazón, creyentes en unas promesas divinas tantas veces rotas. Pero los pocos jóvenes – estudiantes o parados – consiguieron animar a la multitud dándole, en el último momento, un toque mani tradicional con eslogan corto y fácil: “no estáis solos”.
Último baño de masas para los tres imputados. Treinta minutos de apretones de manos y fotos. Los yayos también tiran de móvil y quieren su recuerdo. Mas, Rigau y Ortega se suben a la tarima. Esta vez, ya no hay speaker. Mas coge el micro: “no habrá discursos” avisa el expresident antes de hacer uno muy breve de agradecimiento. Lanzan los créditos. La gente tiene hambre y apaga la tele. En 15 minutos, el passeig está otra vez vacío, la nueva bandera española trona encima del TSJC y los turistas empiezan a aparecer. Mañana no habrá más público pero los imputados volverán cada día hasta el viernes. The show must go on.
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