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Podemos no es el 15M, ni Vistalegre una de aquellas plazas. Ni tienen por qué serlo. Pero todo está en los genes. Podemos apoyó sus pies sobre los hombros quincemayistas, que se demostraron fuertes y generosos. Es cierto que aquellos profesores supieron tocar bien las teclas necesarias para el paso a la institución, pero también lo es que habían heredado un bonito piano. Las herencias son para cuidarlas. Va para seis años de aquel 15M y vivimos, por primera vez en todo ese tiempo, una época de no-política que dura ya meses. En ese tiempo la iniciativa, al contrario que el miedo, ha cambiado de bando. Ahora el partido se juega por la derecha y la discusión no es ya qué hacer con los banqueros que saquearon el país, sino qué hacer con los tuiteros que bromean por encima de la ley. Tras un breve descuido, el marco no es ya de cambio, sino de resistencia. La anunciada trepidante vuelta de la política con la entrada de “la gente” en las instituciones ha derivado en un no-tiempo en el que nada político ocurre, porque el rival, el de siempre, ha decidido irse al córner y dejar que corra el reloj. Han sabido aprovechar bien la incomparecencia del cambio, distraído en decidir quién tiene la tesis política más grande y en preguntarse, una vez logrado el objetivo de asaltar el palacio, qué hacer dentro.
Si alguna característica tuvo aquel clic en las cabezas que fue el 15M, fue la puntería haciendo propuestas aglutinadoras y la ausencia, premeditada, de liderazgos. La comparación entre aquellos materiales en bruto y el resultado tras el proceso industrial, obligatorio para fabricar un partido político, es odiosa pero necesaria. Ayer, toda persona a la que una cámara enfocaba en una plaza se apresuraba a quitarse el cartel de líder del 15M cuando defendía propuestas de bien común. Hoy, encontramos dos caras con nombre y apellidos haciendo de una guerra de posiciones internas el centro de un debate que, desde fuera de la órbita militante, se percibe como ajeno.
La máquina formada por el equilibrio Pablo-Íñigo fue un éxito que parece imposible que salga de una pieza de Vistalegre 2. Pero la cosa es aún peor. La lucha no es sólo de dos caras, afecta a familias internas, con lo que el propio hecho supone: en un partido creado para ser herramienta abierta de la gente, hay familias viviendo. Las propuestas que se enfrentarán en el ruedo de Vistalegre tienen el mismo miedo, conjugado de distintas formas: parecerse a un partido tradicional. Para no salir de esa plaza de toros como eso, sólo queda una improbable puerta grande: la de ser capaces de recordar para qué vinieron.
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Autor > Gerardo TecéSoy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios). Suscríbete a CTXT
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