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Más allá del recuerdo del evento de ciudad más multitudinario de Madrid, el WorldPride dejará consecuencias permanentes en la Villa. Los valores que el actual consistorio y la sociedad civil quieren transmitir en las calles y espacios –diversidad, inclusión, respeto, etc.– cristalizan en una movilización sin precedentes de voluntariado, campañas promocionales y participación de empresas, particulares e instituciones. Dos hitos de este Orgullo Mundial quedarán físicamente para la posteridad de la ciudad y sus visitantes, pequeños detalles de gran importancia para el presente y el futuro.

El primero es la instalación de más de setenta semáforos inclusivos por los veintiún distritos, presentados el lunes 5 de junio. Representando una gran diversidad –parejas de hombres, parejas de mujeres, parejas de hombres y mujeres, mujeres–, sirven, según la alcaldesa, Manuela Carmena, para reflexionar sobre “cómo nos han ayudado las imágenes, los ejemplos, en el cambio social”. El equipo de gobierno municipal, encabezado por la alcaldesa, acompañó a representantes del activismo LGTB madrileño y estatal en un paseo inaugural. La concejala titular de Medio Ambiente y Movilidad, Inés Sabanés, destacó cómo el objetivo del consistorio es visibilizar en la ciudad las señas identitarias de Madrid, la diversidad y la inclusión.

El segundo legado que deja este WorldPride es el Bosque del Orgullo, fruto del compromiso de sus organizadores y del Ayuntamiento con la sostenibilidad del evento. Parte de las emisiones del WorldPride será compensada mediante la creación de un bosque de casi dos hectáreas en la margen derecha del Manzanares, en el distrito de Villaverde. Más de dos mil árboles, entre fresnos y sauces, protagonizarán el esquema municipal de compensación Madrid Compensa, siguiendo una estimación para que parte de los beneficios del evento vaya a paliar sus efectos medioambientales. Este legado es parte de la importancia transversal del WorldPride en Madrid, afectando a diferentes áreas de gobierno y necesidades.

Ambos legados, semáforos y bosque, suponen una transformación del espacio urbano madrileño desde el WorldPride, un recordatorio de la implicación de la ciudadanía en el evento y en las reivindicaciones. Van más allá de los diez días de actividades, sentando un referente para otras ciudades, un escaparate de cómo puede cambiar una sociedad, para que los valores e iniciativas en torno a este WorldPride sean, en palabras de la alcaldesa, “transportables”.