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Con la dimisión de Esperanza Aguirre se me agota la tesis de este artículo. Porque una vez imputados (“en calidad de”, dice Pablo Casado, que no es lo mismo) Eduardo Zaplana e Ignacio González, me ha venido a la cabeza una coincidencia maravillosa: la de los dos únicos hombres que he visto maquillados con el mismo fond de teint. “¿Van a la misma maquilladora?”, me ha preguntado uno de los compañeros de CTXT. Pero una nació para vedette y no para periodista de investigación, así que me limito a decir que lo único que puedo afirmar con rotundidad es que cometieron uno de los errores mortales de cualquier adicto al maquillaje que se precie (beauty junkies, dicen ahora): que el tono de tu base haga de Beyoncé una caucásica cualquiera. Amigos, el cuello y la cara tienen siempre que tener el mismo tono. Que no se repita.
Parece que el comunicado del PP de Madrid puede resumirse en un ‘La rubia al hoyo y el vivo a la otra rubia’. Acabó la etapa Aguirre; bienvenida, Cifuentes
El mismo tono no, pero casi el mismo rostro tienen ambos señores con poder. Ignacio tiene más pelo, pero a Eduardo lo hemos tenido en cualquiera de sus cargos como terror de las nenas. Luego se hizo una rinoplastia y se le acabó la gracia (si es que alguna vez la tuvo). Esperanza Aguirre comparte con Ana Botella una calidad de piel digamos dudosa, pero ha hecho suyo lo de que no hay dos sin tres y a las cinco, hora taurina, ha dimitido. La hemos visto llorar, con capote en mano, conquistando los corazones de Pablo Carbonell y Federico Jiménez Losantos. Esperanza ha trimitido y sus fans se han puesto todos de acuerdo y han llamado a EsRadio. También el concejal Percival Manglano (uno de los motivos por los que merece la pena la existencia de Twitter) ha mostrado su agradecimiento y su fangirlismo hacia la que fue su jefa: “Ha sido un honor y un privilegio trabajar para Esperanza Aguirre todos estos años. Su dimisión es una noticia muy triste”.
“Con ella hemos vivido días muy buenos”, ha dicho uno de los oyentes en un mensaje con voz entrecortada en el contestador. Que eso lo puedo decir yo de más de una amiga, pero de una política no tanto. “Educada, correctísima”, ha dicho otro. Concretamente uno que ha debido vivir en otro planeta. “La Dama de Hierro que hacía temblar a las izquierdas”, añadió un tercero. Aquí, sin embargo, sí firmo. No tanto por lo de las izquierdas (qué concepto tan antiguo), sino por cuando se ponía a hablar en inglés (un inglés buenísimo hay que decir, de los de familia de bien, profesor del Británico e institutriz, no la academia de mi barrio o los subtítulos de la tele). Minutos de gloria radiofónica, y no los tiempos de Gabilondo, Iñaki. Que no lo digo por rencor de clase, que conste. Que he vivido en Getafe pero he cenado en Zalacaín y tuve unos vaqueros Charro en mi adolescencia, no he pisado Pachá ni Jácara (templos del pijerío madrileño en los noventa) pero me he sentado en los pupitres de Juan Luis Cebrián en el colegio del Pilar. Una mujer completísima, sin duda, y con mejor tez que The former lideresa.
Parece que el comunicado del PP de Madrid puede resumirse en un La rubia al hoyo y el vivo a la otra rubia. Acabó la etapa Aguirre; bienvenida, Cifuentes. Claro que sí, guapis. Claro que tampoco pretenderán que la despidan con el pasodoble de Marcial Lalanda: “Esperanza, eres la más grande”. Pero bromas baratas aparte, esto va más allá. Que huele a podrido en Dinamarca y en Arganzuela. Que hemos vivido en una ciénaga que parecía que no olía. Que para promulgar una presencia exigua de lo público en nuestras vidas (ya saben, donde mejor está el dinero es en las manos de los contribuyentes), bien que os lo metíais en el bolsillo de la teba. Aguirrópoli. Con la mafia (educada y correctísima, eso sí) hemos topado.
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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