Tribuna
Construir una Europa para el pueblo
Para que la UE pueda escapar de la trampa en la que está atrapada necesita convertirse y ser considerada una unión altruista basada en un proyecto de redistribución transnacional e interpersonal
Philippe van Parijs (Social Europe) 31/05/2017
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¡Para el pueblo, no solo para las élites!: este es el lema de todos los tipos de populismo. Sin duda alguna, el triunfo del populismo es una catástrofe, pero la amenaza del populismo es una propiedad esencial de cualquier democracia. Es lo que hace que un régimen democrático sea mejor que uno tecnocrático, burocrático o autocrático; es lo que recuerda a los gobernantes que no deben perseguir única, o principalmente, sus propios intereses y preocupaciones, y los de las personas como ellos.
En concreto, si observamos la actual Unión Europea, lo que debería grabarse en las mentes de los legisladores europeos sobre la amenaza del populismo es que no deberían preocuparse solo por los intereses de los ‘que obtienen beneficios’, de la gente como tú (y yo) aquí presente, de la gente que está dispuesta e interesada en aprovechar las oportunidades que crean las cuatro libertades del mercado único y que se dan cuenta de lo mucho que les deben.
El populismo es lo que recuerda a los gobernantes que no deben perseguir única, o principalmente, sus propios intereses y preocupaciones, y los de las personas como ellos.
El populismo les obligará a prestar mayor atención a los intereses y preocupaciones de la ‘gente de a pie’, esas personas que, más que nadie, son conscientes de la amenaza que supone la competencia internacional para sus empleos y la amenaza para sus entornos familiares de lo que perciben como una invasión de gente con la que tienen grandes dificultades para comunicarse y todavía más dificultades para identificarse.
No es de extrañar que hoy en día estas ‘gentes de a pie’ (los ‘pueblos’ de Europa) consideren la UE como una máquina sin rostro que escapa al control popular y que continúa desmantelando las redes protectoras a las que estaban acostumbrados, una máquina anónima que continúa disciplinando a los Estados-nación cada vez que intentan proteger a sus ciudadanos. No es de extrañar que consideren a los gobernantes europeos como una camarilla cuya mayor preocupación es conservar sus muchos privilegios y los de los suyos. No es de extrañar que ahora pidan liberar a su país de las garras de Bruselas y recuperar su plena soberanía nacional.
La respuesta estándar y complaciente de las élites a este tipo de exigencia eurofóbica es: “No se puede devolver un huevo a su cáscara”. Tras el voto del Brexit, esta respuesta ha perdido gran parte de su poder de persuasión. Es cierto que remendar la porción menos descascarillada de la cáscara sería laborioso, lento y en ocasiones ineludiblemente desagradable, pero no es posible librarse del remiendo. No obstante, creo que existe una variante menos metafórica, menos categórica y más circunscrita de esta respuesta, una que afecta solo a la eurozona, como afirma Claus Offe: “El euro es un error cuya eliminación sería un error todavía mayor”.
Pero entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguir adelante como sea y esperar que la revuelta populista siga ganando terreno, inflándose y propagándose de elección en elección, de país en país, de partido en partido? No. Para que la Unión Europea pueda escapar de la trampa en la que está atrapada, para evitar un destino caótico y agónico autoinfligido, necesita convertirse y ser considerada una unión protectora. Esto no se conseguirá multiplicando directivas y regulaciones que interfieran con la autonomía de los gobiernos y parlamentos nacionales, se conseguirá haciendo algo sin precedentes en la historia de la humanidad: poner en marcha un proyecto de redistribución transnacional e interpersonal.
Hace falta una unión distributiva que proporcione la estabilidad macroeconómica que permita sobrevivir al euro; que proporcione la estabilidad demográfica que permita la supervivencia política de Schengen; que proporcione un sólido mínimo común sin el cual es imposible defender la generosidad y diversidad de nuestros Estados del bienestar nacionales frente a la competencia tributaria y social. Hace falta para que los de a pie sientan de forma tangible que la UE también se preocupa por ellos y no solo por los éxitosos. ¿Es radical esta propuesta? Pues claro que sí, pero no es más radical que lo que hizo Bismarck cuando creó, tras una sucesión de violentas protestas, el primer sistema de seguridad social del mundo. ¿Realmente creen que la UE sobrevivirá sin cambios radicales?
Este no es el lugar de discutir las diversas formas que podría adoptar este proyecto, algunas de las cuales serían contraproducentes, o de discutir cuáles serían las condiciones necesarias que habría que cumplir para que hacer que sea institucional y políticamente posible algo que es absolutamente necesario. Permítanme que termine enumerando brevemente las repercusiones que tiene lo que acabo de decir para las negociaciones del Brexit.
Hace falta una unión distributiva que proporcione la estabilidad macroeconómica que permita sobrevivir al euro y la estabilidad demográfica que permita la supervivencia de Schengen
Si hay algo que sabotearía cualquier tentativa seria de llevar a cabo lo que la UE necesita urgentemente hacer para abordar en profundidad el origen de la revuelta populista, eso es conceder pleno acceso al mercado único a un Estado que no solo sería capaz de: 1) seguir usando la devaluación competitiva que empobrece al vecino, tal y como viene haciendo desde la creación del euro, que ha perdido un 25% de su valor desde su creación en 2001, sino que además le habilitaría para 2) beneficiarse gratuitamente de los distintos bienes públicos que genera la existencia misma de la UE, como por ejemplo su contribución al (mayormente auto-)control de la supremacía alemana o la (bastante a menudo) laboriosa consolidación de la democracia y el Estado de derecho en algunos Estados miembros y países candidatos; 3) comenzar una competencia sin cuartel por reducir los impuestos reales a las empresas, a las transacciones financieras, a la propiedad intelectual y a talentos de gran valía; y 4) usar normas de inmigración selectiva que continúen succionando miles de cerebros del resto de Europa y de fuera, mientras que Europa se queda con el desagradecido trabajo de absorber los millones de inmigrantes ‘menos deseables’ que empujados por el miedo a la guerra y a morirse de hambre acaban dentro de sus fronteras.
Que el coste final del acuerdo de separación ascienda a 20, 60 o 100.000 millones de euros, es insignificante si lo comparamos con el daño duradero e irreversible que se provocaría a los ciudadanos de la UE (y en última instancia también al Reino Unido) si el acuerdo final del Brexit, como consecuencia de la generosa suavidad que promueven los lobbies exportadores de ambos lados, dejara a la UE y a sus Estados miembros a merced de un Estado pirata al otro lado del canal; si el acuerdo que selle las relaciones futuras entre el Reino Unido y la UE privara de forma irreversible a esta de la capacidad para llevar a cabo lo que necesitaría hacer para poner freno a la sucesión interminable de revueltas populistas comprensibles, y hasta legítimas en muchos casos, tanto de la derecha como de la izquierda; si privara a la UE de la capacidad para recuperar y merecer la lealtad y confianza, no solo de los ‘que obtienen beneficios’, sino también de los ‘gente de a pie’; en resumen, si la privara de la capacidad de construir de una vez por todas una genuina Europa de los pueblos.
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Philippe van Parijs es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas, Sociales y Políticas de la Universidad de Lovaina, donde ha dirigido la Cátedra Hoover de Ética Económica y Social desde su creación en 1991.
Este texto está basado en un discurso pronunciado en el Palazzo Vecchio de Florencia el 5 de mayo de 2017, dentro del marco del Estado de la Unión 2017 organizado por el Instituto Universitario Europeo: Construir una Europa de los pueblos.
Traducción de Álvaro San José.
Este texto está publicado en Social Europe.
¡Para el pueblo, no solo para las élites!: este es el lema de todos los tipos de populismo. Sin duda alguna, el triunfo del populismo es una catástrofe, pero la amenaza del populismo es una propiedad esencial de cualquier democracia. Es lo que hace que un régimen democrático sea mejor que uno tecnocrático,...
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