La realidad cruda y mágica de Ciudad Juárez
Nuevos aranceles, más controles fronterizos y más inmigrantes deportados causarían un daño enorme en ambos lados de la ciudad binacional
Andy Robinson Ciudad Juárez , 15/02/2017
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Avenida de Ciudad Juárez.
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“He estado aplicando técnicas de ‘bioneuroemoción’ y conocimientos de las sociedades indígenas y hay niños que tienen poderes extraordinarios”, dice el profesor Joaquín Quijano, subdirector de la escuela federal secundaria 14 de Anapra donde cientos de niños, la mayoría de familias extremadamente pobres, jugaban el pasado miércoles 8 de febrero en el patio del destartalado edificio rodeado de infraviviendas. “Hay niños que pueden leer aunque se les pongan vendas; otros que pueden hacer mover objetos sin tocarlos; y hasta tengo un niño que sabe ver a través de las paredes”.
Detrás de la escuela se perfila la polvorienta meseta Lomas de Poleo en el desierto de Chihuahua donde se escenificó parte de la novela 2666, la obra maestra de Roberto Bolaño sobre los feminicidios de Ciudad Juárez. Allí, en medio de las arenas grises, los arroyos secos y los cactus lacerantes, se encontraron cientos de cadáveres, principalmente de jóvenes trabajadoras de las fábricas maquiladoras. Fue la primera noticia del terror que se había instalado en esta metrópoli de dos millones de habitantes en la frontera mexicana. Después, ya convertida en el frente principal de las guerras de narcotraficantes, Juárez entraría en el libro Guinness, elegida la ciudad más violenta del mundo.
En lo que va de febrero ya son 36 los homicidios, un repunte de la violencia después de unos años de paz relativa
Sin embargo, hablando con el profesor Quijano, que iniciará en marzo un curso de posgrado en el instituto de Enric Corbera en Rubí (Barcelona), especializado en lo paranormal, más que la ficción periodística de Bolaño, hace falta una dosis de realismo mágico para entender qué pasa en la escuela. Tras comentar los poderes extrasensoriales de algunos de sus alumnos, pasa a la realidad cruda de la escuela. “Aquí, los padres de muchos niños fueron asesinados; otros son hijos de los mismos asesinos o secuestradores...”, cuenta Quijano, subdirector de la escuela. “Además muchos niños son hijos de migrantes del sur que intentan cruzar a EE.UU; si no pueden, se quedan unos meses y luego regresan a sus tierras, así que los niños no tienen arraigo”, continua. “Otros padres trabajan en las maquiladoras pero como solo cobran 80 pesos diarios (menos de cuatro euros), muchos hacen dos turnos de ocho horas y dejan a los niños un poco abandonados (…) algunos caen en manos de maleantes, vendedores de drogas, y acaban ellos mismos consumiendo drogas; o trabajan de vigías para los traficantes”, explica.
No hay tiempo para averiguar más sobre las cualidades mágicas del alumnado de la escuela. Pero, más abajo, al otro lado de las infraviviendas, se levanta un muro. Hecho de barras y láminas de acero, desafiaría hasta el sexto sentido de los alumnos del profesor Quijano. Al otro lado, está Sunland Park, en las afueras de El Paso en el sur de Texas, la ciudad más segura de EE.UU. El muro, de seis metros de altura, sustituye a una valla de alambre que, al menos, era lo suficientemente transparente para permitir que las familias y amigos separados por la frontera pudieran verse, intercambiar regalos y hasta celebrar una misa binacional cada año. Gracias al nuevo muro –cuya construcción fue iniciada antes de la victoria de Donald Trump y que se terminará en los próximos meses--, quienes pasean por el lado estadounidense podrán evitar ver cosas como el cadáver de un hombre que apareció en la mañana de nuestra visita junto a la vieja valla con una soga alrededor del cuello y señales de haber sido torturado. Fue el homicidio número 264 registrado en Juárez desde principios de octubre de 2016, y ya son 36 en lo que va de febrero, un repunte de la violencia después de unos años de paz relativa.
Donald Trump irrumpe en la vida fronteriza en un momento delicado para Juárez, que empezaba a superar la maldición resumida en el epígrafe de la novela de Bolaño: “Un oasis de horror en un desierto de aburrimiento”. Pese a ese último aumento, la violencia ha caído en picado desde las carnicerías de hace cinco años quizás por la decisión del entonces presidente mexicano, Felipe Calderón, de terminar la guerra contra los cárteles de narcotraficantes y la retirada de militares y policías federales que, para muchos juarenses, eran tan peligrosos como los narcos.
Se hablaba de un renacimiento en la ciudad. La gente ya no se encierra en casa a las seis por miedo a los tiroteos y los restaurantes y cantinas están llenos. El conjunto más importante de fábricas maquiladoras en el país –empresas que aprovechan un régimen tributario de cero impuestos para productos ensamblados y exportados directamente desde México-- empezaba a recuperarse tras la gran recesión de 2009-2010, que destruyó cientos de miles de puestos de trabajo. Nuevos parques industriales y urbanizaciones de viviendas se extienden por el sur de la ciudad. Una plaza dedicada al mítico cantante Juan Gabriel, hijo adoptivo de Juárez, que murió hace seis meses, simboliza un intento de poner orden en el caos de carreteras y franquicias de comida rápida de marca estadounidense. Incluso en la zona de Anapra, el plan de crear un puerto para cruzar a Sunland Park --el motivo principal del reforzamiento del muro-- había generado expectativas de más desarrollo económico y más empleo ya que los puestos transfronterizos son imanes de actividad comercial y maquiladora.
El discurso de Trump ya genera zozobra. El 65% de las exportaciones de las fábricas de Juárez van destinados a EE.UU
Pero el discurso de Trump ya genera zozobra. El 65% de las exportaciones de las fábricas de Juárez –que abarca desde proveedores del sector del automóvil y fabricantes de productos electrónicos hasta equipos médicos y algo de ropa-- van destinados a EE.UU. La mayoría de esas empresas son filiales de multinacionales norteamericanas aunque también hay asiáticas y europeas. “Todos los empresarios me dicen que si EE.UU. aprueba un impuesto del 30% sobre las exportaciones mexicanas, no podrán soportarlo y tendrán que marcharse; un 20% igual lo aguantan”, cuenta Martín Flores, director de la asociación de maquiladoras. “Estamos preocupados porque si hay un impuesto yo no sé si nuestra planta seguirá en Juárez o la moverán a otro lugar”, dice Luis Carlos, un joven ingeniero de la multinacional alemana Continental que fabrica sensores para automóviles.
Asimismo, crece el temor de que las nuevas medidas para cerrar la frontera herméticamente y deportar a millones de sin papeles pueda propinar un golpe mortal a una metrópoli binacional como es El Paso--Juarez. Cada día cuatro millones de coches y otros cuatro millones de peatones cruzan los cinco puentes sobre el río Bravo (Grande) que conectan las dos ciudades. “Ando yendo y viniendo, a mí no me afecta un muro, tengo visa, pero me temo que vayan a revisarlo todo mucho más”, confiesa Alma Astorga, una trabajadora jubilada de la maquila que cruza cada semana a visitar a su padre de 89 años en El Paso.
El crecimiento económico ha decepcionado en las últimas décadas en México y ni tan siquiera con salarios de 100 euros por semana se ha podido generar empleo de forma sostenida
La simbiosis entre las dos ciudades queda plasmada en el Café Central, un restaurante abierto en Ciudad Juárez en 1908 como club de cabaret, que fue trasladado a El Paso a mediados de los años treinta, tras el fin de la ley seca. Ahora pertenece a un empresario de Juárez, Alejandro Orozco, y la mayoría de los camareros cruzan cada día desde la localidad mexicana. “Yo tengo mucho dinero y puedo vivir donde quiera pero elijo esta ciudad”, dice, sentado en la barra, Daniel Longoria, residente de El Paso, que gestiona una veintena de franquicias de una empresa de colchones. ¿El Paso? “No El Paso-Ciudad Juárez”, responde.
Pocos dudan de que nuevos aranceles, más controles fronterizos y más inmigrantes deportados y depositados en Juárez harían enorme daño en ambos lados de la ciudad binacional. “La economía fronteriza se iría a pique”, señala Michael Dear, geógrafo de la Universidad de Berkeley (California), autor del libro Why walls don't work. Por eso, la amenaza de Trump “aumentará enormemente la colaboración entre las dos ciudades”, explica. “La gente en Juárez o El Paso cree que los gobiernos federales en el DF y en Washington son un obstáculo más que una ayuda y esto se intensificará con Trump”
Pero el regreso al statu quo anterior al Tratado de Libre Comercio y los salarios de supervivencia para la mayoría de los trabajadores en Ciudad Juárez tampoco parece viable... El crecimiento económico ha decepcionado en las últimas décadas en México y ni tan siquiera con salarios de 100 euros por semana se ha podido generar empleo de forma sostenida. Es más, la violencia más atroz ha coincidido precisamente con la adopción del modelo del Consenso de Washington. Hasta reconoció el problema un alto funcionario del Banco Mundial que no quiso que se publicara su nombre. “Lo que llama la atención en México es que el programa maquilador al inicio parecía prometedor; creaba oportunidad económica e impulsó algún cambio político. Pero hemos infravalorado la importancia de la seguridad pública y el daño que el consumo de drogas en EE.UU. hace a México”, confesó en una entrevista. “El libre comercio y las inversiones directas extranjeras no son suficientes. Hay que reconocerlo ya. Deberíamos haber hecho más para contener la violencia”.
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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